El Poeta que Amaba el Fútbol y la Palabra
Yo amo
tú escribes
él sueña
nosotros vivimos
vosotros cantáis
ellos matan
escribió Roberto Jorge Santoro. Y las paradojas de la Argentina, este poeta y periodista porteño que pintó con brocha gorda, fue puestero de mercado, preceptor, tipógrafo y vendedor ambulante, terminó por confirmar aquella sentencia en la noche del 1° de junio de 1977, cuando una patota de represores lo secuestró en la escuela donde trabajaba y lo desapareció para siempre. Que mejor manera entonces que aprovechar la fecha que la patria de las efemérides ha dado en consagrar como día del periodista que homenajear a un hombre que creía que si su poesía “no ayuda a cambiar la sociedad no sirve para nada”: que cultivó un alentó y una militancia que no sorprende para la época pero ahora puede resultar admirable. Y porque Santoro fue uno de los periodistas arrancados a los argentinos por el terror de la última dictadura militar. Tenía 38 años.
Además de una mujer y una hija, Santoro dejó un legado riquísimo que incluye la fundación de la revista literaria El Barrilete (donde se difundió por primera vez a poetas del tango como Carlos de la Púa, Celedonio Flores y Homero Manzi) y publicaciones como Gente de Buenos Aires y Papeles de Buenos Aires.
Fue un Barrilete- en agosto de 1963- donde Santoro parece haber delineado el rumbo que tomaría su vida profesional y su militancia y así avanzo hacia la búsqueda de que los trabajadores de la escritura tengan una organización gremial. Incluso buscó reformular la Sociedad Argentina de Escritores con una Asociación Gremial de Escritores junto a Haroldo Conti. Oscar Barros, Enrique Coureau y Juan Carlos Higa y que buscó posicionar a David Viñas como secretario gremial: no ganaron.
Es celebre su discurso para el acto de la Alianza Nacional de Intelectuales del 10 de abril de 1964.
“Sería ocioso hablar de la poca importancia que se le otorga el trabajador cultural en nuestra patria; del total abandono de organismos, planes y establecimientos educacionales, del incontrolado avance de una economía que permite el negociado y sigue oprimiendo a las clases menos pudientes (…): de la infame clausura de imprentas y publicaciones que cumplían positivas tareas culturales; sería ocioso hablar del incremento de burócratas y desocupados (…). Sería ocioso hablar de todo eso y de las crisis que nos suceden y de la necesidad de romper formas y cambiar estructuras y de la muerte de un orden social y el nacimiento de otro. Sería tan ocioso si no fuera tan necesario”, dijo.
La cosecha literaria la forman libros como Oficio Desesperado (1962), De Tango y lo Demás, fragmento (1962). El Último Tranvía, Plaqueta (1963), Nacimiento en la Tierra (1963), Pedradas con mi Patria (1964). De Tango y lo Demás (1964), En Pocas Palabras, Plaqueta (1967). Literatura de la Pelota (1971), A Ras del Suelo (1971), Desafío (1972), Uno más Uno Humanidad (1970), En esta Tierra lo que Mata es la Humedad (1972), Poesía en General (1973), Cuatro Canciones y un Vuelo (1973), Las Cosas Claras (1973). Lo que no Veo no lo Creo (1974) y No Negociable, carpeta (1975).
Literatura de la pelota- que Ediciones Lea relanzó el año pasado- es una recopilación de textos sobre futbol que este hincha sufrido de Racing tuvo la genialidad de realizar para combinar a Jorge Luis Borges, Homero Manzi, Ernesto Sábato, Héctor Gagliardi, Bernardo Verbitsky, Leopoldo Marechal, Roberto Arlt, Raúl Scalabrini Ortiz, Horacio Quiroga y Juan Gelman con los cánticos que se escuchaban en las canchas de aquella época y que él anotaba en libretas con la paciencia de un orfebre de la palabra.
Casi un año antes de la noche fatal en la que lo secuestraron, el 3 de junio de 1976, Santoro escribió una carta similar y mas famosa entonces que la que Rodolfo Walsh remitiría a la Junta de Comandantes de la dictadura el 25 de marzo de 1977, cuando también una patota de la ESMA lo secuestró luego de un breve tiroteo.
Santoro se dirigió a la Confederación de Escritores Latinoamericanos, con sede en México, para poner en alerta sobre lo que sucedía en el país- lo que reafirma una vez mas que es mentira que no se sabía lo que pasaba- y pedir que se difunda la detención, desaparición o atropellos que ejercían a diario los grupos de tareas de Jorge Videla y Emilio Massera.
Por ejemplo, Santoro menciona el arresto del director del periódico Alberdi de la ciudad de Vedia; del secretario de redacción del diario El Andino, Pedro Lucero, y del subdirector del diario Los Andes Antonio Di Benedetto; y el secuestro del secretario de prensa y corresponsal de Télam, Amilcar González, y en la ciudad de La Rioja del escritor y periodista Daniel Moyano
También da cuenta de la clausura en la provincia norteña del diario El Independiente del arresto en Buenos Aires del poeta y novelista Federico Moreyra, del propio Conti (del que era amigo), y del poeta Alberto Costa, codirector de Barrilete e integrante de la Agrupación Gremial de Escritores. Además informa de la golpiza que paramilitares le propinan al periodista del diario La Razón Enrique Llamas de Madariaga y del secuestro y asesinato del periodista y es senador uruguayo Zelmar Michelini.
“Hasta aquí los datos que poseo – finaliza la misiva-. El presidente, no obstante, habla de la libertad y la democracia. Se liberan los precios. Hay cesantías en masa. Distribuyen una cartilla para prevenir actividades subversivas en las escuelas. El presidente dice que rechaza la prensa complaciente, la planta Ford de General Pacheco, que ocupa 4.800 trabajadores, cierra por cinco semanas. E.E.U.U. acepta el plan del ministro de economía, hombre ligado a los monopolios; los obispos hablan de la paz y rezan. Borges declara que la literatura y el arte son formas de placer (…). Lo cierto es que los compañeros siguen presos y es necesario que ustedes, a través de la Confederación de Escritores Latinoamericanos, nos den una mano, la de la solidaridad, (…) y a favor de la causa popular testimonien el atropello de las burguesías sobre el proletariado (…) Hermanos, discúlpenme la letra, no tengo maquina donde estoy. Compréndanme, compréndannos. De todas maneras somos optimistas. Esto recién ha comenzado. El presente es la lucha, el futuro es nuestro”.
Aquel 1° de junio que lo sumó como víctima del terrorismo de Estado, Santoro cumplió con la rutina cotidiana, incluido colaborar con los deberes de su hija Paula, entonces de 10 años. Una artimaña le franqueó la puerta a la patota que lo saco a patadas de la Escuela Nacional de Educación Técnica N°25 Teniente Primero de Artillería Fray Luis Beltrán, ubicada en la calle Saavedra del barrio de Once. Nunca más se supo de él.
“Si se escapa esta rabia que llamamos esperanza,
si un día se va,
yo crucifico al amor,
y después de enterrar a mis hermanos,
me voy con el tranvía de la muerte
a clausurar mi corazón en una plaza”,
había escrito años antes de esa fatídica noche. Y hoy la plaza ubicada en Forest y Teodoro García del barrio porteño de Colegiales lleva su nombre “Poeta Roberto Santoro”
Vocales
“a la lata
al latero el país está lleno de agujeros
a la a
ala a
burocracia sindical
a la e
a la e
los ladrones al poder
a la i
ala i
la mortalidad infantil
a la o
a la o
la puta que los parió
a la u
a la u
argentina eres tú”
De No negociable – 1976/77
Contraeditorial – Junio 2008 – Diego Igal