Gráficamente, los veía cómo se besaban en esa parada de bondi, y parecía ser el final de los finales entre esas dos personas.
Ella subió los tres escalones y antes de discursear frente el chofer, dióse media vuelta y saludó con su mano derecha besándose los labios.
Él saludaba como podía ante la emoción circunscrita de ambos, quizá, volverían a re-encontrarse quién sabe durante cuán lapso de tiempo.
Yo estaba allí, a bordo de la moto de hecho totalmente casual y, mientras esperaba un mensaje importante para mi ser, era como si hubiese sacado una foto del momento, ese instante, tan vez inclaudicable para el que simplemente sintiese el valor y la potencia del sentir humano.
Luego, claro, seguí los pasos de mi rutina y esa página no escrita de mi volátil vida, me llevaron a ese periplo de la encrucijada cotidiana de pormenores en donde el simple respirar lleno de bullicios, versiones, opiniones y tal vez, esas sensaciones indescriptibles del inmediato acontecer muy proclives al tomar partido por una u otra posición al respecto que fuese, hacíanse en mí, estar en una especie de estado catatónico capaz de anclarme de a ratos en un barco a punto de hundirse en el fastidio de la intolerancia.
¿Por qué me sentía tan, pero tan solo, para expresar simplemente una opinión alrededor de esos hechos consumados y, a la vez, tan violentos como para dar una opinión objetiva de lo sucedido?
Grand Tour, Pcia. de Bs. As. Nuevamente tomado de favor como un free-lance por un pasquín dedicado a la violencia de género y, como solía suceder contadas veces por la rapidez de los acontecimientos «no había nadie quien lo cubra»…
Encima yo, en moto, como si nadie existiese sobre la faz del planeta capaz de apoyar el culo en dos ruedas y con una razonable velocidad terrenal tanto como para llegar a horario en esas raras conferencias policiales de la zona en cuestión, de tal manera, para, mínimamente, tomar nota de lo acontecido y dar ese pedorro parte de lo sucedido.
Comisaría de Grand Tour, bien en el tajo del loro si es que me permito ubicar mi planisferio mental de referencia que me contenga, y encima, todo el tiempo pensando y renegando sobre mi actual acontecer en donde lo que absorbo de ingresos subsistentes de vida, esfuman como un porro en el medio del campo, pero -a diferencia- con la sensación del malhumor vigente gran parte del día.
Al llegar al sitio en cuestión, un correcto funcionario policial de la zona -del cual ni idea sobre si era comisario o qué sé yo qué- esgrime un pequeño índice enjaulado en un par de hojas y automáticamente comienza a leer sobre el mismo: -En el día de la fecha, siendo la hora 03,52 de la madrugada el individuo cuyo nombre según documento número xxxxxxxxx domiciliado en la calle xxx y su esposa cuyo documento xxxxxxxx domiciliada en el mismo sitio cuyas profesiones hasta la fecha formaban parte de esta misma delegación policial de protección ciudadana, hubieron de sostener una aparente discusión familiar la cual derivó la misma en un hecho que según se trata de aclarar por los peritos provocó la súbita muerte de ambos; los hechos a confirmar suceden de manera vertiginosa y sin atenuantes para ninguna de las partes; dicho esto, la suboficial M.A.F. esgrime un arma blanca de gran tamaño y ataca al oficial J.A.F. provocándole en primera instancia varios cortes cerca de su cuello para terminar impactando finalmente sobre su tórax mientras que el oficial intenta defenderse esgrimiendo su arma reglamentaria y disparándole dos proyectiles a la agresora provocándole de manera instantánea su deceso. Interviene en la causa su señoría Juez Dr. XXX del juzgado Nro. xxx
Pocos fueron los medios periodísticos allí presentes que tomaron nota de los dichos conferenciales de parte del oficial disertante a cargo, yo anticipé por mi celular a mi medio no solamente la versión acontecida por las autoridades, sino que me nutrí de pormenores inducidos y casi provistos de confirmación por parte de otros colegas más interiorizados de la situación: la suboficial mujer en compañía del oficial varón hubieron de recibir una denuncia anónima sobre un ilícito en los límites de la zona de influencia; esto era, un robo a un pequeño banco privado en el que los delincuentes -que eran tres, dos varones y una mujer- esgrimiendo armas de fuego redujeron no solamente al personal bancario, sino también a los de vigilancia que nada pudieron hacer por la rapidez y la sincronización de los acontecimientos. Tras información de cámaras de seguridad de la zona y datos relevantes en la fuga de los delincuentes, estos fueron interceptados casi en los límites de la circunscripción de la misma, deteniendo el personal policial a los peligrosos ladrones sin causar víctimas. Los hechos no concluyeron allí en los inmediatos aconteceres; sucedió que -según trascendidos no confirmados- el oficial a cargo del operativo parecía conocer a la mujer delincuente con la cual se suponía, sostenía un affaire sentimental lo cual resultó en tratar de convencer a su actual esposa -la suboficial del operativo- en desistir o atenuar su detención, lo que derivó en la negación total de parte de la misma para terminar después de entregar a los delincuentes en la jurisdicción de la jefatura a cargo en los sucesos de público conocimiento.
Si bien lo acaecido, indudablemente contuvo ribetes violentos; en sus primeras declaraciones, la detenida delincuente, hubo de dejar trascender que mientras era llevada en el patrullero los dos policías discutieron todo el tiempo antes del arribo a la delegación policial y hasta se hubieron de insultar y agredir durante todo el trayecto.
Luego de haber enviado todo el trabajo recopilado de los hechos a través de esta escatológica época virtual de aconteceres, indudable, dentro de mi Ser, en esa especie de soledad que enmarca la vida del que dice y trata de acomodar el producto terminado de entendimiento, me gusta quedar tildado en imágenes vistas y vividas tras el periplo transcurrido en años… sin dudar, me llevo una vez más esas fotos retenidas a través de ese iris que amplía y proyecta como ese beso emocionado que hube de ver en esa parada de colectivos… una especie de inmensidad abarcativa sobre el por qué estamos transmitiendo oxígeno entre los tallos que esperamos florecer en esa primavera que tanto nos rodea y cuesta aclimatar.
De Pablo Diringuer