Voy a empezar esta reseña haciendo una aclaración: me crié sin consolas de videojuegos y, hasta la fecha, no he jugado más que alguna partida en los arcades (los famosos fichines) y el conocido Pro Evolution Soccer, que en la época en que lo conocí llevaba por nombre Winning Eleven. Mi conocimiento en materia gamer es nulo, no es un mundo al cual me sienta atraído, pero al que no rechazo en absoluto o juzgo mal.
Simplemente no es para mí.
The Last of Us lleva años apareciendo en los listados de mejores videogames de la historia. Hablan sobre la complejidad narrativa del juego, las excelentes mecánicas que desarrolló y la creatividad volcada a un mundo post apocalíptico de la mano de dos personajes carismáticos, con los cuales el jugador puede generar empatía.
Las adaptaciones de juegos a pantalla grande o chica parecen estar destinadas a ser, en el mejor de los casos, buenas producciones que no consiguen satisfacer al gamer promedio. Sagas como Resident Evil, Silent Hill, Doom o Uncharted no convencieron a la mayoría. Los amantes de las franquicias encontraron insuficientes las versiones live action y quienes no conocíamos el material original nos topamos con producciones insuficientes.
Se dice que la clave de los sucesivos fracasos reside en un factor determinante: es imposible reemplazar la experiencia de controlar a un personaje, de emular la experiencia inmersiva de un videojuego. El espectador cuando tiene el joystick en la mano es activo, mientras que una película o serie lo relega a un rol pasivo. ¿Qué caso tiene sentarse a mirar como un director y actores “juegan” con los personajes cuando nosotros podemos hacer lo mismo con una PlayStation en la comodidad del hogar?
Cuando se anunció que HBO MAX iba a producir una versión para su plataforma de streaming, más de uno puso el grito en el cielo. Una propiedad intelectual tan adorada corría riesgo de convertirse en una producción mediocre más. Una mancha más en el tigre. Fue en el 2013, en un mundo pre-pandemia, como en el inicio del videojuego. El creador del juego, Neil Druckmann, iba a estar involucrado como supervisor y escritor de los guiones. Pero tras años de luchas para desarrollar la serie, terminó archivándose el proyecto en el famoso “infierno de producción” hollywoodense.
Sin embargo, en el 2020, HBO anunció que retomaba el proyecto, junto con el creador de la fabulosa mini-serie Chernobyl, el director Craig Mazin tomando las riendas, y el enorme Gustavo Santaolalla retomando su papel como creador de la banda sonora para la serie. La pandemia en el mundo real interfirió con la filmación de la pandemia ficticia, pero en el 2021 la producción se reactivó una vez más.
Pedro Pascal, un actor de larga data en Hollywood que saltó al estrellato definitivo tras protagonizar The Mandalorian para Disney +, tomaría el rol de Joel, un constructor que pierde todo cuando el brote infeccioso se esparce en cuestión de días a lo largo y ancho del mundo. Bella Ramsey es Ellie, una niña que podría ser la clave para devolver al mundo a un estado de normalidad. Ambos terminan unidos por circunstancias que no conviene revelar demasiado, y tienen que emprender un viaje por Estados Unidos.
El primer episodio, Cuando estés perdido en la oscuridad, es la introducción perfecta al mundo ficticio. Comienza con una entrevista a dos especialistas del mundo científico que debaten sobre qué tipo de amenaza podría llevar al mundo a su fin. Discuten sobre qué tipo de virus puede llevar a la humanidad al borde de la extinción. Uno de los especialistas afirma que no será un virus, sino un hongo, alguno que sea capaz de mutar para habitar en cuerpos humanos, tomar el control y esparcirse a gran velocidad. No existiría una cura para esto, ninguna vacuna o medicamento. El hongo se convertiría en la especie dominante.
Los peores miedos del biólogo se materializan décadas más tarde, en el 2003. El hongo Cordyceps efectivamente evoluciona para contagiar al ser humano. En cuestión de días las principales ciudades del mundo empiezan a caer víctimas de una versión de zombis que no buscan comer cerebros o personas, sino tomar control de los cuerpos para esparcir su ciclo de vida.
Sarah, su padre Joel y el hermano de él, Tommy, intentan escapar de Texas cuando los contagios llegan a su pueblo. No llegan muy lejos. El ejército ha tomado cartas en el asunto y la familia apenas consigue llegar a una autopista. El clima de pánico es generalizado y la tragedia no tarda en desatarse.
La historia salta veinte años, en donde el mundo continúa asediado por la infección. Se crearon zonas seguras, controladas por los militares, en donde el clima de vida es similar a un gueto. Joel busca la forma de escapar de allí —pese a que salir al mundo “exterior” implica una pena de muerte— para ir a buscar a su hermano, quien desapareció tras haber sido parte del grupo Las Libélulas, células rebeldes que buscan derrocar el régimen militar opresivo.
La suerte cambia para ellos cuando llega a la vida de Joel y su pareja Tess la pequeña Ellie, una adolescente de catorce años llena de energía, de bronca, de recursos de supervivencia. El dúo tiene que hacerse cargo de la niña para llevarla a una zona no infenctada.
El segundo episodio, titulado Infectados, nos muestra el camino del trío por una desolada ciudad, mientras que en flashbacks se empieza a detallar cómo el brote se inició en Indonesia.
El tercer episodio, Mucho, mucho tiempo, se concentra principalmente en la historia de Bill, un amante de las teorías conspirativas y paranoico. Él erigió un fuerte en su pueblo, que fue erradicado por los militares. Vive con Frank, su pareja, en un lugar que sería idílico a no ser por el asedio de los infectados y los humanos en estado salvaje. Tess le encarga a Joel que lleve a Ellie con ellos, para que la cuide.
Casi todo este capítulo se concentra en la relación de esta pareja aparentemente despareja. Cómo se conocen, como liman las asperezas de la desconfianza y cómo el amor surge en medio del apocalipsis. Fue, también, la emisión que creó polémica entre ciertos grupos retrógrados incapaces de entender que las parejas del mismo género son tan normales como las heterogéneas.
A nivel artístico, Mucho, mucho tiempo es un episodio brillante. Ejecutado con una delicadeza propia de una película dramática, es fácil olvidarse durante una hora que en realidad estamos viendo una serie de terror y aventuras ambientado en un mundo en vías de extinción. Los últimos minutos se pueden comparar, a nivel de intensidad emocional, con esos primeros minutos de la película Up. Cuando comienza a sonar la melodía de On The Nature of Daylight del compositor Max Richter, las lágrimas comienzan a caer. The Last of Us consigue crear una historia redonda, perfecta, conmovedora y encima con toques de acción en menos de sesenta minutos.
Es una lección sobre cómo hacer televisión.
El cuarto episodio, Por favor no me sueltes la mano, profundiza en la relación de Joel y Ellie, quienes empiezan a ganar confianza tras un comienzo, cuanto menos, accidentado. El viaje continúa y llegan a una zona en donde los rebeldes han conseguido expulsar al gobierno tiránico, pero impusieron un régimen tan o más duro que el militar. Aquí vemos momentos de más liviandad, en donde el humor da un paso adelante para cortar un poco con el drama. Es un respiro necesario para la mitad de la serie, que promete muchos momentos impactantes por venir.
La calidad que ostenta The Last of Us es impecable. Desde lo visual no parece tener una sola falla hasta el momento. Los monstruos se ven increíbles —en especial los ciegos— y que la infección provenga de un hongo permite jugar mucho con el diseño de las deformidades de los antagonistas. Los efectos especiales y por computadora permiten crear un mundo extenso, destruido pero con un dejo de belleza que asombra tanto como inquieta. Las plantas han comenzado a reclamar su lugar en el mundo. Los autos, los edificios, las señales de tránsito, todo empieza a estar recubierto de vegetación. En cambio las “zonas seguras” lucen como sitios sucios, abarrotados, peligrosos. El contraste es increíble.
La serie esta repleta de detalles que homenajean las mecánicas de los videojuegos. Por ejemplo, en una escena Joel y Ellie se detienen en un local abandonado en donde el hombre dejó escondidas provisiones. Deja una ametralladora para la cual no tiene municiones y se lleva otras cosas. En los juegos es lo más normal encontrar en distintas locaciones armamento u otro tipo de objetos raros pero útiles, y los creadores de la serie consiguieron justificar desde la narrativa ese recurso en apariencia imposible de trasladar desde el videojuego a la pantalla.
Los actores no podrían estar mejor elegidos. Pedro Pascal es capaz de balancear la ternura de un padre con la ferocidad de un hombre que tuvo que hacer lo necesario para sobrevivir en el inicio del apocalipsis. Es un personaje moralmente ambiguo, repleto de recursos y, aparte, ya en la quinta década de su vida. Se está poniendo viejo, no escucha del todo bien. No es un superhéroe, estamos viendo a un tipo que si sube demasiados escalones se cansa y tiene que parar a tomar aire.
Bella Ramsey le da vida a Ellie, una chica huérfana, criada por el ejército, que está en una edad complicada. Nació cuando la civilización había terminado, y por eso, cuando sale a la ruta, todo la sorprende. Es capaz de encontrar belleza en las ruinas, y parece disfrutar de aquel cambio de rutina rotundo. Sabe que ella es importante para la humanidad, pero lejos de ponerse en un lugar de “diva”, quiere aumentar sus capacidades de supervivencia y ser de ayuda. La pequeña actriz dota a su criatura de muchísimo carisma, una personalidad fuerte y una “chispa” humorística que hace imposible quitarle el ojo a la gran Ellie.
Nick Offerman y Murray Bartlett hacen de Bill y Frank en el tercer episodio, y sus interpretaciones merecen ganar todos los premios a los que seguramente los nominen. El nivel de complejidad emocional que exhiben en la pantalla es magnético. La dupla es capaz de pasar del horror del apocalipsis a momentos de simple cotidianidad, por completo adorable. Son tan redondas las actuaciones que uno siente que está espiando la intimidad de una pareja real.
Sonará a exageración, pero es para ponerse de pie y aplaudir a Offerman y Bartlett.
Los primeros cuatro episodios de The Last Of Us justifican por completo suscribirse a HBO MAX. Es una producción de altísimo nivel que promete seguir escalando en intensidad y dramatismos. Quienes han jugado al videogame hablan maravillas sobre la adaptación e incluso las licencias que se tomaron los creadores para ampliar el universo.
El próximo viernes 10 de febrero se estrenará el quinto episodio, para evitar la competencia directa con el superbowl estadounidense, y los restantes cuatro capítulos volverán a su día habitual, los domingos a las 23, horario argentino.
The Last of Us tiene todos los elementos para convertirse en uno de los clásicos de la televisión moderna. Estos primeros episodios parecen abogar por esta hipótesis.