Departamento 5 A del complejo Ocean Blue, Portugal. La localidad Praia de la Luz siempre fue un destino turístico codiciado, y la familia McCann decidió pasar unos días en el resort, en donde disfrutarían de las playas, se encontrarían con amigos y crearían recuerdos para la posteridad.
Kate, madre de la pequeña Madeleine, revisó que su pequeña estuviera durmiendo antes de retirarse junto a su marido Gerry para pasar la noche junto a sus amistades. Tanto la pequeña como sus dos hermanos dormían plácidamente en sus respectivas camas.
Aquella noche, 3 de mayo de 2007, fue la última vez que los McCann vieron con vida a Madeleine.
Sin ningún tipo de explicación desapareció sin dejar rastro.
El rostro blanco, de ojos enormes claros y una frondosa cabellera rubia ilustró innumerables publicaciones de noticias a lo largo y ancho del planeta. La niña se convirtió en un misterio que todos querían resolver, y las controversias no tardaron en embarrar el terreno de una investigación delicada que ya lleva quince años fascinado a curiosos y especialistas por igual.
La desaparición de Madeleine McCann es una mini serie documental que se estrenó en el 2019 en la plataforma de streaming Netflix. Los productores presentaron una polémica teoría: la niña fue capturada por una enorme red de trata, y hoy estaría viva, sometida desde hace quince años a abusos sexuales por parte de proxenetas en algún rincón turbio del mundo.
Una de las primeras líneas de investigación que las autoridades portuguesas abordaron fue muy distinta. Kate y Gerry, los padres, se convirtieron en el centro de la atención, una no deseada en absoluto. Mientras la pareja salía en los medios de comunicación con gesto adusto reclamando la aparición con vida de su hija, la policía estaba indagando en sus actividades, sus amistades, su pasado.
La improbabilidad que una niña tan chica se desvaneciera de la faz de la tierra despertaba suspicacias por doquier. Pero en investigaciones de esta naturaleza siempre se intenta ahondar en el núcleo familiar. Indefectiblemente son sospechosos hasta que se despejan todas las dudas.
La pareja de médicos fue señalada como los autores. Se sospechó que habían matado accidentalmente a Madeleine tras sedarla aquella noche. Algunos elucubraron que lo hicieron para poder disfrutar la noche con amigos en paz, en lo que habría sido una fiesta de tinte sexual.
Pero la mala praxis en la administración de los sedantes resultó en la muerte y, desesperados, intentaron encubrir el hecho.
Algunas inconsistencias en sus declaraciones iniciales ayudaron a consolidar esta hipótesis. Los medios de comunicación hicieron eco y, de un día para otro, los rostros de los padres en pleno proceso de duelo mutaron de victimas a victimarios. Pero las pruebas de ADN en distintos lugares no pudieron relacionar a los padres con la desaparición de su hija.
Mientras el circo mediático y policial crecía en envergadura, la pequeña rubia seguía fuera del radar. El caso se enfriaba a medida que las hipótesis crecían.
Gonçalvo Amaral, el primer jefe de la investigación, sostuvo la teoría inicial sobre la culpabilidad de los padres e incluso escribió un libro desarrollando esta corriente de investigación.
Los McCann llevaron a juicio al policía y a diferentes medios de comunicación que sostuvieron la teoría, y ganaron sistemáticamente cada proceso por difamación. Pero el daño ya estaba hecho. A ojos de no pocas personas los padres siguen siendo los culpables, pese a que no hay ninguna prueba que los condene
El documental que se estrenó en Netflix exploró la teoría de la trata de personas. Mediante entrevistas a investigadores y allegados al caso proponen esta macabra línea de investigación como la posibilidad más fehaciente. Los puntos principales que se tienen en cuenta son dos: los rasgos de la niña serían codiciados en el mercado negro, sobre todo el africano y de Oriente Medio. Madeleine habría nacido con la complexión física idónea para que los aberrantes criminales la tomaran como un blanco.
El segundo punto es la ubicación geográfica. Aquella región portuguesa les habría permitido a los secuestradores colocar a la niña en no más de noventa minutos en un barco con destino a África u otros puntos de Europa más remotos.
Muchos sostienen que esta teoría es la más optimista pese al oscuro panorama, porque implicaría que la niña estaría viva.
El documental es interesante pese a que después de su estreno se hayan abierto otras líneas de investigación, como la aparición de un supuesto pedófilo que la habría raptado aquella noche mientras los padres se divertían con sus amigos. Los ocho episodios están estructurados de forma tal que el misterio se va desenvolviendo por “capas”.
Las múltiples entrevistas, que no incluyen a los padres, se encargan no sólo de analizar la principal hipótesis, sino que hacen una autopsia a lo que fue la teoría más popular: Kate y Gerry como los principales sospechosos de la desaparición. Es impresionante ver la construcción de un mito popular y global casi en tiempo real. El público sacó sus conclusiones en base a una cobertura mediática inédita para un caso de este tipo, ya que, lamentablemente, todo el tiempo desaparecen menores de edad en el mundo y casi ningún caso tuvo la repercusión de este.
La construcción de dos villanos ficticios es casi tan apasionante como el misterio de la desaparición en sí, y es uno de los atractivos que tiene la serie. Los productores afirmaron que una de las intenciones detrás del documental era mantener la imagen de Madeleine en el ojo público para intentar ayudar a dar con el paradero de la niña.
Pese a que el caso continúa aún hoy inconcluso, La desaparición de Madeleine McCann establece una narrativa atrapante y conmovedora.
Los ocho episodios se encuentran disponibles en Netflix.