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Oski: “Hago lo que se me Canta”
Un Maestro del Humor Gráfico Argentino
Oski: “Hago lo que se me Canta”

Un Maestro del Humor Gráfico Argentino
En octubre de 1979 moría Oski. A lo largo de una prolífica vida creativa, este artista había concedido numerosas entrevistas en la que se entremezclaba su decir campechano con sorpresivas iluminaciones. A 45 años de la publicación de su primer dibujo- en abril de 1942 en la revista Cascabel-, rescatamos esa memoria oral del que fue uno de los interesantes maestros del humorismo gráfico.

De chico dibujaba copiando, soldados, esas cosas. Yo dibujaba bien entre la mersa, no entre los grandes.

Cuando me recibí de bachiller pensé entrar en Medicina, pero a mi familia le entró la ruina económica. Me metí, entonces, en Agronomía porque el ingreso era libre. Mi inclinación por el dibujo me llevó además a Bellas Artes. Yo quería un título que me permitiera trabajar.

De noche estudiaba y de día aprendía letras en Crítica. Ahí hacía títulos, letras, etc., y no me pagaban -decían- hasta que lograse dominar el oficio. Quizá no lo conseguí porque no cobré nunca.

Después de aprobar el primer año en Bellas Artes “a lo macho”, sin estudiar, me rebotaron en segundo. Ahí me metí a estudiar más seriamente. Me di cuenta que había dibujantes más hábiles que yo. Dejé Crítica y Agronomía y empecé a laburar en una librería que quedaba frente al Colegio del Salvador. Dibujaba láminas escolares. Estábamos obligados a hacer, por lo menos, tres al día.

Teníamos que laburar como locos, aunque era divertido. Pintábamos por ejemplo, “El Combate de San Lorenzo”, “El Negro Falucho”, “Las Niñas de Ayohuma”, “La Higiene”, “El Ahorro”, “El Oxígeno”,… ¿Qué es el oxígeno? Esas láminas las usaban las niñas del Normal para hacer sus prácticas. Salían unas cosas asquerosas pero había que hacerlas rápido. Poníamos cualquier cantidad de pasto. Aparecía la gente siempre peleando entre pajonales y emponchados, para evitar los detalles botones, correas. Esas eran las trampas que hacíamos.

Más tarde entré a dibujar orlas y etiquetas para la casa Antihony Blank. De ahí me viene la afición por las filigranas y la manía por los marcos, así como la presentación “didáctica” en temas como “El Billar” o “El Karate” se debe a mi paso por las láminas escolares. Mi ideal era hacer un dibujo como el de Salinas, pero yo no me sentía capacitado para hacerlo, además de lo poco que pagaban. Entonces empecé a intentar mostrar mis dibujos en distintas revistas. No pasaba nada.

Los trabajos que hacía en ese tiempo no tenían cabida dentro de lo que se estaba publicando.

Uno siempre toma de otros tipos alguna cosa. Por ejemplo, si no hubiese estado Lino Palacio cuando yo empecé, quizás ahora estaría haciendo otra cosa. Creo que uno de los dibujantes más grandes que hubo acá fue Divito. Es cierto que estaba un poco atado a las formalidades tradicionales, pero cuando rompió con el “estilo Quinterno” y encontró  su propio lenguaje fue el gran intérprete de lo porteño. No hay que olvidar que obligó a todo el mundo a vestirse y a peinarse como él quería. Cada dibujo suyo era una verdadera caligrafía.

Mi inclinación por la pintura comenzó entonces. Me había recibido de profesor de Bellas Artes y estudié con Centurión, que había sido profesor en la escuela. También lo hice con Petorutti.

Parece que andaba necesitado de algunos mangos y enseñaba en una casa de Charcas y Callao.

Aunque charlaba demasiado, me sirvió de mucho porque era muy interesante. Recuerdo que nos hacía hacer unos esfuerzos raros. Nos hacía dibujar como decía que hacían en el Renacimiento: en un palo largo te ataba una carbonilla y vos, con ese instrumento, tenías que copiar una naturaleza muerta. Era difícil, pero parece que el dibujo sale más fresco. Algo así como dibujar con la izquierda. Creo que Leonardo decía que “la derecha es demasiado sabia”.

Con mi título de profesor de Bellas Artes apenas si conseguí cuatro horas semanales de enseñanza, en La Plata. Seguía haciendo, para no morirme de hambre, los dibujitos para publicidad.

Poco antes del año 1942 apareció  la revista Cascabel.  Allí tuve mi primer contacto con los dibujitos Steimberg. La línea sencilla, sin detallismo. Ver eso fue fabuloso, difícilmente pueda olvidarlo. Me di cuenta que lo que uno hace en broma, para divertirse, se podía publicar.

Venciendo mi timidez llevé mis trabajos a Cascabel. Eran unos chistes que ahora darían miedo a cualquiera, sin embargo parece que gustaron porque el primero de abril de 1942, me publicaron uno. No podía creer que en esa revista  memorable, dirigida por Estol, Caballé y Villalba Welsh, trabajara yo. Ellos hacían la revista con una receta que cobro vigencia hasta hoy: muchas chicas monas con poca ropa y mucho humor. Allí se iniciaron, entre otros, Landrú y Faruk.

Yo Oscar Conti- de origen tano- se había transformado en Oski, el diminutivo familiar de Oscar. Ahí empecé a hacer “César Bruto”. Carlos Warbes lo escribía y yo lo ilustraba con una “fotoski”. Juntos con Warnes hicimos los grandes inventos de este mundo, el Medicinal Brutoski ilustrado y seguramente  mil cosas más que ya ni recuerdo. Lo cierto es que a mí solo me interesaba la pintura, y los chistes eran un ganapán. Claro que hacerlos me divertía y, además, escritos por Warnes eran otra cosa.

Al mirar hoy esos trabajos míos con Warnes me resulta de una dureza, tan recargados. Era algo muy primitivo, como todo lo que empieza. Después fui dibujando más, limpiando el dibujo. Pero sigo, hasta ahora, muy inseguro. Cada dibujito me cuesta muchísimo. Lo calco, por lo menos dos o tres veces.

Un día largue todo y me fui al Perú. No sé por qué lo elegí. En el ’43 estaba instalado en el Cuzco.

Estudie Arqueología y Folklore en la Universidad. Seguía mandando mis dibujitos a Buenos Aires.

Seguía haciendo “Cesar Bruto”.  El cambio de moneda me dejaba una diferencia importante. Allí hacia cosas que tenían que ver con el surrealismo. Los cuzqueños no tenían ni idea de que se trataba. El Perú en aquellos tiempos era otro mundo. Las ruinas, los indios, la mugre en los mercados me producían sensación muy extraña. Saque cientos de fotografías que después vendí en Viena. Además de fotografiarla, se me dio por dibujar esa realidad. De ese entonces, 1944, es “La banda de música”. Esos dibujos los expuse en un cine. Era tal la pobreza que ni vidrios había, los pegaron así nomas en las paredes. Vino un cura amigo con un grupo de chicos del colegio y los pibes se afanaron todo. Creían que se los podían llevar, que eran para regalo, que se yo…

En Buenos Aires apareció Rico Tipo. Para esta revista -la mejor que yo recuerde entre las de humor que se publicaron en Argentina- hice “Amarroto”. Estaba basado en un tío mío que era comisario.

 Rico Tipo usaba el nacionalismo, la cosa porteña. Era jodida en el sentido de que se cagaba de risa de las provincias, de los países limítrofes.

Trabajar en las revistas más importantes de Buenos Aires me daba la posibilidad de darme algunos gustos. Viajaba por el país, hacía exposiciones. En el ’46 me fui a Chile. Desde entonces fui y vine constantemente, hasta poco antes de la caída de Allende. Tengo un cariño muy especial por Chile.

Pubiliqué para un laboratorio el Vadmecum Brutoski Medisinae con textos de César Bruto.

También trabajé para el gobierno de Allende, ilustré una serie de folletos con el tema del azúcar.

Antes del golpe había dificultades. Faltaban las cosas, por ejemplo. Pero faltaban para la gente pobre. Yo vi personalmente encontrar dos mil tubos  de dentífrico tirados en un baldío, cuando faltaban. Se veían cientos, miles de pollos botados en el rio Mapocho. El hombre del dentífrico y al de los pollos había alguien que les compraba para tirarlos ahí. ¿Errores? ¡Claro que los hubo! Pero si uno piensa lo que habrá sido la Revolución de Mayo, los líos que habrán tenido los patriotas…

Todas las revoluciones fueron así, llenas de dificultades. Lo fue la revolución cubana. A lo mejor algunos tipos, en Cuba, hoy comen menos que antes,  pero ahora comen todos. Esa es la diferencia.

En el ´’48 me fui a Italia. Trabajé en muchos diarios y revistas desde el primer momento porque mis trabajos se conocían.

Ahora, en Italia, hay algunas revistas que son bárbaras. En una de las que colaboro se llama II Male. La policía la secuestro varias veces por inmoral, pero en realidad están lejos de la inmoral, pero en realidad están lejos de la inmortalidad. Diría que son groseros. Allí la cosa no aparece disfrazada. La caca es caca y no hay vuelta que darle. Allí voy muerto, tengo que adaptarme, buscar…

Trabajé mucho en publicidad. Hice un Zodiaco, un “Mapa de los vinos de Italia”, “Las tablas de la escuela de Salerno”, esa escuela médica que duró hasta Napoleón. Allí hice de todo.

Esto no quiere decir que haya hecho la guita. Siempre viví con austeridad espartana. Pero tengo muy buenos libros, aunque de algunos estoy aburrido. Puedo beber champán de vez en cuando, cosa que me gusta mucho. Uno no precisa tanto para vivir… además con mi manera de hacer negocios es difícil ganar bien.

Me cuesta hacer ese juego de relaciones. Es difícil eso de ir a la galería de arte, a las presentaciones, porque a uno le dicen que ahí puede pasar algo, puede salir algún laburo. Hay que hacerse la cortesana, ir a encamarse con el ministro. Cuesta una humillación estar en onda, un emputecimiento.

Yo me siento muchas veces bastante jodido. No se si no es mejor ser cajero de un banco. Por lo menos, un cajero tiene libre el sábado, el domingo, se puede ir al Tigre ¡qué sé yo! No tengo nunca un día libre para decir “hago lo que se me canta”. Ni siquiera tengo tiempo para los colegas que me gustan, o para pintar. Pero, sino hago estos trabajitos, ¿de qué vivo? Es como una rueda.
Crisis – Abril 1984

El Humor no es Chiste
¿Qué diferencia hay entre un humorista y Cervantes? El Quijote es una obra maestra y es humor.

Yo soy humorista y dibujante, y para hacer ambas cosas empleo la seriedad. Hay tipos que hacen cosas que sirven y otros que no. Por ejemplo, Chamico (Conrado Nalé Roxlo) es un gran tipo, un gran humorista y un gran escritor. Uno lee los chistes que se hacían hace treinta años atrás y no se ríe, no entiende nada, le falta el contexto; en cambio lees El Quijote y te matas de risa. La diferencia es abismal.

El humor es eterno; el chiste, la pavada, no duran. El humor gráfico que aparece en la prensa da popularidad a los dibujantes y uno llega a sentirse importante, conocido por todos. El deseo por hacer ese trabajo responde a un estado por el cual todos pasamos y que tiene que ver con el ego, con la fama. Pero ocurre que al tratar temas de actualidad, el humor se vuelve efímero, se envejece, pierde el sentido.

Trabajar Cansa
Si el tipo me encarga los dibujos y no me adelanta plata, yo tengo derecho a pensar que después no me va a pagar. Si le pido la plata adelantada, el tipo puede pensar que me voy a llevar la guita y no voy a hacer los dibujos. Y así el laburo no se puede hacer.

Para laburar necesito champan, El champan es caro. Para comprar champan necesito plata y para tener plata necesito laburar. Pero para laburar necesito tomar champan… entonces, no puedo laburar-

La Biblia es Buena para Reírse un Poco
No nos reímos de lo que conocemos demasiado. Lo que nos hace reír son las situaciones de angustia pero a cierta distancia en el tiempo. Por ejemplo en “El sitio de Siracusa” que sucedió en el 212 a. de C. En ese dibujito aparecen los habitantes, cada uno con un espejo dirigiendo los rayos del sol e incendiando el enemigo.

La Biblia también es buena para reírse un poco ¡Tiene una violencia! ¡Eran brutales aquellos tipos! Ese momento de Sodoma me parece extraordinario. Imagínese que lleguen a su casa dos tipos a esconderse porque los quieren violar. ¿No es terrible? Estas historias tienen mucha riqueza para  el humorista. Yo me encuentro más cómodo con la historia antigua. La gracia de una armadura no es lo mismo que la de un tanque de guerra.

También me encuentro bien dibujando esos animales rarísimos que no existieron, pero que distintas personas dicen haberlos visto.

El humor es una forma de salir afuera. Siempre detrás de él hay una angustia, un ridículo. Me rio de lo ilógico, de las situaciones absurdas, como ese tipo que inventó un submarino a pedal  o ese español que batallo ocho horas levantando sobre la montura de su caballo porque tenía clavada una flecha en el culo.

Lo que hace uno es como sobrevivir a la angustia. Es el problema de la soledad. Es la angustia del que no tiene a nadie más que a su propia soledad. Eso se ve en mi dibujo sobre la Plaza  España, que está basado en una obra del 1700, pero de la que use los elementos al revés. En mi dibujito están las cosas que pasan en un paseo: hay cortesanas, curas, grupos… y, de pronto, al fondo, aparece un tipo que corre con la espada desenvainada en la mano, corre hacia un lugar incierto. Es el misterio. ¿Adónde va el tipo? ¡Al carajo, va!

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