Dwayne “La Roca» Johnson se ha forjado un nombre de la nada. De origines humildes y con algunos problemas con la ley en su juventud, el muchacho se internó en un gimnasio con la intensión de convertirse en protagonista de la exigente liga de Lucha Libre estadounidense.
Y lo consiguió.
Sus ambiciones, sin embargo, no estaban circunscritas al cuadrilátero. La Roca había ganado la simpatía del público pero, en secreto, estaba formándose para algo mucho más grande. Quería ser estrella de Hollywood, anhelaba abandonar un deporte que se caracteriza por dejar tiradas a sus estrellas cuando se lesionan o incluso mueren arriba del ring.
La oportunidad le llegó con un papel secundario en La Momia Regresa, poniendo su rostro y físico imponente al temible Rey Escorpión, un antagonista menor en la saga que terminó derivando en su propio largometraje. Johnson aún era conocido como La Roca. Los cínicos no auguraban un futuro promisorio a la montaña de músculos con un rango de interpretación acotado.
El ex luchador, convertido en actor, tomó cuanto rol en películas de acción y aventuras pudo. Demostró que su presencia atraía a multitudes cada vez más grandes. Sus roles empezaron a crecer. Cada vez hablaba más. Cada vez tenía más peso en las decisiones detrás de cámara. Su estrellato crecía a la par de su musculatura imposible.
Se había convertido en una figura protagonista, con una cuenta bancaria inimaginable. En cada entrevista demostró que era capaz hasta de vender equipos de buceo en el desierto. Siempre lucia impecable en las agotadoras ruedas de prensa. Aprendió a promover sus largometrajes como si fueran eventos.
Pero Dwayne Johnson, ahora con el apodo La Roca muy atrás en el camino, seguía soñando.
Fanático de Dc Comics, uno de sus personajes favoritos era Black Adam, uno de los antihéroes surgido en las páginas de Shazam!, uno de los superhéroes más poderosos. El personaje parecía calzar a la perfección en la estructura molecular del actor. Era un romance destinado a la gran pantalla.
Hace casi una década, Johnson comenzó a pelear para llevar a su amado Black Adam a las salas de cine.
La lucha no fue sencilla. DC Comics había tenido varios aciertos con films individuales- El Hombre de Acero; Wonder Woman; Aquaman; Shazam!– y varios derrapes- Batman v. Superman; la primera versión de La Liga de la Justicia; Wonder Woman 84 – y un proyecto épico gestado por los fans que parecía haber cerrado una etapa: La Liga de la Justicia de Zack Snyder fue una carta de amor a los fans, a los personajes, al cine de género.
Pero aquel universo cinematográfico tambaleante parecía no tener un futuro promisorio, al menos en continuidad. Henry Cavill parecía cada vez más alejado del rol de Superman, la idea de ver a una los personajes reunidos de nuevo se desvanecía día a día…
Hasta que llegó Dwayne Johnson. El actor y productor luchó por traer de vuelta a Cavill al papel que lo consagró. Negoció durante años para que se calzara la capa no sólo en un cameo, sino en una serie de películas que ahora estarían en producción. Y utilizó su proyecto de pasión, Black Adam, como una carta de negociación.
Una vez más, el hombre triunfó.
Tras tantas idas y vueltas, una pandemia en el medio, Black Adam por fin llegó a las salas de cine. Johnson se la pasó diciendo que la “jerarquía de poder en el universo DC iba a cambiar” con su llegada, y este primer largometraje cumple con lo que prometió. El antihéroe es una fuerza de la naturaleza, dotado de poderes similares a los de Superman, pero sin la brújula moral de éste. Se la pasa atravesando paredes porque no tiene tiempo de utilizar puertas, y no duda en electrocutar, pulverizar o enviar a la estratosfera a quien se le cruce.
Nacido en la esclavitud miles de años en el pasado, Black Adam pasó la mayor parte de su vida bajo tierra, a la espera que alguien lo libere. Existe una profecía que hablaba sobre el retorno del héroe del país de Oriente Medio Kahndaq, una localidad ficticia, hogar del campeón. Un grupo de rebeldes, que están en contra de la ocupación norteamericana del territorio, buscan la mítica corona Sabbac, que le otorga poderes inimaginables a quien la posee. Los nativos de Kahndaq quieren ocultar el objeto mágico para evitar que un nuevo tirano los domine, pero cuando el robo sale mal, Adrianna (Sarah Shahi) debe invocar a Black Adam con la esperanza que sea el salvador de la nación.
Pero quien debía ser un héroe resulta tener otros planes. El cambio cultural es demasiado para el hombre, que sobrevuela lo que alguna vez fue su ciudad sin reconocer su tierra natal. De inmediato se encuentra con un ejército que lo quiere detener, y a esos hombres se le suman un peculiar grupo de superhéroes: La Sociedad de la Justicia.
La mítica agrupación de DC se compone de Hawkman (Aldis Hodge), un poderoso hombre dotado de alas y un mazo; Atom Smasher (Noah Centineon), un joven héroe que está dando sus primeros pasos, y tiene la capacidad de agrandar o achicar su cuerpo a voluntad; Cyclone (Quintessa Swindell), dueña de una inteligencia sobrehumana y con la habilidad de controlar el viento a voluntad. Todos están comandados por Doctor Fate (el grandioso Pierce Brosnan), poseedor del casco Nabu que le permite dominar las artes místicas.
Todos se enfrentan a Black Adam, quien intenta encontrar su lugar en el mundo mientras un mal mayor y sobrenatural comienza a opacar los cielos de Kahndaq.
El largometraje es una montaña rusa de acción. Cada diez minutos, como mucho, diversas escenas de pelea copan la pantalla, con algo de desarrollo de los personajes. Lo justo y necesario para que entendamos quien es quien, pero el objetivo del film parece claro: presentar en sociedad a un personaje de habilidades formidables, regalarle al espectador un espectáculo a la altura del presupuesto, y sentar las bases para lo que todos esperamos sea el renacimiento del universo DC en cines.
Jaume Collet-Serra, quien ya había dirigido a Johnson en Jungle Cruise, y dió un batacazo con la película de terror La Huérfana, está a la altura del desafío que le planteó el protagonista cuando comenzaron a desarrollar el largo y ansiado proyecto. Hay detalles muy bien pensados, como Black Adam casi siempre flotando unos centímetros por encima del resto durante la mayor parte del metraje, que nos muestra sin caer en discursos que el antihéroe se siente por encima del resto.
En el tercer acto recién sus pies tocaran el suelo, estableciendo una metáfora visual que, de haberse intentado hacer con diálogos, hubiera quedado ridícula.
En donde no hay sutilezas es en el discurso anti imperialista y el comentario sobre las ocupaciones de tropas estadounidenses en territorios extranjeros. Los personajes hablan más como panfletos políticos que como personas, y si bien el mensaje es claro y cierto, la crítica caduca al chocar con la exposición sin tapujos.
Por suerte los héroes y anti héroes brillan cuando tienen que pelear. Dwayne Johnson pone toda su experiencia delante de cámaras (y detrás también) para darle al público un show de efectos especiales, coreografías bien pensadas y piezas de acción memorables. Si la historia de origen peca de simplista, cada golpe que se dan los protagonistas compensan las fallas del guion.
Y ver a la Sociedad de la Justicia brillar en cada escena es un sueño hecho realidad para los fanáticos de la historieta, y también para aquellos que no tengan la menor idea de quienes son los pintorescos personajes. Todos brillan, pero quien se roba el espectáculo es Pierce Brosnan. El legendario James Bond demuestra porqué sigue siendo una estrella del séptimo arte, regalando una interpretación elegante y sentida.
La escena post créditos hace que uno sonría inevitablemente. El futuro de DC luce brillante y Johnson es uno de los responsables de devolver al fanático la esperanza. Si la película hubiera sido mala, que no lo es en absoluto, estos treinta segundos justificaban el precio de la entrada.
Una secuela parece inevitable y, si todo sale bien con Shazam! 2, la tercera entrega de aquel héroe probablemente muestre a Black Adam enfrentándose con su némesis natural.
James Gunn asumió como director creativo de DC, lo cual promete aún más sorpresas positivas para los espectadores.
Black Adam es un largometraje entretenido, un paso firme hacia un horizonte en donde el sol parece brillar para DC. La jerarquía de poder pasó de manos en este universo, pero sabemos que ese estatus es temporal.
Solo resta soñar con lo que vendrá, y mientras tanto, disfrutar de este entretenido film de superhéroes.