En el universo tanguero de la revista dirigida por Goyo Mazzeo, Pochoclo El Extra es uno de los pocos que escapa al influjo del dos por cuatro, presente en casi todas sus páginas. Pochoclo es un soñador. Sueña con ser un actor famoso, respetado por los productores e idolatrado por multitudes. Vive sólo en una humilde pieza de pensión, con una cama ruinosa y un cajón por mesa de luz; con un cabo de vela por toda iluminación. Sus largas siestas suelen ser interrumpidas violentamente por la dueña de la pensión, una mujerona feroz que le exige el pago de los largos meses de alquiler que adeuda el personaje.
El joven Pochoclo está convencido de su talento, sólo le falta un empujón de la suerte y el apoyo del director del estudio de cine donde merodea eternamente en busca del papel protagónico que lo lanzará a la fama, o al menos la obtención de un papelito que le permita comer ese día. El director es la versión masculina de la matrona de la pensión; despótico, inescrupuloso y brutal, siempre le encuentra algún lugar al protagonista luego de hacerse rogar mucho. Cuando Pochoclo cree llegada la hora de la consagración, descubre que su papel es insignificante, lleno de contratiempos y expuesto a alguna golpiza, situaciones que recuerdan a los clásicos del dibujo animado. El desenlace encuentra al héroe de la historia nuevamente en la lúgubre habitación, rumiando la mala suerte.
La trama se desarrolla en Buenos Aires contemporáneamente a la publicación de la revista. El personaje no es gratuito ni fuera de contexto, ya que por esos años, el cine nacional atravesaba un buen momento y las fotonovelas vivían su hora de mayor demanda; nutriéndose en muchos casos de jóvenes aspirantes que a través de esas páginas intentaban ingresar al codiciado mundo del espectáculo.
Personaje de Historias Tangueras – Ediciones Torino – 1962