La vida cotidiana de los argentinos está poblada de marcas comerciales que la costumbre fue imponiendo como sinónimos del producto mismo. Por ejemplo, ¿quién va a la farmacia o al kiosko y pide un apósito protector? Todos compramos una “curita”, que es el nombre comercial del apósito más difundido, pese a que existen otras marcas. Otro tanto sucede con la hoja de afeitar que desde su invención, los clientes llaman “yilé” (Gillette) o la “coca”, para pedir cualquier bebida gaseosa que puede ser o no cola. Son algunos de los nombres genéricos que se impusieron en el mercado hasta mimetizarse con el producto original, cualquiera sea su marca.
Otro tanto pasa también con Virulana. Desde hace cerca de un siglo éste producto de limpieza de utensilios domésticos y una gran cantidad de otras aplicaciones, se agregó a nuestro vocabulario.
A tal punto, que Virulana se popularizó como sobrenombre de quienes tenían cabello muy enmarañado, como la esponja de acero de esa marca, luego de cierto tiempo de uso.
Pero sin duda el producto más divulgado de la línea Virulana, fue el que preferían las amas de casa por tratarse del más suave para la limpieza de la vajilla; el compuesto por un conjunto de hebras de fibras de acero finas y blandas. La presentación comercial era un manojo de esas fibras envueltas al medio por un cartón liviano con la marca; Verde el más suave y Rojo el llamado “fuerte”, para tareas más exigentes. El uso de la Virulana fina se extendió también al pulido de madera y detalles de muebles, metales y bricolaje, entre otras aplicaciones. Resumiendo, sus usos fueron y siguen siendo, múltiples, equivalentes a la lija fina.
El trabajo cotidiano de quienes friegan cacerolas y afines, fue descubriendo el modo de “estirar” el rendimiento del producto, por ejemplo, sumergiendo la Virulana en agua y jabón blanco, entre uno y otro uso.
El ingenio popular infantil, le encontró una divertida función a la viruta de acero: reemplazar a las “estrellitas”; la pirotecnia que usaban los más chicos, debido a su carácter inofensivo.
La “estrellita” casera es de muy sencilla fabricación: un manojo de Virulana fina envolviendo un palito o un trozo de alambre; el artefacto comienza a arder despidiendo “estrellitas” similares a las comerciales. Recordemos que las estrellitas industriales llevan en su fabricación, precisamente viruta de aluminio, carbón y clorato de potasio.
En años en que no existía el menaje plástico y todos los elementos de cocina eran metálicos, los abrasivos y las virutas de acero en sus distintas versiones, cumplían un papel clave en la higiene gastronómica, comercial o casera. Recordemos los polvos limpiadores Puloil y Relusol, que competían con el abrasivo tradicional de las casas menos pudientes: la ceniza de carbón, que se guardaba en los pequeños braseros o en el hornillo de las “cocinas económicas”. Hoy los polvos abrasivos de distintas marcas, siguen gozando del favor del público.
Pero sin duda, la viruta de acero alivió el trabajo de quienes lidiaban todos los días con vajillas grasientas, azulejos ennegrecidos y bañeras percudidas.
Hoy la línea Virulana incluye además de las tradicionales Verde y Roja, también la Azul; Virulana Inoxi; Rollitos; Rueda Cristalizado; Esponja Virulana con Fibra Multiuso; Fibra Antiadherente; Rueda Vitrificado; Esponja de Acero; una línea anexa de utensilios de limpieza y otros útiles, siendo el total del catálogo, unos ochenta productos.
Su fabricante es Mapa Virulana S.A.I.C., con planta industrial en la localidad bonaerense de Garín.
En el año 2015 se integró al Grupo Newell Brands, que comercializa una amplia línea de manufacturas de los más diversos rubros y de marcas reconocidas internacionalmente, en doscientos países.
La reflexión que amerita Virulana por su instalación en el habla cotidiana de nuestros compatriotas, es que existe un hilo invisible pero efectivo, entre el éxito que alcanza un producto determinado y el registro que hace la cultura de masas al incorporarlo como genérico a sus usos y costumbres; de allí a utilizar las marcas comerciales notorias para otros fines, hay un paso. Virulana y la asociación con cierto tipo de pelo, es un ejemplo.
Como también lo fue en una época el dentífrico “Kolynos”, cuando una de sus publicidades gráficas mostraba a un joven apuesto exhibiendo una sonrisa perfecta. El ácido humor porteño comenzó entonces a apodar “Kolynos” a todos aquellos que tenían dentadura defectuosa o directamente carecían de ella. Cosas de la calle, diría alguien. La “culpa” la tienen los genéricos, podría decir otro, ya que la popularidad de algunas marcas, se convertían en una cruz para quien fuera blanco de aquellos apodos.
Lo concreto es que las marcas transformadas en genéricos, nos simplifican la vida a la hora de adquirir un producto.
Testimonios
-Arreglamos al final, venga seguido a ver como va quedando la pinturita.
Los domingos nada más –dijo don Juan, muy ocupado siempre con su negocio.
Sin embargo, al día siguiente el pintor ya puso el aviso, pidió módicos 22 millones. Y llevó también dos escaleras, brochas y pinceles, virulana, insignes lijas y rasqueteas, y unos cuantos diarios viejos para desplegar en el piso. Y justo estaba en la nebulosa de la lija cuando, a las diez de la mañana, irrumpieron los primeros aspirantes a inquilinos, un matrimonio con un hijo que empezaba a caminar, y con otro en el camino.
El Buenos Aires de Oberdan Rocamora – Jorge Asís – Losada – 1981