Ser valiente, frontal, veraz, eran atributos valorados por el gaucho y más tarde por el orillero. Lo contrario de estas virtudes, era ser cobarde, ladino, maula.
Los arquetipos de esas figuras contrapuestas fueron probablemente Martín Fierro y el Viejo Vizcacha; ambos del poema El Gaucho Martín Fierro de José Hernández, que encarnaron dos formas de ver y hacer la vida en forma antagónica.
El primero de ellos, a pesar de sus contradicciones y conducta a veces cuestionable, no dejaba de asumir como propios ciertos valores de la tradición hidalga española: coraje, frugalidad, amor a la verdad y a la justicia. Por lo contrario, el Viejo Vizcacha era un ser acomodaticio, oportunista, mentiroso y cobarde. Era un maula.
Ser calificado como tal, ya fuera en un medio rural como suburbano, era un estigma difícil de borrar. Si pensamos que el adjetivo era utilizado también en Uruguay y en Perú con idéntico significado. , no caben dudas que gozaba de fuerte popularidad.
En la Argentina el término estuvo en boga hasta la primera mitad del siglo XX. El tango, la milonga, el sainete y la poesía lunfarda, hicieron uso y abuso de la palabra en cuestión, a tal punto que durante un buen periodo solo existió en las letras de tango, ya que en el habla cotidiana había caído en desuso. Su momento de auge fue en las primeras dos décadas del siglo XX, ya que además de ser parte del habla popular, varios de los tangos más conocidos y que de alguna manera la incorporan o refieren a ella, fueron escritos entre 1910 y 1930.
El calificativo fue perdiendo su carácter rural y se afincó en la orilla porteña, a tal punto, que se incorporó definitivamente a los diccionarios lunfardos como propia de la jerga arrabalera. A los maulas del Buenos Aires posterior al tranvía y las lecherías, no se los reconoce por el adjetivo; pero nadie puede asegurar que dejaron de existir.
Maula
No pises el cotorro,
que no te quiero ver,
no ves que hasta vergüenza
me da ser tu mujer
Yo quiero pa’ sepas
tener siempre a mi lado
a un hombre bien templado,
no a un maula como vos
A un hombre que se juegue
si llega la ocasión,
la vida en una carta
sin sentir emoción;
a un hombre que sea hombre
y sepa responder
y no llore, cobarde,
igual que una mujer.
Maula que ante el insulto callaste
maula, que cobarde te achicaste,
maula, que solo te crees valiente
cuando, en una noche de farra,
te ves frente a una mujer.
La barra del boliche
borracha de Perrod,
nombre, que es el tuyo,
por el suelo arrastró;
y vos que en una mesa
oíste aquella infamia,
bajaste la cabeza…
¡Cobarde! Sin chistar.
Al verte tan compadre
con tu aire de matón,
te juro por mi madre
que sentí compasión.
No vuelvas a mi pieza,
porque mi corazón
se ha hecho para un hombre…
y vos no sos varón…
Tango – 1927
Letra: Adolfo Mondino
Música: Víctor Soliño