Las adaptaciones de videojuegos son un campo complejo, como ya hemos hablado en las notas de The Last of Us. Después de cientos de intentos, alguien encontró una fórmula ganadora, y el género por fin parece tener algo de esperanza tras tantas fallas.
Super Mario Bros parecía un material inaccesible para la gran pantalla. Al fin, ¿cómo se cuenta la historia de un personaje pixelado que tiene que correr hacia la derecha saltando obstáculos, rompiendo bloques de ladrillos y persiguiendo a un dragón que secuestró a una princesa?
En 1993 los directores Rocky Morton y Anabel Jankel, junto a tres guionistas, creyeron dar con la respuesta: una aventura interdimencional en donde dos plomeros de Brooklyn deben ir a salvar a una arqueóloga, Daisy. Se trasladan a un mundo paralelo, en donde la humanidad evolucionó de los dinosaurios y no de los primates. Tienen ciudades que parecen bocetos de los diseños más pulidos que vimos en Blade Runner, el presidente Koopa es un humano/dinosaurio y los Goombas son patovicas gigantes con escasas capacidades intelectuales.
Y durante toda la película las habilidades como plomeros serán parte importante de la trama, porque si de algo se trató siempre Super Mario Bros es de ese noble oficio… ¿no?
El desastre estaba garantizado desde el inicio, y ni siquiera los consejos de un tal Quentin Tarantino pudieron torcer el timón de aquel barco a la deriva.
La producción fue una pesadilla para los directores novatos en el séptimo arte, que debieron ir improvisando sobre la marcha, con un guion incompleto y la poca colaboración del trío protagonista, que al poco tiempo de comenzar a rodar se hartaron de la situación de pesadilla. Efectos especiales que no funcionaban, instalaciones eléctricas que electrocutaron no una, sino dos veces a Bob Hoskins, quien le dio vida a Mario. Junto a John Leguizamo, el dúo actoral pasó casi todo el rodaje borracho, intentando no volverse locos entre tanta demencia cinematográfica que pasaba detrás de cámaras.
Que la película de Super Mario Bros exista ya es un milagro de por sí.
Dennis Hooper, en declaraciones posteriores, afirmó que tomó el papel de Koopa para poder comprarle zapatillas a su hijo, y que cuando éste se enteró por qué había aceptado trabajar en esa película, le respondió que no necesitaba zapatillas con tanta urgencia.
Nadie salió contento de aquella experiencia. Ni siquiera el público. Cuando se hicieron proyecciones para audiencias antes del estreno, mucha gente se levanto a mitad de la película y abandonó la sala. El desastre se estaba consumando y la única esperanza de los productores era estrenar en cines y rogar que el público comprara entradas basados solamente en el título del film.
Spoiler alert: no sucedió.
Con un presupuesto calculado entre cuarenta y dos y cuarenta y ocho millones de dólares (sin contar otros veinte millones destinados al marketing) el film no llegó a recaudar más de treinta y nueve millones en salas a lo largo y ancho del planeta. En 1993 internet era un sueño propio de una película de ciencia ficción, pero el boca en boca funcionaba genial. Y la gente, pese a que acudió en masa el fin de semana del estreno, dejó de comprar tickets la semana siguiente.
Los críticos de cine jugaron otro rol importante, destruyendo la producción en todos sus aspectos. Nadie compró el look ciberpunk de la historia, nadie entendió la nublada visión de los directores a la hora de adaptar un videojuego de un plomero italiano que, hasta ese entonces, jamás había dicho una frase entera aparte de “It´s a me, Mario”.
Bob Hoskins declararía más adelante que lo peor que hizo en su carrera fue esta película. John Leguizamo, frente al estreno de la nueva película animada, salió a la carga contra los productores por la falta de diversidad en el elenco que presta las voces, diciendo que sólo él entendía al personaje de Luigi.
El film dejó como legado el innecesario dato sobre el apellido de Mario. Es Mario, o sea, estamos frente a Mario Mario, y su hermano, por supuesto, es Luigi Mario.
A treinta años del estreno —que coincide con la nueva versión animada— el largometraje se ha convertido en una obra de culto. Pero la pregunta obvia que se desprende es si Super Mario Bros es tan mala como se dice. Aparece en la mayoría de las listas de peores películas jamás hecha. Los youtubers se desviven afirmando que es una basura.
Pero: ¿lo es?
Tal vez al momento del estreno Super Mario Bros haya sido una decepción para los espectadores de entonces, pero creo que con el tiempo la estética del largometraje, las actuaciones exageradas —en especial la de Hooper como villano— y el diseño de los trajes de nuestros plomeros favoritos han envejecido bien. El intento de crear un mundo diferente se aprecia, el diseño de producción se siente tangible. Luce como un film de ciencia ficción salido de los ´80, en donde cada rincón parece tener décadas de historia detrás. Si bien algunas elecciones pueden resultar polémicas (los goombas, Mario seduciendo a una mujer para robarle un colgante del prominente escote de una mujer) hay cierto encanto escondido entre el desastre que fue la producción.
No es un largometraje particularmente ágil, pero si es entretenido. Hay que contextualizar la obra, en 1993 adaptar un videojuego era una anomalía y la dirección que tomaron los cineastas, si bien alejada del colorido mundo del material original, al menos deja una huella. A veces por las razones correctas, muchas veces por las incorrectas.
Al final del día, treinta años más tarde, se sigue hablando de este film en vez de cintas ganadoras del Oscar como Crash, por poner un ejemplo. Y eso habla del legado. Super Mario Bros esta muy lejos de ser la basura que todos afirman que es. Es una experiencia que se disfruta aún más si uno no tiene mucho cariño por el juego original o, al menos, si se entiende que la existencia de una película no arruina el material en el que se basa.
Con el estreno del nuevo film animado se presenta una oportunidad única para revisitar o descubrir este intento de llevar a la pantalla Super Mario Bros.