Fuera de Serie
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Truth Seekers
Por suerte el final deja un buen “sabor de boca”, y cada historia paranormal se resuelve satisfactoriamente
Truth Seekers

Simon Pegg y Nick Frost son dos sinónimos de buen cine que amalgama el terror, la comedia —tanto física, verbal y de gag visual— y han sido parte fundamental en la creación de la denominada Trilogía Cornetto. Este tridente de películas, compuesto por Shawn of the Dead, Hot Fuzz y The World´s End, fue un hito que le presentó a las grandes masas a un dúo fundamental para el cine moderno, con el agregado de Egard Wright detrás de cámara, oficiando de director y co-guionista.

Desde entonces, cada vez que algunos de estos nombres aparecen combinados en una noticia, los fanáticos saben que pueden esperar una producción de calidad, con un estilo a esta altura reconocible.

El conocimiento que ellos ostentan de los géneros más populares, como el terror, la ciencia ficción y el cine de acción, los acerca al público general. Manejan los mismos códigos que el espectador, han consumido enormes cantidades de cine, tanto de culto como mainstream, que ha alimentado un bagaje cultural impresionante, que no se aburren de referenciar.

Truth Seekers nos muestra a dos amigos, Gus Roberts (Frost) y Elton John (Samson Kayo), empleados de una empresa de cable y aficionados a lo paranormal que terminan juntos porque Davis (Pegg), jefe de ambos, los pone a trabajar juntos. El trío de investigadores de lo desconocido se completa con Astrid (Emma D´Arcy), una mujer que sufrió el acoso de fantasmas y que se topa con el inusual dúo de cazadores.

La serie, que lamentablemente contó de una sola temporada, incorpora uno de los elementos modernos más interesantes a nivel de comunicación: YouTube.

Quien haya navegado por el sitio de videos alguna vez en su vida, por más de cinco minutos, se habrá topado en algún momento con una compilación de videos paranormales, con “investigaciones urbanas” en donde los presentadores 2.0 se meten en edificios abandonados, que muchas veces gozan de una reputación “maldita”, para intentar captar imágenes impactantes que prueben la vida después de la muerte.

En Estados Unidos los cazadores paranormales se han convertido en una industria que no se circunscribe solamente a la plataforma online. Existen decenas de programas en donde grupos de “especialistas” se dedican a desentrañar misterios como Pie Grande, Ovnis, monstruos varios y, por supuesto, fantasmas. Cualquier cosa que la cámara capte de forma borrosa puede calificar como una aparición interdimensional, un ánima en pena, un demonio. En pleno siglo XXI, en donde gran parte de la población tiene una cámara HD en el bolsillo, los videos paranormales siguen siendo tan borrosos como aquellas grabaciones de tres megapíxeles que tomaban los celulares rudimentarios.

En Argentina uno de los YouTubers más importantes es Dross, cuyo canal ya superó los veintidós millones de suscriptores. La temática paranormal suele ser la norma en su contenido, que le ha valido fama, dinero y la posibilidad de incursionar en la literatura de género, su primera pasión. Si bien Dross no es de los que sale a explorar el mundo en busca de lo desconocido, sino que se vale de videos ajenos los cuales compila y “decora” con narraciones bien ejecutadas, su canal es una prueba más sobre el gran impacto que tiene la temática de terror en YouTube.

En países más desarrollados cualquier aspirante a la fama virtual puede hacerse con exagerados equipos destinados a “cazar” fantasmas. Los básicos son cámaras de fotos y video, con visión nocturna.

Linternas, por supuesto, ya que las localidades abandonadas no se caracterizan por tener luz eléctrica. Después entran los elementos más innovadores. Medidores de campos electromagnéticos, ya que los fantasmas los alterarían. Escáneres térmicos que detectan los puntos “fríos” en donde las apariciones dejan su rastro. Sensores de movimiento, grabadoras de voz para captar “psicofonías”, o sea, las voces de los muertos comunicándose con nuestro mundo.

Cualquier aparato de forma compleja que haga luces de colores parece ser ideal para estos cazadores de fantasmas que, pese a disponer de toda la tecnología posible, jamás logran captar un fantasma nítido. Siempre están asomándose a lo lejos, detrás de una pared, para luego desaparecer. A veces mueven algún objeto, pero no mucho más.

En la serie, Gus tiene un canal en donde se dedica a cazar ánimas en pena, pero jamás consigue nada. Su vida tiene tan poco movimiento como su canal, que apenas tiene algún suscriptor. La vida de Gus se debate entre su trabajo monótono como instalador de televisión por cable en un suburbio inglés, la falta de perspectiva en el futuro y su deseo de dedicarse a lo que lo apasiona. Las cosas cambian cuando une fuerzas a Elton y Astrid, quienes comparten su pasión por lo desconocido y las teorías conspirativas. La mujer parece la clave para el despegue del canal de YouTube, y ese grupo de gente desparejo parece encajar a la perfección. El llamado a la aventura está planteado, el escape a la abulia parece una posibilidad real.

Así, durante nueve bellos episodios, se dedicarán a investigar diferentes misterios sobrenaturales mientras forjan una amistas improbable. El título Truth Seekers, cuya traducción es Buscadores de la Verdad, hace referencia tanto a los fenómenos inexplicables como a encontrar una razón para vivir más allá de la rutina. El subtexto que plantean los creadores es interesante porque apela a una problemática cada vez más grande del mundo moderno: los espectadores vemos todos los días como los nuevos famosos 2.0 viven vidas aparentemente geniales haciendo un trabajo que luce sencillo—pero que no lo es— mientras estamos sumidos en nuestras rutinas diarias, batallando con los pormenores de existencias que parecen demasiado terrenales.

Buscar algo que salga de la norma, buscar gente que comparta nuestras pasiones y nuestros sueños es algo inherente a la naturaleza humana. Y más allá de las referencias al cine y novelas de terror, a la comedia, Truth Seekers habla sobre esa búsqueda.

La premisa nace de Frost y Pegg, quienes a sus treinta años intentaron tener algún tipo de experiencia paranormal sin resultados positivos. La serie se aprobó en el 2018 y salió a la luz en el medio de la pandemia, lo que hizo que llegue a un público amplio, pero, pese a la enorme ventaja que le otorgó tener a los potenciales espectadores encerrados en sus casas buscando entretenimiento, los números no alcanzaron para que Amazon diera luz verde a una segunda temporada.

Por suerte el final deja un buen “sabor de boca”, y cada historia paranormal se resuelve satisfactoriamente. Se puede apreciar como una antología de relatos en donde el factor humano hace de hilo conductor. Quien sabe si en el futuro esta obra surgida de la pasión de dos genios como Frost y Pegg pueda conseguir su merecida segunda tanda de episodios.

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