Los seres humanos somos criaturas complejas. En el 2020 nos azotó una pandemia que nos obligó a refugiarnos en nuestros hogares, mientras observamos cómo el mundo detenía su marcha durante algunos meses (dependiendo qué lugar del mundo te haya tocado vivir, fueron más o menos). Tuvimos que parapetarnos en nuestros hogares, los que tuvimos la suerte de no ser esenciales, y no nos quedó otra opción que ver series, películas; entretenernos como pudimos para paliar la angustia.
Una vez que terminó aquella pesadilla inédita para varias generaciones, el mundo reanudó la marcha y uno pensaría: ya no tengo ganas de ver historias que hablen de muerte masiva, de virus que nos arruinan la existencia. Pero no fue así. Series como The Last of Us nos probaron que siempre estaremos hambrientos de narrativas apocalípticas bien contadas, porque adoramos la desgracia ajena ficticia.
Tal vez sea el instinto de supervivencia que nos lleva, imantados, hacia estos argumentos, con la esperanza de aprender uno o dos tips para enfrentar las fatalidades reales. Tal vez seamos masoquistas sin saberlo, los humanos disfrutamos de cierto grado de dolor en situaciones muy puntuales. Queremos ver situaciones más terribles que las nuestras. Buscamos espejos distorsionados en donde vernos reflejados.
Lo cierto es que las historias de humanos enfrentando el fin de la especie no son una rareza en el cine, tv o literatura. Existió el género y seguirá existiendo hasta que las improbables “predicciones” de los escritores se cumplan. Entre el abundante catálogo disponible hubo una serie que pasó bajo el radar de la mayoría, opacado por el éxito del nuevo tanque protagonizado por Pedro Pascal.
Se llama Estación Once (no se preocupen, no haremos ningún chiste simplón sobre el ramal Sarmiento) y está disponible en HBO MAX.
El nuevo enemigo de la humanidad es una variante de la gripe porcina, y si suena conocido es porque gran parte la ficción se ha valido de esta enfermedad para justificar un evento masivo de extinción. Stephen King lo hizo en su excelente novela Apocalipsis, en donde un virus modificado de gripe escapa de un laboratorio y borra al 99% de la humanidad de un plumazo.
Estación Once utiliza el recurso del salto temporal, narrando el pasado de los personajes en el 2005 y el presente en el 2021 cuando la tragedia se desató con furia. Los protagonistas son actores de una compañía teatral que buscan conseguir recursos para sobrevivir en medio de toda la angustia y, como pasa en estas producciones, se conforman bandos de “buenos” y “malos”.
Los antagonistas, en este caso, forman una secta tipo clan Manson en donde reclutan sobre todo jóvenes con fines claramente nefasto.
En el medio se empieza a desentrañar una aparente conspiración que hace recordar, bastante, a la cancelada serie Utopía, de la cual hablamos aquí hace ya casi dos años. Las líneas temporales se mezclan con una fluidez admirable. Los saltos en el tiempo son un recurso que busca potenciar el presente desde el pasado, sin caer en la creación de relleno para terminar un capítulo. Hamlet, la obra de teatro de Shakespeare que representan los protagonistas, se utiliza como una unidad de subtexto, una ficción dentro de la ficción que sirve de paralelismo.
Mientras vemos a los “buenos” intentando reconstruir la civilización, las tragedias “shakespeareanas” parecen perseguirlos permanentemente.
El drama es una constante, pero a diferencia de otras series apocalipticas, los creadores (que tomaron la obra original de Emily St John Mandel) optaron por resaltar los vestigios de esperanza. Buscan incansablemente el narciso a orillas del pantano. Siempre hay algo bello por encontrar, aún en medio de tanto dolor.
El elenco es de lujo y está encabezado por el siempre gigante Gael García Bernal, acompañado por Mckenzie Davis y Himesh Pastel entre otros. Los directores Patrick Somerville y Hiro Mural son los principales responsables de crear los mejores episodios de los 10 que componen una de las mejores series del 2021.
El final apuesta a la esperanza, a la belleza entre la muerte y la desesperación, pero vale la pena advertir que es un viaje doloroso, con sorpresas no rebuscadas pero si bien construidas.
Los diálogos son el principal fuerte de esta enorme serie que todavía se puede disfrutar en HBO MAX.