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Primer
VOLVER AL PASADO EN UNA DE LAS PELÍCULAS MÁS INTERESANTES DEL CINE DE CIENCIA FICCIÓN MODERNO
Primer

La creatividad es el combustible de cualquier tipo de arte. Vivimos una era en donde llevar adelante una producción cinematográfica es cada vez más sencillo, al menos desde el aspecto técnico. ¿No me creen? Vayan a ver “Unsane”, del aclamado director Steven Soderbergh, que se rodó enteramente con un teléfono celular IPhone.

¿No alcanza ese ejemplo? Recientemente Steven Spielberg debutó en el género videoclip musical utilizando un dispositivo de telefonía móvil de alta gama.

En nuestro país el cine independiente de género ha demostrado una y otra vez que el presupuesto y las limitaciones tecnológicas no son excusa para privarse de contar historias apasionantes. “Filmatron”, del director Pablo Parés, es una hermosa parábola sobre esto. Rodada con un presupuesto escaso, habla sobre un futuro distópico  en donde las películas están prohibidas y unos jóvenes rebeldes buscan hacer su propia obra, con una cámara VHS y mucho corazón.

La creatividad es el combustible detrás del arte.

Shane Carruth aplicó sus conocimientos matemáticos y físicos con el fin de escribir un guion. Una vez que lo completó, se dedicó a juntar siete mil dólares para grabar durante cinco semanas, principalmente en un lote de almacenamiento en Dallas, Texas. Carruth se dio cuenta que iba a tener que actuar también. Hizo la fotografía, porque su presupuesto no alcanzaba para contratar a alguien. Diseñó los escenarios. Su film necesitaba música, así que la hizo. Y al finalizar, se sentó en una mesa de edición para montar su largometraje.

Reclutó a su amigo David Sullivan para que hiciera las veces de coprotagonista. Con alguien tenía que dialogar el personaje del director orquesta. Algunos amigos hicieron las veces de extras.

A fuerza de creatividad y uno de los guiones más inteligentes en la historia de la ciencia ficción, rodada—como diríamos en Argentina— con dos pesos, “Primer” llegó al mundo allá por el 2004 y, desde entonces, quienes quieren abordar la temática de viajes en el tiempo deben aspirar a pelear el segundo puesto dentro del subgénero.

Nada le puede ganar a “Primer”, y es uno de esos casos de “ver para creer” más explícitos que ha dado no sólo el cine independiente, sino el cine en general.

Aaron y Abe son dos amigos que trabajan en una empresa de día. Por las noches construyen prototipos de máquinas con las que esperan obtener un golpe de suerte monetario. Quieren ser sus propios jefes, sin estafa piramidal de por medio.

La idea que tiene en mente es una maquinaria capaz de reducir el peso de los objetos que introduzcan. Pero la invención, que revolucionaría cualquier industria, tiene un efecto sorpresa. Sin querer, construyeron una máquina del tiempo, capaz de trasladarse hacia el pasado.

Estas cajas que consiguen armar pronto hacen caer en la obvia tentación a los amigos. Empiezan a utilizar el poder de manipular su propia línea temporal para beneficiarse económicamente.

Como toda buena obra de ciencia ficción, estos aparatos que parecen magia terminan albergando un costado oscuro. Las máquinas del tiempo tienen efectos indeseados, empeorando cada vez más y poniendo en jaque sus vidas.

“Primer” tuvo un estreno en el festival de Sundance, y allí consiguió entrar en ese olimpo llamado “películas de culto”. El director se adjudicó un ejército de fanáticos que, a casi veinte años del estreno, continúan debatiendo las líneas de tiempo del largometraje, la ciencia detrás de la ficción. Fue tan meticuloso el trabajo que llevó adelante Carruth que los comentarios negativos casi le esquivan a su ópera prima. Los dos años de postproducción terminaron rindiendo sus frutos, aunque la carrera como director de Shane jamás levantó el vuelo que la mayoría de los que vimos su debut pensamos que tendría.

Atrapar un rayo en una botella puede ser un milagro irrepetible.

Muchos dijeron que era una de las obras más cerebrales desde los largometrajes del inmortal Stanley Kubrick. Otros insultaron lo pretenciosa que —aparentemente— resulta ser. Para muchísimos artistas jóvenes, “Primer” es el ejemplo paradigmático sobre la pasión al servicio del arte, fue una inspiración para lanzarse al campo, cámara en mano, y contar las historias que los apasionaban.

Los años pasaron y, con el auge de las redes sociales, “Primer” tiene una segunda vida en el imaginario colectivo. “Influencers” de todo tipo recomiendan este largometraje, alaban la producción realista y la seriedad con la que se aborda la ciencia ficción. Muchos se preguntan —nos preguntamos—: ¿por qué Shane Carruth no tuvo una carrera como director más mainstream.

En el 2013 el director estrenó otro largometraje de bajo presupuesto, llamado “Upstream Color”, en donde volvió a ser el hombre orquesta, más su segunda incursión no tuvo la repercusión deseada. Desde entonces ha trabajado en escasos proyectos, intentando encontrar una nueva historia para desvelar a la audiencia, pero hasta ahora la suerte le ha sido relativamente esquiva.

“Primer”, sin embargo, trascendió el nicho del cine independiente y, hasta la fecha, es una de las películas más interesantes del cine de ciencia ficción moderno. Es un viaje —en el tiempo— que deja pensando al espectador, con un ritmo narrativo lento pero seguro, en donde cada plano, cada línea de diálogo, cada elemento que vemos en la pantalla tiene un significado, un propósito dentro de esta compleja maquinaria de relojería que construyó Shane Carruth.

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