¿Qué hace a un clásico navideño? Lo más obvio que se puede decir —y pido perdón por incurrir en redundancias— es que el 24 de diciembre tiene que ser la fecha en la cual la película transcurra. Los adornos coloridos, los villancicos, los pesebres, y en el caso de las producciones norteamericanas, la nieve que tiñe de blanco el paisaje.
John Hughes fue un escritor y director que parió clásicos adolescentes en clave de comedia como The Breakfast Club, Ferris Bueller´s Day Off o Weird Science. También escribió la fantástica Pretty in Pink y una docena de largometrajes que pasaron al inconsciente colectivo. Lo que no muchos saben es que él fue el responsable de Home Alone, que en nuestro país se conoce como Mi pobre angelito, porque en estas pampas las traducciones absurdas son parte del legado colonial que nos dejó España, los maestros en poner títulos bizarros a los largometrajes.
A este clásico navideño Hughes decidió darle una vuelta a la tuerca. A la comedia inocente, el drama familiar y ese espíritu de “sentirse bien en una fecha especial” le sumó una historia policial con dos ladrones que buscan aprovecharse de la época para robar casas mientras todos festejan. Lo que no sabían Harry y Marvin, los dos criminales, es que en uno de los hogares había quedado rezagado un niño de ocho años dispuesto a dar la batalla más sangrienta que jamás se vio en una nochebuena.
Mi pobre angelito debe ser una de las películas más violentas para la familia que jamás se haya hecho. Kevin McCallister elabora un complejo sistema de trampas y torturas para los atacantes. Si esto no fuese una comedia, ambos ladrones hubieran muerto en el segundo intento de robo. Con sus ocho años y rostro angelical, el pequeño consigue torturar física y psicológicamente a dos adultos durante una hora ininterrumpida.
Con un poco más de sangre, esta podría ser la precuela de El Juego del Miedo, y hay más de un internauta que considera a Mi Pobre Angelito como la historia de origen del temible asesino serial de la saga de horror.
La historia comienza con la multitudinaria familia McCallister, quienes viven en una mansión en los suburbios de Chicago. Un corte de luz hace que los despertadores de la casa se reinicien, y al despertar, tienen minutos antes de tener que tomar una combi hacia el aeropuerto. Por esas casualidades propias de un film, Kevin queda solo en el hogar, y los padres se dan cuenta recién cuando ya están en pleno vuelo hacia París.
Kevin, por su parte, había tenido una discusión más con sus familiares, y había deseado antes de irse a dormir que desaparecieran. Cuando abre los ojos se da cuenta que se quedó solo y, lejos de ponerse mal o asustarse, descubre que sus deseos se hicieron realidad. Tiene la casa para él, y no puede estar más feliz.
De inmediato saborea la miel de esa libertad anhelada, y durante algunas horas se da todos los gustos que jamás pudo. Es un niño viviendo un sueño, y lo aprovecha a más no poder.
Los problemas comienzan cuando los ladrones fijan su objetivo en la residencia McCallister, y el niño debe abandonar su inocencia inherente para defender su territorio con uñas, dientes y hasta armas.
La comedia es casi exclusivamente física, y pese a que tiene ya treinta y dos años de edad, los chistes funcionan a la perfección en el tiempo presente. El encanto que tiene este film es indudable, y todo es gracias a la suma de tres elementos: el guion, la dirección y los actores.
Del guionista ya hemos hablado. La segunda parte del tridente es el director Chris Colombus, quien antes de lanzarse a la dirección había escrito gemas del cine como Gremlins y Los Goonies. Pese a que antes de sentarse detrás de cámaras para Mi Pobre Angelito tenía dos títulos en su currículum, fue ésta obra la que lo catapultó hacia el estrellato. Home Alone, como se llamó en Estados Unidos, fue un éxito rotundo que terminó pariendo secuelas —la primera dirigida por él— y que lo consolidó como un pilar de la comedia adolescente industrial, a tal punto que terminó dirigiendo las primeras dos entregas de la saga Harry Potter.
Sin la mano de Colombus para narrar visualmente este largometraje, probablemente hubiera sido un fracaso o no hubiera pasado a la historia como el clásico que es hoy en día. El cineasta entiende a la perfección como manejar a una estrella infantil, sabe como unir los cabos con actores consolidados y demuestra que tiene una pericia infalible para crear escenas tan violentas como graciosas. Encontró un balance perfecto que apeló al público menor de edad y a los padres. Es una razón extra por la cual se terminó convirtiendo en un clásico.
El elenco de actores es impecable. Macaulay Culkin demostró a temprana edad que era una estrella en potencia, y su encanto mezclado con ferocidad cautivó a los espectadores. Lamentablemente el futuro le depararía una carrera breve truncada por una familia tóxica y una vida compleja, pero gracias a la dirección de Colombus pasó a la inmortalidad con Mi Pobre Angelito.
Joe Pesci sale de los roles de mafiosos en producciones “serias” para mostrar una veta humorística impresionante. Su Harry es un criminal gruñón, mandon, histriónico y gritón. Puede que sea un estereotipo, pero una película de este estilo no necesita personajes demasiado tridimensionales. Pesci se inscribe solo en la historia de la comedia, y se gana el lugar de forma justificada.
Daniel Stern le da vida a Marvin, el ladrón un poco tonto, el receptáculo de los peores castigos físicos, el ladero inamovible de Harry. Su presencia copa la pantalla y le disputa el poder de estrella a Pesci codo a codo. Es alto, desgarbado, desprolijo y hasta tierno en algunos pasajes de la película. Nadie puede imaginar al dúo de ladrones sin esta pareja despareja de actores inoxidables.
Catherine O´Hara interpreta Kate,la mamá de Kevin, y es el corazón de la película. Su papel de madre capaz de cruzar el país de la forma que sea para ir a cuidar a su bebé no cae nunca en los clichés, sino que se adelanta a su época para mostrar una veta combativa que no necesita de discursos explícitos para manifestar su fortaleza. La actriz, sumamente expresiva, es el nexo coordinante entre la fantasía (un niño luchando contra dos ladrones adultos) y la realidad (un niño solo que claramente necesita a sus padres). Ella es ese segmento del film con el cual los adultos se pueden identificar. Y lo hace a la perfección, con una actuación que despierta risas y conmueve profundamente.
Mención especial para el gran John Candy, una leyenda de la comedia que se murió demasiado pronto, y que aquí ofrece una performance contenida, tierna, alejada a los papeles que lo llevaron a la fama. Su participación es breve, la de un cantante folk que lleva a Kate, y cada segundo que lo vemos da placer.
Mi Pobre Angelito fue un éxito rotundo de taquilla y se convirtió en una de las comedias más lucrativas de la historia. Después de eso, el resto fue historia. En muchas partes del mundo, incluida Argentina, los canales de aire tomaron a este film como un caballito de batalla para la época navideña, al punto tal que ya es tradición en más de un hogar tener de fondo el largometraje en la víspera de noche buena.
Mi Pobre Angelito está disponible en Disney + y, como todas las navidades y años nuevos, también en los canales de aire de la televisión argentina.
Para ver comiendo un pan dulce mientras Kevin defiende su casa a pura tortura y trampas ingeniosas.