La Alianza Unión Cívica Radical (UCR) – Frente para un País Solidario (FREPASO), fue producto de una apresurada asociación entre esas fuerzas opositoras al presidente Carlos Menem. Con un perfil conservador la UCR y un sesgo centro izquierdista el FREPASO, aunaron sus huestes y así obtuvieron el triunfo en las elecciones legislativas en octubre de 1997. Dicha victoria, les presagiaba la obtención de la presidencia de la Nación en los comicios de l999, como efectivamente ocurrió.
Con el radical Fernando De La Rúa como presidente y el “frepasista” Carlos “Chacho” Álvarez acompañando el segundo término de la fórmula, el 24 de octubre de 1999 las urnas ponen fin a la hegemonía menemista que se extendió por diez años. El nuevo gobierno prometió desarrollo, pleno empleo, acción social, distribución más equitativa de la riqueza, transparencia. Pero no hubo cambios sustanciales en la economía, que era el aspecto dominante a tratar en una nueva gestión.
Siguió la convertibilidad y la paridad del peso “uno a uno” con el dólar estadounidense, profundizando el desequilibrio en los términos del intercambio, el déficit fiscal y una recesión tan profunda como prolongada. El nuevo gobierno no fue tomado de sorpresa; ya en 1995 se había registrado la formidable crisis mexicana conocida como “Efecto Tequila” que puso en evidencia el fracaso de las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI), ya que el país azteca fue el primer asociado al Plan Brady impulsado por los organismos internacionales y los EE.UU. Siguió luego la crisis en el sudeste asiático en 1997, la rusa en 1998 y la de Brasil un año más tarde; todas bajo el mismo signo neoliberal y el monitoreo de esos organismos financieros, que asesoraban y prestaban dinero a los países que luego vieron agudizados esos graves problemas.
La estabilidad económica de la década menemista, se basó en algunos años en que se registraron ingresos de capitales mayoritariamente destinados al mercado financiero y en mucha menor medida, al sector productivo; en la venta de activos públicos, en una generosa rebaja de aranceles de importación, en un achique constante del sector público y fundamentalmente, en la Ley de Convertibilidad que desde abril de 1991 y por obra del ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, regía los destinos económicos del país. De La Rúa al continuar con ese esquema básico de su antecesor en el cargo, no hizo más que tirar para adelante una crisis que potenciada por factores externos, no tardaría en desatarse.
Los pedidos de dinero y refinanciación de deuda al FMI eran constantes. Pero cada respuesta afirmativa de éste, era acompañada por nuevos condicionamientos. Algunas de esas condiciones fue la sanción de una ley de ajuste que incluyera a las provincias, mayor racionalización a un Estado Nacional virtualmente estrangulado y el cumplimiento de metas fiscales inalcanzables. De La Rúa – Álvarez iban quedando atrapados en una maraña de compromisos que sólo les permitía ganar algo de tiempo. Una de las promesas hechas al FMI, fue una reforma laboral, que en razón de tener un trámite escandaloso en el Congreso Nacional, fue popularmente conocida como “Ley Banelco”; por las sospechas de que algunos legisladores habrían recibido coimas para su aprobación.
El 6 de octubre de 2000, renuncia el vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez, por –sostenía- mantener profundas diferencias con el rumbo del gobierno. El alejamiento de “Chacho” agrega al tembladeral económico, una crisis política, completando un cuadro muy oscuro que preanunciaba la cesación de pagos. Pero poco después se anuncia la llegada de manos del FMI, de un “blindaje financiero” por 39.700 millones de dólares para paliar las angustias argentinas. Luego se sabe que la ayuda sería en tramos, previa implementación de medidas de ajuste tan severas, que no tardaron en generar el repudio de la población.
Ya en el primer trimestre de 2001, se ve el fracaso del nuevo plan, provocando la renuncia del ministro el ramo José Luis Machinea. Lo reemplaza Ricardo López Murphy. Este implementa un programa tan ortodoxo que resulta políticamente insostenible y también renuncia. Domingo Cavallo es convocado al gobierno. El padre de la convertibilidad gestiona ante los acreedores un “mega canje” de bonos con vencimiento cercano, a un pago a largo plazo con tasas siderales, que engrosar la deuda por esos papeles, en 56.000 millones de dólares. Las comisiones percibidas por los bancos que intervinieron en la operación, rondaría los 150 millones de dólares.
Finalmente, las metas con el Fondo no pudieron cumplirse y a comienzos de diciembre de 2001, ante la notoria fuga de depósitos bancarios, el ministro decreta el “corralito bancario” bloqueando los retiros de fondos y el FMI suspende los préstamos comprometidos. La suerte de Cavallo y De La Rúa está echada: una gran movilización popular conocida como “cacerolazo”, precipita la renuncia de ambos en medio del Estado de Sitio y una sangrienta represión.
Durante semanas, los ahorristas confiscados manifiestan con cánticos y pintadas frente a los bancos. Poco después, el “uno a uno” es derogado por el presidente provisional Eduardo Duhalde. Los inversores sólo recuperaron una parte de sus dólares.
Libro Pintadas Puntuales – Roberto Bongiorno – Ángel Pizzorno – Testimonios – 2020