La Mansión Encino tiene un largo y nutrido historial de apariciones fantasmales, de sucesos extraños. Bandas como Red Hot Chilli Peppers o Slipknot han utilizado las instalaciones para grabar discos y reportaron actividad paranormal, alimentando la leyenda del caserón convertido en estudio de grabación en la década del 50.
La casa supo ser hogar de la súper estrella cinematográfica Errol Flyn, y los rumores hablan de un tal Houdini como antiguo propietario antes del incendio que redujo a cenizas la edificación. No hay pruebas materiales, pero es parte del catálogo de historias maravillosas localizadas allí.
La Mansión Encino siempre fue el hogar de artistas, en sus habitaciones se crearon piezas musicales inmortales que se sumaron a la mitología alojada en las entrañas de la estructura arquitectónica.
Dave Grohl es una figura legendaria del rock. Fue el baterista de Nirvana y, tras la forzada separación después del suicidio de Kurt Cobain, el músico formó Foo Fighters. Desde entonces, el estigma de ser el “ex Nirvana” jamás tocó a Grohl, ni de cerca.
Aparte de su habilidad como cantante, compositor, guitarrista y baterista, Grohl es un amante del cine y sus capacidades histriónicas lo han llevado a participar de la película Teneacious D: The Pick of Destiny, en donde encarna al mismísimo Satanás.
Aquel film fue protagonizado por Jack Black y Kyle Gass, actores, pero también músicos, que crearon aquel largometraje de culto en donde juegan con el mito del artista que busca un trato con el Demonio. En este caso es un artefacto, la púa del destino, utilizada por los principales guitarristas famosos de la historia del rock, que contiene poderes oscuros.
El rock y el horror parecen ser primos, siempre han estado unidos, desde el pánico satanista en Estados Unidos cuando el Congreso y hordas de padres ignorantes creyeron que aquella música contenía mensajes subliminales que incitaban a la violencia, hasta bandas que han utilizado iconografía para moldear sus estéticas y sus letras.
Studio 666 bebe del horror “ochentero”, utilizando el clásico sub género de casas embrujadas como disparador para una comedia con tintes de terror. El argumento es sencillo: los Foo Fighters van a la Mansión Encino a grabar un nuevo disco y se encuentran con presencias demoníacas que les harán pasar momentos tan ridículos como terroríficos.
A Grohl se le suman sus compañeros Nate Mendel, Pat Smear, Rami Jaffee y Chris Shiflett. La película marca la última aparición en la pantalla grande del baterista Taylor Hawkins, quien murió trágicamente el pasado 25 de marzo en Colombia, víctima de una sobredosis de antidepresivos.
Este detalle no es menor para los fanáticos de Foo Fighters ya que le agrega una cuota emocional al contenido del film. Quien fuera nombrado el mejor baterista de rock en el año 2005 era un miembro muy apreciado por la comunidad internacional, y tener la posibilidad de verlo interactuar con sus compañeros y amigos en un contexto tan lúdico le agrega un plus a Studio 666. Se nota que todos se están divirtiendo a lo grande.
El resto del reducido elenco se complementa con los actores Will Forte, Jeff Garlin, Whitney Cummings, Leslie Grossman y Jenna Ortega. El director icónico de terror John Carpenter tiene un cameo como ingeniero de sonido que deleitará a los fans del género, un homenaje a una de las inspiraciones de los artistas involucrados en esta cinta.
La idea original es de Dave Grohl, quien se inspiró en la leyenda de la Mansión Encino, y en las experiencias sobrenaturales que vivieron ahí mientras grababan su último disco. Como debían volver a los estudios, el líder de los Foo Fighters propuso filmar un largometraje en donde se llevara al extremo el historial paranormal de la casa, contando como un grupo de rock intenta grabar un disco mientras los acosan entidades malignas. Por supuesto, grabaron un disco real para la banda ficticia que aparece en el film, Dream Widow, que lanzaron el pasado 25 de marzo.
Los Foo Fighters siempre fueron una fuerza creativa imparable.
Al principio iban a ser seis días de filmación, pero el infame Covid-19 torció los planes y no se pudo completar el largo hasta este año, cuando el mundo pudo asistir al último delirio de Grohl, quien sentó en la silla de director a BJ McDonell, veterano director de videos musicales rockeros. McDonell también dirigió un documental sobre Slayer. Claramente es una persona acostumbrada a lidiar con músicos, no sólo a nivel humano sino laboral.
El largometraje es divertido, tiene pasajes muy bien logrados desde lo estético y algunos sustos —no muchos— que funcionan. La comedia también tiene algunos altos, pero para poder disfrutar de esta película el espectador debe entrar de lleno en el juego de la banda, entender que no está viendo a actores interpretando papeles, sino a músicos acostumbrados a dar conciertos, no a recitar líneas. Dave Grohl es el que mejor sale parado, es el más histriónico y el que se presta a los momentos más exagerados que propone el guion. También es un veterano delante de la cámara, ya que filmó no sólo la película de Teneacious D, sino docenas de videoclips a lo largo de su carrera. Es un rockero que se siente más que cómodo actuando.
Los fanáticos de los Foo Fighters y los amantes del cine “clase B” encontraran en Studio 666 una gran propuesta repleta de buenas intenciones, carisma y encanto.