El suburbio porteño tuvo una actitud históricamente cuestionadora de la autoridad. Basta con recordar el culto a figuras como Juan Moreira, El Pibe Cabeza y otros tantos; sin detenerse a analizar si el personaje en cuestión era un rebelde, un perseguido social o político o un simple delincuente, como el hombre citado en último término.
Tal actitud se pierde en el tiempo, ya que en El Gaucho Martín Fierro, el sargento de policía Cruz, no sólo hace causa común con quien iba a detener (Martín Fierro), sino que se avergüenza de su condición policíaca, ya que alega que nunca le gustó eso de “andar con la lata en la cintura”; refiriéndose al sable.
El arrabalero de fines del siglo XIX, mantenía frente al policía una actitud que oscilaba entre la hostilidad, la indiferencia o el menosprecio. A los uniformados de la entonces Policía de La Capital, se los ridiculizaba llamándolos “escupideras blancas” por los vistosos cascos blancos que lucían. Algunos enfrentamientos librados entre policías y taitas del arrabal, ingresaron a la leyenda urbana, exaltando la resistencia a la autoridad como un mérito que jerarquizaba a quien le tocaba protagonizar un hecho de esa naturaleza.
Pero la denigración del representante de la autoridad no podía completarse sin un vocabulario apropiado: así surgieron paulatinamente, “cana”, “botón”, en éste caso no está claro si es porque el policía “te prende” o simplemente por la cantidad de botones que ostentaban los uniformes de época. Otro sinónimo de uso común fue “tombo”, que no es más que el “vesre” de “botón”; “poli”, apócope de policía; “tira” se le llamaba al policía de civil y “rati”, vesre de “tira”, también al mismo agente no uniformado; conocido durante mucho tiempo con el más presentable apelativo de pesquisa
“Cana”, “botón”, pasaron del primitivo lunfardo al habla popular mechando el diálogo cotidiano de millones de argentinos. Pero otros términos mantuvieron su estirpe marginal sobreviviendo a los años y atravesando las clases sociales; es el caso de “yuta”.
“Yuta” se originaría en el italiano jergal “giusta”, que significa lo mismo que acá: policía de ciudad.
“No me gusta ser ortiva
ni nací pa’ lengua larga
y aunque me apure la yuta
se callarme en la ocasión.”
Dice el tango “Pa que Sepan Como Soy”, en cuya letra el personaje se jacta de la resistencia ofrecida a una policía brava seguramente acostumbrada a los apremios.
Pero esa “yuta” escapó al mundo tanguero y lunfardo y aún en la primera década del siglo XXI, en el ambiente rockero es habitual el uso del término, igual que entre el público que asiste a los espectáculos futbolísticos y en general, entre los participantes de la mayoría de los eventos de masas.
El uso de la palabra en cuestión, denota no necesariamente pertenencia a alguno de esos universos, pero sí el conocimiento de códigos como el lenguaje, que en éste caso, tiene una fuerte carga de valoración.
Oiga, Agente
Oiga, agente. Buen amigo
Compañero de los pobres,
No lo lleve a ese muchacho
Que yo sé su situación.
Atiéndame un momentito
Y cuando le haya contado,
Ya usted se habrá percatado
Que no es un hombre ladrón.
Yo sé que su madrecita
Está a punto de expirar,
Y, quién sabe, pobrecita
Si esta noche pasará;
Y vea, señor agente
De hambre se muere la pobre…
Robó por su viejita
Y lo que ha robado es pan.
Oiga, agente. No lo lleve
Usted también es un hijo,
Y por su vieja querida
Muchas cosas puede hacer.
Es una madre, mi amigo
Y es un dolor para un hijo,
Saber que se muere de hambre
Y no tiene qué comer.
Tango
Letra y Música: Mercedes Simone (Mercedes Rodríguez)
El Yuta Lorenzo
Un rati corrupto escabia en la mesa
de aquel escolazo de la Paternal,
un vaso de whisky y un faso en la boca,
le daban un tinte muy particular.
Tomaba una línea detrás de la otra,
su cara de monje era fantasmal,
labura en la cana, se llama Lorenzo,
le baten «Tormento» en la Federal.
Lo dejó un travesti al yuta Lorenzo,
le quitaba el vento dijo algún boleao.
Él, que era tan guapo pa’ torturar gente,
se vio, de repente, tan arrodillao.
Jugó la del duro con los sentimientos
y como un violento se enterró un puñal.
Los pesados creen que la chapa alcanza,
pa’ copar la banca de la impunidad.
Lo dejó un travesti al yuta Lorenzo,
le quitaba el vento dijo algún boleao.
Él, que era tan guapo pa’ torturar gente,
se vio, de repente, tan arrodillao.
Jugó la del duro con los sentimientos
y como un violento se enterró un puñal.
Hoy dice la tele y todos los diarios:
«Se murió Lorenzo en un tiroteao».
Tango – 2005
Letra: Juan Vattuone
Música: Juan Vattuone