Existen muchos desafíos a la hora de hacer una película de terror psicológico con dos personajes hablando permanentemente, como en una obra de teatro. La dificultad sube aún más si tenemos en cuenta que toda la acción del film transcurre en en una isla desértica en donde una tormenta deja asilados a los dos protagonistas. Viven en ambientes claustrofóbicos, agobiados por el aguacero y las tensiones propias de dos personas que no se conocen. Para seguir sumando particularidades a esta empresa, el director quiso filmar en blanco y negro, construyendo un faro real y funcional desde los cimientos.
Robert Eggers estaba intentando dar sus primeros pasos como director pero se había topado con numerosas trabas para financiar La Bruja, una situación que lo desilusionó pero que no le quitó las ganas de hacerse un lugar en la industria. Junto a su hermano Max, ambos amantes de la literatura gótica e historias de terror fantasmagóricas, pusieron sus mentes creativas al servicio de adaptar un cuento inacabado de Edgar Allan Poe, titulado El Faro.
Narrada en formato de entradas de diarios, en primera persona, el cuento de Poe contaba la historia de un hombre encerrado en un faro, ubicado en la costa de Noruega. Fiel al estilo del escritor, quien murió antes de finalizar el cuento, el protagonista se encuentra absorbido en una pesadilla solitaria, en donde la desesperación aumenta con el correr de las páginas que jamás tuvieron un final.
Pero jamás pudieron avanzar con la adaptación. Este nuevo obstáculo parecía insalvable hasta que un productor llegó con el dinero para financiar La Bruja, que tras su estreno posicionó al director en lo alto de la industria. Clasificado como un cineasta de autor con la capacidad de llegar a un público masivo, Eggers no dudó en encarar el fallido proyecto de El Faro como su próxima película.
Junto a su hermano empezaron a investigar sobre la literatura maritima del siglo XVIII y XIX, novelas e historias de autores como H.P. Lovecraft o Herman Melville.
La mayor inspiración llegó cuando los hermanos descubrieron a una autora llamada Sarah Orne Jewett, quien dedicó gran parte de su obra a retratar paisajes costeros de Maine utilizando un lenguaje elaborado, aplicando jerga marítima de época e inglés antiguo.
La idea de dos guardianes de faro encerrados contra su voluntad en una isla volvió a tomar fuerza y los Eggers escribieron un guion con un lenguaje denso, floreado, repleto de diálogos filosos y monólogos espectaculares, que honran el teatro clásico que tanto les apasiona a los dos artistas.
Robert Pattinson se había acercado a Robert Eggers tras haber visto La Bruja, y le manifestó sus intenciones de trabajar con el director en el proyecto que él quisiera. Eggers se sorprendió frente a la proposición, y no dudó en comentarle sobre ese proyecto que lo desveló durante años. No pensó que el actor iba a aceptar, el guion de El Faro era complejo, surrealista, no se parecía a nada de lo que estaba circulando en la industria y podía llegar a generar incertidumbre en productores y artistas. Sin embargo, Pattinson no lo dudó, leyó el libreto y dio el sí.
Willem Dafoe era otro actor que había quedado cautivado con el debut en largometraje de Eggers. El director necesitaba un intérprete capaz de transmitir la intensidad del personaje mayor no sólo con las palabras sino con la mirada, con los gestos. Dafoe, quien tiene uno de los rostros más expresivos de Hollywood, quedó enamorado del lenguaje que utilizaba el guion, de la estructura del largometraje que parece una obra de teatro. Eggers también le comentó que Pattinson había firmado para el proyecto.
Todos estos elementos ayudaron para que el elenco principal se conformara.
En abril del 2018 comenzaron a filmar la película en Canadá. El equipo artístico eligió una zona costera propensa a las lluvias y mucho frío, situaciones climáticas que volvieron la experiencia de terminar las escenas bastantes miserables, pero que también contribuyeron a que los actores pudieran concentrarse en los personajes al 100%.
El resultado de las extenuantes jornadas de filmación fue un largometraje especial, en donde el misterio que se traza en torno a la figura de Dafoe deviene en una relación con Pattinson tan tormenta como el clima exterior que los azota.
El viejo domina al joven hosco, con diálogos en donde establece su posición de poder. La luz del faro se plantea como una figura mitológica casi, un artefacto irreal que el cuidador original no quiere compartir y que va calando hondo en la mente del aprendiz.
El misterio sobre el destino del anterior hombre, llamado Thomas al igual que el nuevo, va creciendo conforme avanza la trama. No se sabe qué pasó con él, si cayó por las inclemencias del trabajo, si fue víctima del viejo enloquecido, o si hay algo más, algo sobrenatural merodeando la costa rocosa circundante al faro.
El Faro es una fábula de pesadilla que puede parecer difícil de digerir al principio pero que, a medida que avanza el metraje es imposible quitar los ojos de la pantalla. La fotografía crea paisajes que parecen sacados de pinturas al óleo, con muchos planos extrapolados directamente de artistas barrocos.
Visualmente es tan impactante como en lo argumental.
Tanto Dafoe como Pattinson le ofrecen al espectador actuaciones en donde relucen todas sus habilidades como intérpretes. La tensión entre ambos es palpable, orgánica y visceral. Ambos entregan los diálogos enrevesados de forma fantástica, nunca suenan o se ven como actores modernos sino como dos trabajadores de un faro encerrados en una isla a fines del siglo XIX, condenados a subordinarse ante la incertidumbre de la isla.
Robert Eggers confirma con su segundo largometraje porqué se lo considera uno de los mejores directores de la actualidad, y una de las promesas del cine moderno. El Faro apuesta de nuevo, como lo hizo en La Bruja, a una historia personal, a la expresión de un autor exponiendo sus inquietudes creativas y filosóficas.
El cineasta declaró que el creía que este film sería un foco de discusión entre Jung y Freud, y que ambos hubieran disfrutado de la película devorando un paquete de pochoclos. Lo que suena como una estrategia de marketing intelectual a priori, se entiende una vez que finaliza el metraje. La relación conflictiva similar a la de padre e hijo se mezcla con una tensión sexual latente cuyo máximo exponente de virilidad es el faro, siempre erguido e imponente, objeto del deseo de ambos.
El Faro es una obra que fascina, que se escapa a las convenciones del cine pochoclero y brinda un espectáculo que provoca el debate, el análisis. Eggers quiso contar una historia en donde las respuestas no fueran más importantes que las preguntas planteadas.
Como dato curioso el artista de manga Junji Ito quedó tan fascinado con el film que, cuando le ofrecieron dibujar unas páginas promocionales para la edición en blu ray ni lo dudó. El genio japonés le aportó su estilo estético a una obra que bebe de muchas influencias que el mismo dibujante aplica a sus libros.
El Faro se encuentra disponible en Netflix.