El Juego del Miedo, estrenada en el año 2004, fue un éxito inesperado para los fanáticos del terror, y dio a conocer a uno de los nombres más importantes del género detrás de cámaras: James Wan. Hoy en día, a casi veinte años de ese debut auspicioso, el apellido del director es tan conocido que los posters promocionales de sus films llevan, generalmente, el “Wan” arriba del título promocional. Ha hecho Aquaman, ha creado y dirigido los primeros dos films de la excelente trilogía El Conjuro, que terminó disparando un universo propio de films. Hoy en día es raro que sus largometrajes tengan una mala recepción en taquilla, aunque las críticas puedan ser desparejas.
Tras ese éxito, uno de los comentarios recurrentes que enfrentó el director fue que su ópera prima era demasiado sangrienta y shockeante. Por eso se propuso que su segundo largometraje no dependiera de galones carmesí para generar miedo en los espectadores. Durante años se sentó junto al guionista Leigh Whannell, su amigo, socio en El Juego del Miedo y también actor, escribieron un film pensado para ejecutarse con un presupuesto escaso.
Con un guion contenido en pocas locaciones, una historia amparada en posesiones demoníacas sin demasiados efectos especiales, Wan cerró un presupuesto de un millón y medio de dólares —lo que debe salir el catering en una superproducción— y durante tres semanas del 2010 se dedicó a filmar la fotografía principal de lo que sería su próximo gran éxito.
Patrick Wilson tomó las riendas como el protagonista, Josh Lambert, un hombre cabeza de familia que está casado con Renai Lambert, a quien le pone el rostro la versátil actriz Rose Byrne. Tienen un pequeño hijo, Dalton, que cae en un extraño coma inexplicable. Ty Simpkins tiene su primer gran rol tras una serie de apariciones pequeñas en otros films, y carga sobre sus hombros gran parte de la tensión del film.
Lin Shaye, veterana actriz le da vida a una médium llamada Elise Rainer, a quienes los Lambert acuden para que solucione lo que podría ser un caso de persecución sobrenatural que se remonta a la infancia de Josh. La presencia de Shaye eleva el largometraje y se convirtió en una de las favoritas en el futuro de la saga.
El guionista también se puso delante de cámaras junto a Angus Sampson, y juntos le dieron vida al dúo cazador de videos paranormales Specs y Tucker, el necesario apartado cómico, que corta la tensión inherente a la historia y que, junto a Shaye, se ganaron los corazones de la audiencia a fuerza de carisma. Insidious y sus secuelas se benefician mucho del trío “cazafantasmas”.
Las apariciones tenebrosas y la tensión que la película va acumulando a medida que avanza la historian hicieron de este largometraje un éxito. Wilson y Byrne son los protagonistas perfectos, ambos dan la talla como padres de familia abnegados, desesperados por salvar a su hijo de algo que claramente escapa al reino de la ciencia y la medicina tradicional. Wan reemplaza la sangre explícita por los famosos “jump scares”, imágenes repentinas tétricas que hacen, justamente, saltar al espectador de la silla. Lo bueno de este film es que estas apariciones repentinas —siempre acentuadas con la música de Joseph Bishara, quien le da vida al temible demonio— están justificadas, no es un recurso barato para justificar la etiqueta de ”terror”.
El miedo, acá, es real, porque desde el guion está bien desarrollado, y porque nos preocupamos por el futuro de los protagonistas. La empatía en un género tan difícil de ejecutar como el horror, depende enteramente de la empatía que el director consiga generar con los personajes. Si no nos importa su suerte, que vivan o mueran nos será indistinto.
Sobre el final Wan saca de la galera un giro inesperado, que conecta todos los puntos sueltos que nos fueron presentando. La temible presencia del demonio rojo, la mujer anciana de las fotos que perseguía a Josh, y el lugar extraño al cual se transporta el niño. Todo tiene sentido en los últimos minutos, con una vuelta de tuerca inesperada pero muy efectiva, y lo que es mejor, completamente justificada en la trama.
Insidious, como dijimos algunos párrafos más arriba, se convirtió en un éxito y ya cuenta con tres secuelas, más una cuarta que se estrenará en julio de este año, y que contará con el debut como director del gran Patrick Wilson. La particularidad de esta saga es que la tercera y cuarta entrega funcionan como precuelas a la historia original, mientras que la quinta continuará con la línea temporal original. Puede sonar complicado, pero todas las películas se pueden ver y disfrutar sin mayores complicaciones.
Los amantes de terror psicológico y sobrenatural encontrarán en Insidious un film ejecutado a la perfección, con actuaciones serias e interesantes, en donde se comienza a desarrollar una mitología pequeña pero atrapante. Wan probó acá que su debut no fue un golpe de suerte, sino la manifestación de un talento más que evidente. Quienes no hayan visto “La Noche del Demonio” pueden aprovechar que aún faltan unos meses para el estreno de la nueva película, y quienes sí la hayan disfrutado, pueden revivir el horror en la plataforma de streaming HBO MAX.