En esa época, la década del cuarenta, todavía quedaban resabios coloniales, el vendedor ambulante de pescado- no pescador sino pescadero- era una muestra de ello: llevaba en una canasta algunas merluzas, algunos pejerreyes…y una balanza romana, un atabla y el filoso cuchillo para descamar, trozar o prepara un filete.
Si bien no rondaba el sereno, en cada barrio había para “paradas” policiales y en cada cuadra resonaba el llamado del afilador así como el mugido de las vacas de algún tambo próximo o de las que pasaban para ser ordeñadas al instante – bianca, puro y recién hecha- según la consabida oferta.
Cuando salíamos de la escuela encontrábamos el vendedor de pirhuines, al de turrón y maní japonés y a ese extraño que ofrecía una porción de pizza tentadora, finita y de “tomate” desde un caballete parecido a un bastidor plegable en el que posaba una fuente chata, grande y redonda, con la tapa abollada… ¡También eso era el barrio!
El pregón que ofrecía sandías; melones; duraznos; naranjas; cocos y tierra negra y fértil para plantas, el carro lento, tirado por un cabello cansino, atestado de sillas de mimbre, escobas, escobillones y plumeros; el silbato que perforaba la tarde con su reclame de “¡churros calentitos, calentitos los churros!” mientras una muchacha volvía de la fábrica con una sonrisa desolada y un termo vacío bajo el brazo… ¡También eso era el barrio!
Y el saludo cordial entre vecinos, y la confianza cifrada en la cuenta corriente – ¡apúntemelo, don José!- y la pelea en la cortada; el partido de futbol callejero y la pared escrita con carbón o tiza: ”Bellavista tiene novia…” Un reclame que obligaba al aludido a declarar que se trataba de un infundio, como si esa denuncia anónima fuese un bando al que solo le faltara el redoblante ambulatorio con las manos en bocina en el momento del anuncio…
Y la hermanita menor de “Chocolatín” preguntándole a “el Florero”:
-¿Así que “Bellavista” tiene novia?
– ¿No lo sabes, acaso?
-No, no lo sé.
-Entonces, pregúntaselo mañana, cuando te encuentres con él a la vuelta de la escuela… para que no los vea nadie.
¡También eso era el barrio!
Natalio Isaias Schmucler
Nació en Stroeder, provincia de Buenos Aires, en 1933. Es Sociólogo y Licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad de Buenos Aires. Entre otras actividades académicas fue durante más de 20 años Profesor Titular de “Historia Social de la Educación”, “Historia de las Instituciones e Ideas Politicas” e “Historia de los Hechos y las Ideas Económicas” en el Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González” de la Ciudad de Buenos Aires y acredita, además, desempeño profesional en las Universidades de Morón y Belgrano, entre otras. Artículos suyos vinculados al tema educativo se publicaron en revistas y diarios nacionales y extranjeros.
La poesía lunfarda también fue un ámbito en que se desenvolvió. Dos sonetos de Schmucler fueron seleccionados por José Barcia para el “Florilegio de la Poesía Lunfarda” (Buenos Aires 1984).
Noticia en Internet
La obra «Pájaro en el espacio», del sociólogo y profesor Natalio Isaías Schmucler, ganó el primer premio del concurso para escritores inéditos 2006 sobre «Cuentos de la Escuela», que auspició la empresa Edenor. Se trata de la decimotercera edición consecutiva del concurso literario.
Schmucler, ha incursionado en el relato breve, anecdótico, impresionista. Sus crónicas sencillas, cálidas y amenas fueron recogidas en “La Escuela de mi Tiempo”, algunas de las cuales seguiremos presentando en “Testimoniosba”.
Por Carlos Suarez