La imagen masculina que los porteños quieren para sí mismos es la del caballero cordial, mundano y elegante. Con solo mirar las fotografías de Luis J. Medrano se adquiere la impresión – confirmada por los hechos- de que este artista categórico fue exactamente ese hombre casi arquetípico, en quienes los demás ven a la vez a un igual y a un modelo incansable.
Que esa personalidad se detecta en su obra sin par, parece caer de maduro. Pero indudablemente hay en su construcción cualidades que parecen ajenas y hasta contrapuestas; capacidad de iniciativa, obstinación, esfuerzo, talento y muchas horas de trabajo.
“La vida es una parte de excelencia y dos de imperfecciones que bien batidas forman el agradable cocktail que tanto place a la inspiración”. Parece que pudieran oírse estas palabras que le pertenecen y hasta se cree ver brotar la sonrisa y el gesto pudoroso que con seguridad los acompañaron.
Como fuera, Luis José Medrano construyó durante más de treinta años una obra política abierta y siempre actual. Hay en ella- además de la originalidad y calidad estética que sus pares admiraron- en mundo tan amplio de registros sociales, culturales, políticos y geográficos como difícilmente se encuentre en otro artista gráfico argentino. Medrano fue del Teatro Colon a la cancha de Boca, del elegante polo al billar pequeñoburgues, de las reuniones sociales empinadas a los cafetines, de la oficina del patrón al escritorio del empleado, dl farrago de las esquinas céntricas a la placidez del campo. Y no lo hizo como el que toza fugazmente estos ambientes y sus personajes en actitud de miro furtivo sino como el que los ha compartido y tratado con frecuencia e intensidad, casi como uno más.
La pluma segura, el manejo espacial preciso, el color equilibrado y el desarrollo generoso de la composición aportaron a la identidad de este caballero del humor agudo pero nunca hiriente, de la ironía, de la ternura y de la metáfora plástica, de este creador de un estilo que sobrevive y se actualiza más allá de los tics de época que inevitablemente tienen muchas de sus entregas.
Medrano nació en Buenos Aires el 23 de marzo de 1915. Fue, aunque cueste creerlo, autodidacto. Con la energía propia de los que están decididos a llevarse por delante su destino, a los diecisiete años ya se encontraba inserto en la profesión de dibujante. Comenzó en las publicaciones. La Novela Semanal y Aconcagua, pero fue en el ámbito de la publicidad donde se desempeñó con mayor ahínco en el primer tramo de su carrera. Y de tal manera que a los veinte años ya tenía su propia agencia, en sociedad con su hermano Alfredo.
En 1941 pensó en desarrollar unos cuadros costumbristas y humorísticos al estilo de las tiras gráficas, para exponerlos en su galería. Por supuesto, los tituló Cuando los hubo terminado se enteró de que estaba por salir a quioscos una nueva revista y se presentó en ella con sus trabajos.
Pero en Cascabel, tal el nombre de la flamante publicación, solo aceptaron siete de sus treinta presentaciones. Decepcionado, y en cierta medida ofuscado, los retiró a todos y se dirigió a La Nación.
Allí la recepción fue mucho mejor, incluso entusiasta. El director Luis Mitre y el subdirector Ángel Bohigas decidieron abrirle un espacio diario a ese humor singular que el propio autor ya había bautizado como Grafodramas. Así el 1ª de diciembre de 1941 el diario fundado por Bartolomé Mitre anuncio a sus lectores la buena nueva de una tira humorística.
Decía así:
“A partir de la edición e mañana aparecerá diariamente uno de los Grafodramas” del dibujante Luis J, Medrano. ¿Qué son los *Grafodramas*? Rasgos de observación de esas cosas y situaciones que más o menos intrascendentes, contienen, sin embargo- como todo en la vida-, una sustancia psicológica que los espíritus sutiles gustan de inquirir, y los más dados a lo exterior o formal, de que alguien se le muestre amablemente. Siempre irónicos, tendrán a veces tangencias suaves con la sátira. Siempre sobrios, se prestarán a esa colaboración con que la inteligencia del espectador completa las expresiones artísticas o literarias. Los “Grafodramas” no buscarán la carcajada. Hasta lo grotesco será en ellos fuente de sonrisa, que es la risa del espíritu”
¿Contenían esas primeras treinta entregas todo el estilo que Medrano desarrolló durante más de treinta años? ¿O quien redactó la presentación entrevió el devenir del artista con tanta precisión? Lo cierto es que no se ha dicho nada mucho más certero de las tiras de nuestro creador que estas palabras iniciales. Repitámoslas: “Siempre irónicos, tendrán a veces tangencias suaves con la sátira. Siempre sobrios, se prestarán a esa colaboración con que la inteligencia del espectador completa las expresiones artísticas o literarias. Los “Grafodramas” no buscarán la carcajada. Hasta lo grotesco será en ellos fuente de sonrisa, que es la risa del espíritu”.
El éxito de Medrano fue inmediato y rotundo. En pocos años sus creaciones se convirtieron en algo que pareció haber estado siempre, en puerta de entrada al diario, en tema de comentario en los hogares y en los cafés y en un eficacísimo canal de dialogo con el lector. Un dialogo que a veces tuvo encontronazos, reclamos y pedidos. Como el de aquel lector de la provincia de Corrientes que pidió a “Medranos” que le explicara qué diablos quería decir un grafodrama que recortó y acompañó en su misiva un tanto indignada, donde agregaba que los grafodrama eran “malos de descifrar”. O, más risueño, el de la señorita que le pidió “publicar a un individuo alto, flaco y con bigotes, saltando la soga en calzoncillos sobre la azotea de su casa, con una higuera al fondo y que el grafodrama se titule Manolo”. Pero como Medrano se convenció de que “no hay placer mayor para un humorista que el de discrepar con sus semejantes”, rara vez le hicieron mella estas cuestiones. Ni siquiera en aquella oportunidad en que el mismísimo Colegio de Escribanos se quejó formalmente por una de las entregas que bajo el titulo Perfiles del Milagro publicó a partir de 1964 en El Cronista Comercial.
En 1943 Medrano compiló sus Grafodramas y los editó en forma de libro, que prologó Arturo Cancela. Un año después realizó una nueva compilación, esta vez con un romance preliminar de Manuel Mujica Laínez. Ambos eran sus colegas en La Nación.
La fórmula del grafodrama parece sencilla, y lo es. Pero alcanzar esa sencillez no constituye una tarea fácil. Esta afirmación parece demostrarla el hecho de que Medrano no tuvo seguidores ni continuadores, que solo él fue el artífice de un estilo y quien lo desarrolló casi hasta el infinito. La presentación de La Nación los definió como “rasgos de observación”. Cancela, como “como cuadros de la ciudad”. El propio autor dijo que eran resultado de su “incapacidad para hacer un chiste”.
Cierto, no puede decirse que los Grafodramas constituyan un chiste o, al menos, reducirlo a esa categoría es empobrecerlos. Pero, ¿Qué más dijo Medrano?
Lo cierto es que tuvo que responder mil veces a la pregunta inevitable. Y durante años ensayó respuestas diversas, en las que encontró, además, definiciones sobre el humor, el humorismo y el humorista. Por ejemplo: “Algunos temas no son precisamente risueños, pero el dibujo hace aparecerlos como tales”; (el mío es): “Un humorismo para pensar” “En el que el trabajo del dibujante es completado, por así decirlo, por el ingenio del lector”; “El humorista filosofa sin premeditación”. Finalmente, en una entrevista de 1969 se sucedieron estas preguntas y respuestas:
– ¿Qué es un grafodrama?
– No sé. Realmente no se definirlo. Me propuse al comienzo hacer una historieta cómica. Pero de pronto me di cuenta de que podía ser un humorista.
– ¿Cuál es la diferencia?
– El humorismo tiene un matiz completamente distinto: más hondura, tiende a lo satírico, es más literario. Yo trato de escribir gráficamente.
– ¿Por qué este título?
– Es invento mío. Creo que el drama es más amplio que la comedia. El drama es todo lo que es capaz de suscitar la atención. Y yo creo suscitarla. Pero considero detestable ese título.
– ¿Por?
– Porque después de 28 años encuentro gente que no sabe pronunciarlo correctamente.
Menos dubitativa que el propio creador, la Nueva Enciclopedia Sopena en su edición de 1954 incorporó una definición de este artefacto (palabra que encontró el poeta Nicanor Parra para sus creaciones también difíciles de definir): “Dibujo de una sola lamina con una leyenda debajo que contribuye a desentrañar el mensaje, comparable a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna”. Una aproximación nada desdeñable, con una comparación justa, aunque olvidara mencionar a su creador. Porque si de la Serna es el “dueño” de las greguerías, Medrano o es de los Grafodramas.
La fórmula grafodramática incluye la consabida palabra o frase al pie de la escena. El lector suele definirla como la palabra o frase “justa” o “bien puesta”, casi como si se dijera que “cae de madura”. Sin embargo, si se hace la prueba de ocultarla y mostrar la escena a un tercero para que diga que palabra le corresponde, difícilmente esa persona pueda acertar. Es la prueba de fuego de que la sencillez o naturalidad del arte de Medrano no solo requiere de esos valores sino del propio Medrano, es decir, no es tarea para cualquiera lograr un Grafodrama.
El éxito de esta creación que exigía una entrega diaria derivó en otras, algunas de las cuales resultaron variaciones sobre el mecanismo de los Grafodramas. La placa velada. Estaba escrito, Apuntes desde un balcón fueron algunas de esas nuevas creaciones.
La primera presentaba un cuadro negro antes, después o en el medio de una escena. El lector debía reducir qué había ocurrido en esa parte de la acción en que se había “velado la placa” y eso otorgaba el carácter risueño a la entrega. Estaba escrito, en cambio, era más parecido a un grafodrama. El quid de su cuestión era que presentaba dos acciones donde la segunda era inevitable consecuencia de la primera.
Diagonal y Florida.- Apuntes desde un balcón fue una serie de mucho éxito que Medrano realizo desde una perspectiva aérea real: el balcón de su lugar de trabajo en la esquina de dichas arterias, con el Banco de Boston de cara al autor. La publicó en la revista Vea y Lea. La multitud “acelerada”, preocupada, alienada por sus responsabilidades generalmente de trabajo hervía en una escena donde alguien o algo solía desentonar. Así funcionaba el mecanismo de los “apuntes”, desarrollados en tira vertical y con el “desentono” fácil de ubicar por su carga de tinta china.
Una última variación de los Grafodramas fue Perfiles del Milagro Argentino, con la diferencia de que temáticamente refería a la política, la economía y a veces a cuestiones del momento. En 1967 estos “milagros” ilustraron un volumen de estas notas humorísticas. Pero Medrano también desarrollo otras formas del humor gráfico. Una de ellas fue la tira de personaje, que título Matías. Se trataba de un atildado y muy seguro señor, tan cabezón como inteligente, que resolvía positivamente cualquier conflicto y generaba por eso la envidia (la “tirria”, se diría entonces) de los demás. Sobre todo cuando su logro se daba frente a un conjunto de admiradas y admirables señoritas.
También abordó el humor político a partir de los pedidos sostenidos de las páginas de política nacional e internacional de La Nación. Realizo entonces, con verdadero talento, el análisis risueño o mordaz de los siempre conflictivos sucesos políticos y las caricaturas de sus protagonistas. Ninguno de los actores de la escena local o internacional deje de ser abordado por Medrano, desde Perón a Nixon, desde Frondizi a Mao, incluso algunos que rutilaron alto y hoy nos preguntamos quienes fueron.
Especialmente curiosas fueron las láminas a color tituladas Galería contemporánea, donde relató el arquetipo del “contrera” antiperonista. Fueron realizadas durante 1951 y 1952 para la revista PBT. Desarrolladas en un periodo de tensión entre peronistas y antiperonistas, Medrano las logró con la suficiente ambigüedad como para que cayeran bien de una vereda u otra de la política argentina. Y más allá de la cuestión ideológica, las entregas mostraron a un artista con una capacidad de composición y de detalle que causa profunda admiración.
La idea de las láminas se emparenta con el trabajo que realizo dos años (1946 y 1947) para los célebres almanaques de la firma Alpargatas. Dijo de ellos en La Nación: “Los almanaques constituyen acertados hallazgos de motivos populares, sonrientes aspectos de cuadros que la ciudad ofrece en sus manifestaciones más relevantes. También aparecen interpretadas con ese mismo espíritu travieso escenas de la vida campestre, consiguiendo así el experto dibujante dar una nueva prueba de su aguzada observación de la vida cotidiana del país”. En este libro se muestran todas ellas.
Unos diez años después, en el mismo formato de lámina, Medrano público en la revista Atlántida las temperas Temas para un funesta colección suprarrealista, composiciones oníricas cercanas a las pesadillas de Dalí, pero donde siempre es posible descubrir sus líneas y formas y, más allá del tema, cierta ironía frente a las “búsquedas” de las vanguardias.
En formato menor y por pedido de agencias de publicidad y empresas, realizo una notable cantidad de láminas a color para calendarios. Algunas de esas empresas fueron General Motors y Chevrolet.
Que Medran transmitiera la imagen de un hombre de vida mundana despreocupada y dejada de las rutinas e imposiciones de la actividad profesional no constituye ms que un chiste, aunque él se considera incapacitado para hacerlos. Porque si bien es cierto que durante décadas se lo conoció como numero puesto del mediodía camaraderil en el desaparecido restaurante Pedemonte y figura central de muchísimas reuniones sociales su vida laboral y creativa fue- a la vez-infatigable.
La década de 1940, justamente, parece haber sido la disparadora de una existencia de producción e iniciativas sostenidas y múltiples. Así, en 1946 apareció por primera vez la revista Popurrí, que creo y dirigió. Se trató de un semanario humorístico y literario, que con variaciones de formato y contenidos salió a capear los quioscos en abierto desafío a la solemnidad….y a la ciencia contable y financiera, que pocas veces le dio la razón. De rodos modos Popurrí fue un canal de expresión donde se dieron cita las plumas de sus admirados Arturo Cancela, Wenceslao Fernández Flores. Conrado Nalé Roxio o Manuel Mujica Laínez y los dibujos de sus colegas Fantasio, Ladrú y Garaycochea, entre otros.
En la década de 1950 sus iniciativas- algunas llevadas a cabo con alma de pionero- continuaron. Así, entre 1956 y 1958 desarrollo en Canal 7 un micro semanal con sus Grafodramas. A demás, en 1962 viajo a Estados Unidos de América y se graduó una periodista en la Universidad de Indianápolis. Esfuerzo llamativo, si se tiene en cuenta que para entonces tenía cuarenta y siete años, gozaba de enorme prestigio como humorista gráfico y estaba casado desde hacía dos años y ya tenía dos hijos.
Ese prestigio no era solo local. Diez años antes Medrano había recibido la Orden del Mérito Civil otorgada por el gobierno de España. Además, en 1962 la ciudad de Hartford (E.E.U.U) había nominado al 16 de noviembre de ese año como “Día de Luis J. Medrano”. ¿La razón? Nuestro artista publicaba sus “cartoons” en el medio local- el Hartford Courrier- con significativo éxito. Un año después lo hizo también en el New York Times. Estas conexiones con los Estados Unidos muestran otra artista singular de Medrano, cuando la Meca de los artistas solía ser Europa. Su “apertura” hacia los Estados del Norte muestra a un individuo de resoluciones personales más allá de lo habitual y consabido.
Las décadas de 1960 y 70 afianzaron esa personalidad y Medrano fue una figura habitual en entrevistas y consultas en la radio, la televisión y las revistas de actualidad: lo que luego se ha denominado una personalidad “mediática”.
Había logrado ser centro de atención de un público variado y extendido. Era de “gusto masivo” y también lo admiraban en los círculos intelectuales, como ocurría con sus colegas Divito, Calé o Lino Palacio. Hasta Julio Cortázar, desde Paris, lo había recordado en un pasaje de su novela Los Premios, de 1960.
“-¿Usted le ha visto la facha a la señora de Trejo? La pobreza conmovedora – dijo López- Se parece muchísimo a los dibujos de Medrano, el de los Grafodramas…”
Pero el 29 de agosto de 1974 lo sorprende la muerte. Tenía tan solo cincuenta y nueve años, que habían sido de una vida intensa, creativa y generosa. Dejaba una familia constituida por su esposa María Elizabeth Hauschildt y sus hijos Luis María, Carlos María y María Elisa, que lo amaban.
Cancelaba compromisos, rutinas, proyectos. No cumplía por primera vez, con un cierre de redacción y con una cita de amigos. También abandonaba un lugar en el periodismo y el arte argentino que no volvió a ser ocupado.
Aunque, ¿está bien decir que hizo abandono de esos espacios? ¿No es mejor decir, parafraseando a Aníbal Troilo (y a él le gustaría esta mención a Pichuco), que Medrano siempre está volviendo?
Luis J. Medrano – Grafovida – La Nación / Libros – 14-09-04