El Acompañante Terapéutico Como Promotor de Resiliencia
El concepto de “Resiliencia” desde el campo de la psicología puede definirse como la capacidad de los seres humanos de superar los efectos de una adversidad a la que están sometidos, e incluso de salir fortalecidos de la situación, siendo el aspecto más especial y original el énfasis en la necesidad del otro como punto de apoyo para la superación de la adversidad.
No habla sólo de poder soportar lo traumático, sino de reconstruir o poder descubrir nuevos sentidos.
El “Tutor” o “Promotor” de Resiliencia es alguien, una persona, pero también puede ser un lugar, un acontecimiento, que pueda provocar un renacer del desarrollo psicológico después del trauma.
A través del otro y otros significativos podrá ponerse en marcha el proceso de resiliencia, que no es una mera reacción a lo doloroso sino un proceso que se va construyendo paulatinamente.
Algunas de las características de quien ejerce la función de tutor de resiliencia tienen mucha afinidad con la labor del Acompañante Terapéutico, que también se ofrece como sostén real y metafórico, sensible y resistente al mismo tiempo. Las características de esta labor serían: la presencia junto al sujeto en las buenas y en las malas, la aceptación del otro y su proceso de dolor, el estímulo, la creatividad y básicamente ayudar a resolver problemas sin suplantar la acción del otro.
Algunos afirman que la resiliencia plantea un mensaje de esperanza al sostener que no hay herida que no sea recuperable.
En este sentido la resiliencia sería una serie de operaciones del “Yo” que buscan dispersar las tensiones dolorosas en otros complejos de pensamientos y emociones.
Para el psicoanálisis serían mecanismos más propios de la cura que de la enfermedad, los cuales generan la posibilidad de continuar la vida en condiciones aceptables de salud mental.
Los mecanismos de defensa regresivos como la negación, aunque puedan momentáneamente disminuir el sufrimiento no son resilientes.
La capacidad resiliente está relacionada con la creatividad, la autonomía, la disposición al cambio y la posibilidad de innovar.
Ubica al sujeto en un lugar protagónico, en la medida en que destaca su capacidad de transformar sus condiciones de vida.
Para que los pilares de la resiliencia se construyan a lo largo de la historia del sujeto es necesario “otro humano”. La resiliencia “se teje”, hay que buscarla en un espacio entre dos: es ese espacio el que alberga al Acompañante Terapéutico.
En una época signada por la pérdida de referentes y la precariedad de las redes de contención, el Acompañante Terapéutico.se propone como otro, un testigo-soporte que apuntala y suplementa; un prójimo cercano que podría favorecer la puesta en marcha de un proceso resiliente, siendo en este sentido promotor y constructor de resiliencia.
Promover la resiliencia sería enriquecer la construcción de la esperanza entendida como ese rasgo distintivo del ser que insiste en ser; en desplegarse contra toda apariencia adversa, promoviendo su fuerza y su insistencia del deseo.
Si bien algunos autores consideran como pilares de resiliencia los recursos yoicos, hay que destacar la cuestión del fortalecimiento yoico, el lugar y la función del otro como soporte.
El A.T. es un semejante que “soporta” y genera el espacio para un nuevo entramado y para restablecer las bases de una “ecología relacional”.
Lic. Sergio Saliche – Psicólogo M.N 25.353
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