En los años Veinte y Treinta del pasado siglo, cuando París se había convertido en la segunda Capital del Tango, fueron muchos los porteños que tentaron suerte en la Ciudad Luz.
Haciendo el camino inverso, también eran bastantes los “macrós” que recalaban en Buenos Aires para desarrollar su negocio, trayendo también en no pocos casos, a sus mujeres directamente de Francia; es la época en que en el Plata, las francesas alcanzan su punto más alto en la cotización del mercado prostibulario.
Como síntesis de ese intenso intercambio de viajeros y culturas, la capital argentina incorpora a su habla cotidiana, muchos vocablos de origen galo.
Uno de ellos es “gigoló”. Este personaje no era un explotador de mujeres en el sentido clásico; un “fioca”, un “cafishio” que administraba celosamente su negocio. Era lo que en español corriente se conoce como un mantenido. Un vivillo cuyo parasitismo, era conocido y consentido por la presunta víctima, casi siempre una mujer de bastante más edad que su galán incurso en la categoría de “gigoló”.
El “gigoló” oficiaba de acompañante, de novio más o menos formal o amante rigurosamente mantenido en las sombras, según las condiciones impuestas por la clienta. Resumiendo, se trata de algo así a lo que en el auge de la cultura norteamericana, se denomina “taxi boy”; salvo que aquel podía tener un carácter de exclusividad y no cobrar por hora o por día como lo hace un ejemplar moderno, además la dama no abonaba una tarifa, lo bancaba al caballero en toda su vida diaria. Los había de todas las calidades y aspiraciones: desde los que desarrollaban su carrera en algún cabaret de Buenos Aires, hasta los que incursionaban directamente en París, montados en la moda tanguera que las orquestas argentinas llevaban al Viejo Mundo.
Triunfar en París significaba la coronación de un “gigoló” que se preciara de tal. Enganchar una “franchuta” que lo mantuviera toda la vida era la aspiración de aquellos muchachos que querían sacarle el jugo a su pinta.
Pero no siempre la jugada salía triunfante: a veces había que tomar lo que se daba y el resultado era un fiasco:
“Con una gorda tuerta
de mucho vento
que no me dio ni medio
y me amuró.”
Se quejaba amargamente el “gigoló” del tango Araca París de Lenzi y Collazo.
Desapareció el personaje en su versión afrancesada, pero el oficio sigue gozando de muy buena salud.
Aquel Tapado de Armiño
Aquel tapado de armiño
todo forrado en lamé,
que tu cuerpito abrigaba
al salir del cabaret;
cuando pasaste a mi lado
prendida a aquel gigoló,
aquel tapado de armiño,
cuantas penas me causó.
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Tango – 1928
Letra: Manuel Romero
Música: Enrique Delfino
Viejo Smoking
Viejo smoking, cuántas veces
la milonguera más papa
el brillo de tu solapa
de estuque y carmín manchó
y en mis desplantes de guapo
cuántos llantos te mojaron,
cuántos taitas envidiaron
mi fama de gigoló.
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Tango – 1930
Letra: Celedonio Esteban Flores
Música: Guillermo Desiderio Barbieri
Del Libro Personajes en el Tango – Roberto Bongiorno – Editorial Unilat – 2010