Su padre,Santo Discépolo, italiano y músico de profesión, casado con Luisa Belucchi, falleció cuando Enrique Santos Discépolo contaba con cinco años. Su hermano mayor, Armando, con el deceso de su madre tres años después de la muerte de su padre, se hizo cargo de su cuidado y se convirtió en el hombre de la casa; él era director teatral y un importante dramaturgo, que lo introdujo al mundo artístico.
Enrique Santos fue a vivir con unos tíos, de buen pasar, quienes demostraron ser excéntricos en extremo, y obligaban al niño a vestirse con disfraces de payasos, con el sol fin de ellos divertirse.
Más tarde, Discépolo se recordaría a sí mismo como un niño solitario y triste, que nunca hizo amigos entre otros adolescentes de su edad. Cuando Armando, su hermano, se casó y pudo establecer un hogar, finalmente lo llevó a vivir con él.
En Cambalache, su tango más famoso,compuesto en 1934 para una película, contemplando las características de la sociedad, critica la corrupción del argentino, que se reconoce en todas las clases sociales y ámbitos de la vida…
¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!…
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
Y, con cierto dejo de resignación, se enoja y ocasionalmente se vale del lunfardo y su respeto sobre esta jerga…
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!…
Con sus letras, Discépolo reflejaba las dificultades económicas y sociales de la época y, por esta y otras denuncias poéticas, consiguió la antipatía de gobiernos militares en los años treinta y cuarenta que se ensañaron con el artista, prohibiendo su música por considerarla vulgar e inmoral.
Por sus opiniones políticas, Discépolo era despreciado por los intelectuales, quienes le dieron la espalda por no tolerar su entrega a lo popular; hoy especialmente es recordado por componer varios de los llamados «tangos fundamentales» y que aún son vigentes como «Sueño de juventud», «Malevaje», «Soy un arlequín», «Alma de bandoneón», «Uno», «Chorra», «Cafetín de Buenos Aires»; y le diera letra a aquel tango de Villoldo, «El Choclo». «Yira Yira» es, además de la letra de un tango, verdaderamente una obra de arte. En él, el poeta expresa, con el preciso y sobrio uso algunos vocablos lunfardos, su dolor ante la indiferencia ante la injusticia…
Cuando la suerte qu´es grela
Fayando y fayando
Te largue parao
Cuando estés bien en la vía
Sin rumbo, desesperao,
Cuando no tengas ni fe,
Ni yerba de ayer
Secándose al sol,
Cuando rajes los tamangos
Buscando ese mango
Que te haga morfar,
La indiferencia del mundo
Que es sordo y es mudo
Recién sentirás…
Otra canción popular, que refleja el arte composicional de Discépolo es «Qué vachaché», que muestra a un poeta enfrentado a las corrientes sociales de la época…
Lo que hace falta es empacar mucha moneda,
vender el alma, rifar el corazón,
tirar la poca decencia que te queda…
Plata, plata, plata y plata otra vez…
Así es posible que morfés todos los días,
tengas amigos, casa, nombre…y lo que quieras vos.
El verdadero amor se ahogó en la sopa:
la panza es reina y el dinero Dios.
El gran poeta, Homero Manzi, probablemente fue su principal admirador. Este, antes de morir, dio a conocer un poema que le había escrito a su amigo, al que tituló, «Discepolín».
Sobre el mármol helado, migas de medialuna
y una mujer absurda que come en un rincón…
Tu musa está sangrando y ella se desayuna…
el alba no perdona ni tiene corazón.
Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca
y del alma manchada con sangre de carmín?
Mejor es que salgamos antes de que amanezca,
antes de que lloremos, ¡viejo Discepolín!…
Enrique Santos Discépolo murió el 23 de diciembre de 1951 en la ciudad de Buenos Aires. fue un hombre sensible y apasionado, un militante de lo popular y fue también un autor genial; pero, por sobre todas las cosas, fue un buen tipo…
Cambalache
Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé…
(¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!).
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé…
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos…
¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!…
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!…
¡Qué falta de respeto, qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y «La Mignón»,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín…
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón…
¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril!…
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil!
¡Dale nomás!
¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar!
¡No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao!
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley…
Tango – 1934
Música: Enrique Santos Discépolo
Letra: Enrique Santos Discépolo