Acerca del Lenguaje Infantil
En la jerga infantil, de especial modo en las llamadas clases medias, se somete al niño a un vocabulario de genuino contenido, que podría entenderse como juego argótico aún no suficientemente analizado, no obstante tratarse de una constante del lenguaje casero, que interesa en cuanto corrupción del habla.
La doble función de contacto y comunicación ha creado una serie de palabra tácticas y pocos se preocupan de que ellas sean corregidas y reemplazadas por un lenguaje inicial correcto, que acostumbre al niño a la emisión de voces reales.
Algunos lingüistas sostienen que se trata de un lenguaje no común en pueblos del interior y además de infrecuencia en las villas de emergencia y en los hogares pobres. Y no estamos en presencia de creaciones anónimas usadas sin preguntarse de donde provienen y el porqué de su uso: sabemos que estos vocablos, apoyados a veces en giros onomatopéyicos, con un invento genuino de las madres que, al parecer, se gratifican regalándose el oído, sin sospechar el riesgo del hábito en cuanto a formación del infante. Probablemente les alcance la interpretación de Guirard (“Le royaume d’argot, París, ed. Donöel”), entendiendo a “los argotismos como buena parte de términos afectivos que traducen los sentimientos, los juicios y las actividades de su medio”.
El tema no se agota aquí. Pero, para los estudiosos, proponemos un análisis de la problemática que plantea esta desfiguración oral – ni neologismos, ni lunfardismos- y hasta qué punto no incide en el ser que está elaborando lentamente su mecanismo de interpretación gracias a la comunicación gradual, pero que opera de entrada, para autosatisfacción de los creadores de tan particular lenguaje.
Tenemos los siguientes ejemplos y sospechemos como se quiere evitar a la criatura el choque inmediato con los sonidos reales, conformándolos a un mundo de imaginación:
no se emplea mear u orinar sino pipi (fam. orina) o pichín,
sin temor a confundir al niño enseñándole que también popí es un pajarillo o un polluelo,
mientras se lo distrae al borde de la barrera del tren, señalándole el piii piii que remite al silbato del tren.
La taza de noche se transforma en pelela
El biberón o la mamadera corriente es la mema o memé
Los zapatitos son pepés
El auto, es el tutú
El perro, un guaguau
El gato, un miau
El caballito, ico
La vaca, muú
La oveja, mee
El mono, tití (onomatopeya de un grito)
El sexo, pichulín y sus variantes
Dormir, hacer nono
y nono es el abuelo, también llamado lelo
y nona o lela, la abuela
Lastimarse es nana
Noni es dormir
festejar algo o alzarlo es upa la lá
arrojar algo, o caerse, pumba
caramelo, meme o melo
Am es hambre
Aba es agua
Pupo (voz quichua) es ombligo, transformado en rin-rin cuando se lo oprime, con un dedo, fingiendo tocar un timbre
El chupete es pete
El traste, colita
La caquita es la caca y la caca (fam. excremento del niño) se transforma en algo malo e inconveniente
Lo feo que asusta se llama cuco (voz de creación expresiva)
El reloj es cucú
Puaj se traduce por asco
Ajó (intersección con que se evita hablar) también llama a la sonrisa
Chas chas es castigar
Transitar es trantrán
tintín, el sonajero
galletita, tita
Ya más grandecito el niño, el uno es orinar y el dos, evacuar el vientre
en tanto al seno al dar de mamar se lo distingue cariñosamente: teta nene
El término pupa parece ser la única creación automática del niño que quiere dar a entender un dolor o malestar.
¿En qué lugar del léxico, si se quiere componer un catálogo de voces, debemos incluir éstas, tan particulares expresiones en el trato con los infantes?
Buenos Aires – Mayo de 1983
Guillermo Aleu (h)
Protector de la Academia Porteña del Lunfardo