Como es sabido, en la película “El Día que me Quieras” (del sello Paramount, filmada en Long Island –Nueva York- en enero de 1935), Carlos Gardel canta el tango Volver, con música propia y versos de Alfredo Le Pera. Un trozo de esa letra dice:
”Volver
con la frente marchita…
Las nieves del tiempo
patearon mi sien…
Sentir
que es un soplo la vida…”
¿De dónde tomó el autor la afirmación “es un soplo la vida” y que quiso expresar con ella?
La palabra soplo esta empleada varias veces en la Santa Biblia, aunque con distintos alcances.
El cap. 33, versículo 4, del libro de Job dice: “El espíritu de Dios se hizo y el soplo del omnipotente me dio vida”. Y en el capítulo 7, versículo 7, se lee: “Acuérdate que mi vida es un soplo y que mis ojos no volverán a ver el bien”
Como se observa, la palabra soplo está íntimamente unida al concepto de vida. En la primera de las citas se trata obviamente del origen de la vida, el soplo divino que la infundo en el barro primigenio. El otro texto citado se refiere a la vida misma que define como un soplo.
No pretendo hacer aquí una exegesis del Libro de Job, ese admirable tratando del dolor humano que ha sido objeto de estudios mucho más luminosos que mis modestas reflexiones (véase Fray Luis de León en el siglo XVI y Ernesto Renán hacia 1859), Recuerdo, empero, que también el Corán se refiere a Job (Libro VII, Sura 6º, vers. 84 y el Libro XVIII, Sura 21ª, ver. 83).
En el Libro VII, Sura 6ª, vers. 32 el mismo sagrado libro dice: “¿Qué es la vida mundanal sino juego y diversión? En cambio, la morada en la otra vida, es preferible para los timoratos. ¿No lo comprendéis?” (“El Sagrado Corán”, nueva versión castellana directamente del original arábigo, por Rafael Castellanos y Ahmed Abboud, Buenos Aires, 193, pág. 158).
Sin pretender exegesis alguna pienso que Le Pera al decir que es un soplo la vida recogió, sin saberlo (o sabiéndolo, ¿Quién puede afirmar o negar?) la bella y antigua metáfora que asimila la vida a una efímera ráfaga. Volver adquiere así un profundo sentido: el de una meditación sobre la fugacidad de la vida, que no es sino un tránsito hacia la eternidad.
Del señor Protector don Edgardo
Rosario – Octubre de 1984
Edgardo Leunda Tosi
Protector
Volver
Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo:
«Tuya es su vida, tuyo es su querer»,
bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver.
Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
que, pobladas de recuerdos,
encadenen mi soñar.
Pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde,
que es toda la fortuna de mi corazón.
Tango – 1935
Música: Carlos Gardel
Letra: Alfredo Le Pera