Un hombre primitivo ha perdido a su familia en un ataque feroz. Los dinosaurios aún caminan por la Tierra y son la especie dominante. Estas bestias feroces han acabado con la familia de nuestro protagonista.
Desolado, el hombre que es puro instinto primordial se encuentra sin un motivo para vivir. Su existencia se basaba en cuidar y alimentar a los suyos en un mundo plagado de violencia natural. Sin el combustible para seguir adelante incluso piensa en acabar con su vida.
¿Qué puede hacer una persona de esta índole sin la motivación única para vivir? ¿Cómo se suprime la naturaleza si cada célula de su ser le indica que debe reproducirse, perpetuar la especie?
“Lanza”, nombre que le adjudican los creadores de la serie, se ve en la necesidad de unir fuerzas con un Tiranosaurio que también perdió a su familia, víctima de la misma manada que asesinó a la esposa y dos hijos de “Lanza”. El improbable dúo comienza a nutrirse mutuamente. Salen de cacería, se defienden de otros depredadores más feroces. El hombre prehistórico encuentra en el animal no sólo un compañero, sino a un amigo y, sobre todo, alguien a quien defender.
Alguien por quien vivir.
Genndy Tartakovsky es un genio de la animación, nacido en Rusia pero formado en Estados Unidos.
Dueño de un talento inconmensurable, creó clásicos de la televisión como El Laboratorio de Dexter, la increíble Samurai Jack y uno de los primeros proyectos animados en el universo Star Wars que calaron hondo en el fanbase: Star Wars: The Clone Wars, una serie de cortos que contaban los eventos que tuvieron lugar entre el Episodio II y el Episodio III de la franquicia cinematográfica.
En cine le regaló al público la maravillosa trilogía de Hotel Transilvania, en donde su estilo hiperquinético se mezcló por primera vez con la animación generada por computadora. Lejos de emular a los films de Pixar, Tartakovsky no resignó su visión y se propuso contar una comedia repleta de gags visuales, muchísima imaginación en los diseños y, sobre todo, rebosante de entretenimiento.
Todo esto puede sonar a que Primal podría ser una nueva serie animada para público infantil y joven, pero nada más alejado de la realidad. Estamos ante la obra de un autor que siempre busca superar sus trabajos pasados, y acá nos ofrece la que tal vez sea su creación más personal.
Primal, al menos en su primera temporada, apenas tiene un diálogo. La narrativa se establece desde lo visual, y desde el primer minuto entendemos los sentimientos de los personajes sin necesidad de palabras que expliquen lo que estamos viendo. Cuando “Lanza” sufre, lo entendemos por los gestos desgarradores. Cuando lo hieren, basta ver su rostro para entender el dolor. Cuando desconfía, su postura corporal cambia. Cuando empieza a recobrar el sentido de la vida, las palabras una vez más sobran.
La serie es, también, extremadamente brutal en la violencia que exhibe. La sangre chorrea por cada herida que se infringe, los huesos se quiebran con dolorosos chasquidos. El peligro se siente real pese a que la animación es sumamente estilizada, como acostumbra Tartakovsky. Pero en sus obras anteriores, cuando alguien peleaba o se lastimaba, respondía a los criterios propios de los “dibujitos” aptos para toda la familia. Acá no. Como el título lo indica, Primal, ergo, primitivo, no sólo hace referencia a la época en donde está situada esta historia de supervivencia, sino a la energía primitiva, primigenia, hormonal, salvaje, que destila la serie.
El creador fue inteligente a la hora de situar su narración en un período prehístorico fantástico. Esta no es una era en particular en los inicios de la humanidad, sino una versión paralela, con elementos fantásticos, que le permiten, por ejemplo, poner a un neardental codo a codo con un dinosaurio carnívoro. Si bien algunas teorías nuevas sugieren que nuestros parientes más lejanos podrían haber llegado a convivir con estas fantásticas criaturas, la premisa de Primal es completamente irreal, y eso le abre el patio de juegos a Tartakovsky para mezclar especies de distintas eras, incluyendo otras evoluciones humanas tempranas y todo tipo de monstruos.
Primal es una historia épica que no necesita diálogo alguno para crear emociones de todo calibre. Apela a un argumento simple: la importancia de la familia, de la comunión como el otro, del ecosistema como algo fundamental para todas las especies. Asistimos a un espectáculo en donde la supervivencia es lo primordial, pero pone como arma principal la camaradería.
Se anima a meterse con temas complejos como la pérdida de seres queridos y los mecanismos que tiene cada uno para lidiar con las situaciones de dolor. Uno imaginaría que seres primitivos no tendrían emociones tan desarrolladas como las nuestras, pero es ese justamente el ingrediente mágico que dota de carisma a una serie que, en manos de otros creadores, hubiera quedado como simples episodios de acción en donde hay dinosaurios. El autor ruso va tres pasos adelante de la competencia, y se anima a parir una obra no sólo personal, sino que es también universal. En la simpleza está la belleza de Primal, que con su brutalidad es capaz de emocionar y consigue que empaticemos con un hombre de las cavernas que tiene como amigo a un dinosaurio.
Aparte, cada episodio es autoconclusivo, Tartakovsky consigue condensar “mini” aventuras en cada capítulo, sin perder de vista el rumbo que le quiere dar al destino de su protagonista.
Primal es una obra maestra moderna, una épica animada de una belleza visual y sonora que merece ser vista.
Los veinte episodios de las primeras dos temporadas se encuentran disponibles en HBO MAX.