Zorzalino tiene en el cuadro de presentación de la historieta, un epígrafe que determina su suerte: “un cantor en la mala”. Como su vecino de revista, el aspirante a actor Pochoclo, el cantor vive en una pensión de ínfima categoría regenteada por Doña Amparo, quien constantemente lo acosa exigiéndole el pago de las mensualidades adeudadas.
Sin un peso en el bolsillo y con las preocupaciones a cuestas, Zorzalino deambula por un Buenos Aires de mediados del siglo tentando a la suerte que siempre lo esquiva. Al joven artista lo acompaña un manager apodado “Embroyo” por su dudoso talento empresario y su capacidad para meter en problemas al protagonista. El dúo sobrevive malamente gracias a los anémicos contratos que consigue Embroyo, para que Zorzalino cante esporádicamente en algunos cafés o clubes de barrios. La vuelta de tuerca del argumento esta dada por la permanente tentación introducida por Embroyo que llega a arriesgar los magros ingresos del cantor en alguna “fija” en el hipódromo u otra aventura financiera, que al fracasar sólo consigue que empeore la situación de ambos. Vale recordar que por la época en que Zorzalino llega a los lectores, todavía se estilaba en los cafés del barrio, sobre todos en aquellos poblados por barras numerosas, que de tanto en tanto recalara un cantor que hacía las delicias del auditorio.
También abundaban los programas de radio que difundían nuevos valores y los bailes de clubes o sociedades de fomento, que contrataban a esos noveles artistas como preliminar a la actuación de algún solista u orquesta profesional.
Tal vez por eso la presencia de Zorzalino no cayó en el vacío, además el muchacho tenía una sola pretensión: cantar tangos
Personaje de Historias Tangueras – Ediciones Torino – 1962