Desde que en 1955 fue derrocado el gobierno constitucional de Juan D: Perón, la Argentina ingresó en un círculo vicioso de gobiernos civiles débiles y dictaduras militares que fracasaban a poco de andar y volvían a convocar a elecciones condicionadas donde el peronismo siempre estaba excluido; conclusión: asumía un gobierno civil con escaso apoyo popular que era nuevamente derrocado por los militares.
En 1963, luego de un largo enfrentamiento interno entre las Fuerzas Armadas conocido como “azules y colorados”, cuya diferencia central consistía en que actitud asumir frente al peronismo, fuerza que aunque proscripta, siempre estaba presente en la vida cotidiana de los argentinos y condicionaba todo proceso político, asume la primera magistratura el Dr. Arturo Umberto Illía. El médico cordobés, representante de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), fracción radical surgida luego de la división con el ala que conducía el Dr. Arturo Frondizi (UCRI), se alza con el triunfo electoral en julio de ese año, con un exiguo 22% luego que una vez más, el justicialismo fuera marginado. El 12 de octubre de 1963 Illia toma posesión del sillón presidencial. Algunas de sus primeras y más espectaculares medidas fue la anulación de los contratos petroleros con empresas privadas, firmados por el ex presidente Arturo Frondizi en su gestión de 1958 – 1962 y que según Illia, perjudicaban el interés nacional. Luego sigue una ley sobre medicamentos que regula los precios y provoca el desagrado de los grandes laboratorios; en particular los extranjeros. Pese a registrarse un aumento en la actividad económica y las exportaciones, preocupa el costo de vida que supera el 30% anual y los vencimientos de la deuda externa con su inevitable repercusión en la economía doméstica. La política exterior del gobierno radical, proclama su adhesión a la tradicional doctrina argentina de no intervención en los asuntos internos de otros países, dando prueba de ello, al negarse a enviar tropas a República Dominicana invadida por EEUU en abril de 1965. Aunque se contradice al solidarizarse con la condena al gobierno cubano, impulsada por Washington en la IX Conferencia de Consulta de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Pero el punto crítico de la gestión Illia está en la política interna. Pese a que el panorama militar se encuentra bajo el control del general Juan Carlos Onganía, vencedor de la fracción “colorada” en los enfrentamientos de 1962 y 1963, éste militar formalmente legalista y Comandante en Jefe del Ejército, realiza la apología de la Doctrina de Seguridad Nacional; relativizando así, la importancia de los gobiernos constitucionales y preanunciando el golpe militar que se consumaría poco después. El peronismo gana la calle en un verdadero ejercicio de movilización, cuando el presidente Charles De Gaulle llega a nuestro país en 1964. El veterano líder francés, es saludado por los peronistas debido a su simpatía con la “tercera posición” que lo emparenta con la doctrina justicialista. Las manifestaciones son reprimidas lo mismo que los actos que conmemoran el 20° aniversario del Día de La Lealtad y que culminan con el asesinato de tres obreros que participaban de una marcha, a manos de la policía bonaerense. Pero el pico de la contradicción entre el discurso gubernamental y los hechos, se alcanza con la “Operación Retorno.”
Así se denomina el intento de Perón por regresar al país, confiando en los dichos de hombres del gobierno que aseguraban que no sería impedido tal retorno. Sin embargo, cuando la aeronave procedente de Madrid arriba al aeropuerto de Río de Janeiro, por expreso pedido del gobierno argentino, la dictadura militar brasileña considera al exiliado “persona no grata” y lo obliga a regresar a España. Previamente, la Confederación General del Trabajo (CGT) había lanzado un plan de lucha por demandas específicas, que fue coronado con la toma de 12.000 establecimientos fabriles. Asimismo, en la opinión pública se iba instalando la sensación de que la administración estatal y los niveles de decisión política, padecían de una extrema lentitud. Así fue que la CGT realiza un lanzamiento de tortugas vivas en la Plaza de Mayo para simbolizar los ritmos del gobierno, y muchos medios de comunicación no cesan de hacer hincapié en éste aspecto, siendo frecuentes las caricaturas que identifican al presidente con el pachorriento animalito. La aparición de un grupo guerrillero en la provincia de Salta también durante 1964, que por su inexperiencia fue diezmado antes de entrar en combate, agrega un elemento más a la paranoia política que alimentaban sectores golpistas; cuyos miembros veían el “peligro comunista” acechando en toda manifestación opositora, incluyendo al justicialismo.
En marzo de 1965 bajo la sigla Unión Popular, el peronismo se impone ampliamente en las elecciones legislativas. La gira que por el Interior realiza ese año la Señora de Perón, María
Estela Martínez y las adhesiones que sigue cosechando el ex presidente, precipitan los hechos.
Para el antiperonismo más intransigente, el retorno del justicialismo al gobierno es una posibilidad muy cercana y había que actuar preventivamente. Así se llega al 28 de junio de 1966. Las fuerzas armadas deponen al Doctor Arturo Illia y entronizan al ya retirado general Juan Carlos Onganía, iniciando el proceso dictatorial denominado “Revolución Argentina.”
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