De una manera similar al compadre que tenía su caricatura en el compadrito, el “niño bien” padecía el riesgo de ser confundido con un “fifí”.
Se trataba de un personaje que a primera vista, semejaba un cajetilla o un bacán; pero había algo en él, que sin llegar a la impostura, le quitaba naturalidad. Podían ser, los modales exageradamente cuidados, “finos”. La forma de modular la voz, el lenguaje, pero sobre todo la indumentaria. Siempre a la moda, obsesivamente detallista y luciendo prendas en general, caras y exclusivas. El conjunto delata una figura acartonada, que además de ser tildada de “fifí”, también se lo conocía como “tirifilo” y hasta “tilingo”.
El fifí no alardeaba de guapeza ni necesariamente explotaba mujeres, aunque habría quienes vivían de la prostitución; toda la gloria de este personaje residía en mostrarse siempre bien, en gustar y ser aceptado o por lo menos envidiado por sus congéneres y deseado por las mujeres.
Cruzó por la historia del arrabal porteño, como una curiosidad arribada desde ese mundo soñado que era el Centro. Pleno de promesas y símbolo del triunfo individual, El Centro era La Meca, el sueño secreto de muchos orilleros que vegetaban en el barrio y el almacén de la esquina. El fifí simbolizaba ese mundo añorado. Pero no siempre habitaba en el asfalto, sino que en muchos casos, era hijo de una naciente clase media que ya se insinuaba en los barrios llamados “nuevos”, en la primera mitad del siglo XX. En esos casos, el muchacho, ya que en general era un joven, se exponía a sufrir las pullas y burlas de los que aún gastaban alpargatas, “funyi”(el infaltable sombrero requintado) y pañuelo al cuello.
Pero como lo delatan algunos tangos, haciéndose eco de la realidad, las chicas de barrio aparentaban despreciar al fifí; ahora si éste era un puente con El Centro, más de una “milonguita” lo habrá utilizado como medio para abandonar el suburbio.
Mama… Yo Quiero un Novio
Cansada de las gominas,
los niños bien y fifí,
ayer oí que una piba
con bronca cantaba así.
Mama, yo quiero un novio
que sea milonguero, guapo y compadrón.
Que no se ponga gomina
ni fume tabaco inglés,
que pa’ hablar con una mina
sepa el chamuyo al revés.
Mama, si encuentro ese novio
juro que pianto aunque te enojés.
Ayer un mozo elegante
con pinta de distinguido,
demostrando ser constante
desde el taller me ha seguido.
Más cuando estuvo a mi lado
me habló como un caramelo
del sol, la luna y el cielo
y lo pianté con razón.
Mama, yo quiero un novio
que al bailar se arrugue como un bandoneón.
Mama, yo quiero un novio
que sea milonguero, guapo y compadrón.
De los gacho ladeado,
trencilla en el pantalón;
que no sea un almidonado
con el perfil de medallón.
Yo quiero un hombre copero
de los del tiempo del jopo,
que al truco conteste «quiero»
y en toda banca va al copo.
Tanto me da que sea un pato,
que si novio precisa
yo empeño hasta la camisa
y si eso es poco, el colchón.
Tango – 1927
Letra: Roberto Fontaina
Música: Ramón Collazo