Un avión despega de un aeropuerto. Es un vuelo comercial. La aeronave carretea en la pista y se eleva, como siempre, sin sobresaltos. Una vez que llega a la altura indicada, la señal del cinturón de seguridad se apaga. Los pasajeros se relajan. Los aeromozos comienzan a repartir las bebidas y snacks, como siempre.
El trayecto debía durar menos de cuarenta minutos.
En un momento del recorrido, mientras las alas del avión atravesaban las nubes del cielo rumbo a Seattle, un pasajero aprovecha la cercanía de una azafata. Le entrega un papel en donde le informa que hay una bomba en el vehículo y que debían darle doscientos mil dólares para garantizar la seguridad de los treinta y cinco pasajeros restantes.
Al principio, la mujer no creyó la historia, pero ocho tubos rojos adosados al torso del hombre la disuadieron. Lucían como cartuchos de dinamita. La azafata le comunicó al capitán lo sucedido y, tras conseguir que el hombre prometa no estallar el avión, y tras más de dos horas de vuelo en círculo, autorizaron el pago del rescate y aterrizaron en un aeropuerto distinto al destino original, en Seattle.
Allí recibió los billetes sin marcar (a excepción de uno, destinado a perseguir al hombre), y el avión volvió a despegar con destino a la Ciudad de México. La nave debía tener la puerta trasera abierta y volar a la mínima velocidad posible.
Eran exigencias raras. Pero el hombre aceptó. El Boeing 727-51 voló unos veinte minutos hasta que los tripulantes notaron que el secuestrador se había desvanecido.
Aquel 24 de noviembre de 1971 D.B. Cooper, cuyo nombre por supuesto es ficticio, saltó a la fama como uno de los ladrones más audaces de la historia. Cometió el crimen perfecto, se dio el lujo de deshacerse de varios fajos de billetes, el único rastro que quedó de aquel hombre misterioso del cual ni una foto se llegó a conocer.
Cinco décadas más tarde, el misterio persiste. La figura de Cooper pasó a la cultura popular —hasta la serie Loki de Marvel jugó con la idea que el Dios del Engaño fue en realidad el popular ladrón— y documentales como D.B. Cooper: ¿Dónde Estás?, continúan alimentando la leyenda.
Para comenzar, es probable que el hombre ya haya muerto. No por la caída del avión, a la cual todo el mundo sospecha que sobrevivió, sino porque tendría noventa y cinco años hoy. El documental, dirigido por Marina Zenovich, explora las teorías más populares y las más absurdas para intentar reconstruir la fascinante historia.
Uno de los aspectos más atrayentes de estos cuatro episodios es cómo la figura de Cooper no sólo no fue demonizada, sino que se convirtió en una personalidad casi venerada, ya que consideran que cometió un crimen perfecto —aparentemente por diversión— sin dañar a nadie. Parece que fue una travesura, o mejor aún, un desafío que se planteó el hombre.
El “problema” de este tipo de documentales es que sabemos de antemano que no habrá ninguna respuesta, nada que nos acerque ni un poco a tener una respuesta. Ni siquiera hay teorías nuevas que puedan ofrecer una visión distinta del mito. Zenovich apunta a entrevistar a especialistas en crímenes, familiares de personas que estuvieron en aquella fabulosa jornada, a explorar teorías conspirativas, a jugar con los elementos probablemente ficticios de una historia que parece extrapolada de una novela de misterio de Agatha Christie.
Sin embargo, la historia es sumamente atractiva y, para aquellos que no conocen la historia de D.B. Cooper, este documental es una excelente puerta de entrada para empaparse en uno de los episodios más raros e investigados de la historia estadounidense.
El género true crime continúa captando la atención de la gente y este documental en particular tiene la diferencia que no se hablan de truculencias o asesinatos violentos. No hay asesinos seriales, ni siquiera un final triste. Es un relato de astucia, de planificación excelsa, que tiene como protagonista a un hombre sin rostro que cautivó a la opinión pública en los ´70 y que jamás se fue del ojo público.
D.B. Copper: ¿Dónde Estás?, consta de cuatro episodios que se pueden disfrutar en Netflix, una de las plataformas que más apuesta a este tipo de producciones.