Macedonio y la “inigualable” Revista Oral deleitaban a los porteños.
“Nuestra revista, no obstante, su modesto ser en la inmensidad de actividades de la publicidad, es la única que ha logrado “hacerse oír”; y ésta especial manera de atendernos, que el público no concede ni a los grandes diarios, nos obliga a corresponderle en calidad”.
Este fragmento pertenece al discurso pronunciado por Macedonio Fernández en la inauguración de la Revista Oral, un invento porteño que funcionó entre 1926 y 1927 en el bar Royal Keller, situado en Corrientes 778.
La idea original fue del poeta Alberto Hidalgo y las reuniones se realizaban en el sótano del Royal, una cervecería de tipo alemán. Todo comenzaba cuando Hidalgo se levantaba de su asiento y recitaba en voz alta el año, el numero y la fecha de la publicación, lo que indicaba al inicio formal de la edición, Luego cada redactor- locutor leía su colaboración: poemas, cuentos, ensayos y, generalmente, enardecidas críticas contra los escritores consagrados por la cultura oficial. Los aplausos y abucheos matizaban las exposiciones.
Era la época de las vanguardias literarias y de la ruptura con el esquemático de los seguidores de Rubén Darío y Leopoldo Lugones. La mayoría de los jóvenes que frecuentaban el café colaboraban en la revista Martin Fierro, bastión de las nuevas tendencias. Las corrientes renovadoras, influidas básicamente por el ultraísmo español, propiciaban el verso libre, la reivindicación de la metáfora y el rechazo de la rima, de la descripción y del desarrollo argumental en los poemas.
Las reuniones se efectuaban cada dos sábados, comenzaban al atardecer y solían prolongarse en discusiones estériles hasta la madrugada. El público asistente no podía ser más heterogéneo. Aparte de los miembros de la redacción oral y de los invitados circunstanciales, el bar esteba repleto de parejas que hacían tiempo para entrar en la sección nocturna del Tabarís, un establecimiento que guardaba poca relación con los asuntos literarios.
La Revista Oral contaba también con un paradójico apéndice escrito que se distribuía entre la concurrencia. La tapa del llamado Suplemento Grafico era elocuente: Revista Oral/Inventada por Alberto Hidalgo/ Aparece quincenalmente en el Royal Keller de Buenos Aires. A continuación, podía leerse la lista de fundadores que estaba encabezada por Macedonio Fernández e incluía a Jorge Luis Borges, Raúl Scalabrini Ortiz, Leopoldo Marechal, Francisco Luis Bernárdez y el pintor Emilio Pettoruti, entre otros notables.
Macedonio Oral
La personalidad de Macedonio había cautivado a los martinfierristas un par de años antes. Ese extravagante doctor en leyes sin trabajo, habitante de pensiones oscuras, se había transformado en un objeto de culto para los jóvenes escritores. Sus condiciones excepcionales para la conversación lo transformaron enseguida en un colaborador obligado de la Revista Oral,
Sin embargo, para que sus juegos temporales tuvieran efecto, muchas veces Macedonio enviaba sus manuscritos para que fueran leídos por otro. Su ausencia era justificada de la siguiente manera: “No necesita explicación mi presencia aquí, señores, pues que esta falta; y espero que seréis con ella indulgentes considerando que no se ha producido (…) Notaréis que he cambiado novedosamente el texto usual de las personas que faltan. Ellas hasta hoy creyeron que les urgía disculparse; solo alguna muy inteligente llegó a dudar si era la presencia o la inasistencia la necesidad de ello. (…) Se despide de vosotros por ahora, dejando el haber venido para otro día”.
En otra oportunidad, una publicación le atribuyó por error la nacionalidad uruguaya. La respuesta se hizo oír la semana siguiente: “No tengo de uruguayo más que la circunstancia de haber vivido siempre en Buenos Aires (…) Es cierto que he estado en Montevideo, Soriano, Fray Bentos, Canelones, Tacuarembó, Mercedes, sin contar otros departamentos en que no he estado. Pero era solo de paseo: no de nacer”.
La influencia que el ingenio macedoniano tuvo en la llamada generación del 22 sólo es comparable con la que ejerció el pintor Xul Solar, el inventor de idiomas. Xul, quien, al igual que Macedonio, duplicaba en edad a los otros miembros del grupo, había ideado varios dialectos que intentaba Once. Una frase de Borges sintetizó para siempre el clima de esas peñas: “La certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusión es el Yo, bastaba, lo recuerdo muy bien, para justificar la semana”.
Condenados y Visitantes
Una de las rutinas de la Revista Oral consistía en la ejecución de procesos literarios, en los que se enjuiciaba a escritores considerados anacrónicos y seles decretaba inmediata sentencia. Enrique Larreta y Alberto Gerchunoff figuraron entre los condenados por ese particular tribunal. Lugones, el viejo maestro, era tratado con mayor consideración que sus tardíos discípulos, aunque proliferaban los chistes sobre la rigurosidad de sus rimas. Para los jóvenes, el poeta cordobés era el símbolo del pasado contra el que debían reaccionar: “Por nuestra parte mucho lo respetamos, pero tenemos la obligación de ser otros”, proclamaban a su auditorio.
Estos desplantes, producto de la irreverencia y la necesidad de diferenciarse de la tradición modernista, no eran absolutos. En las diferentes reuniones fueron leídos y aplaudidos poemas de Baldomero Fernández Moreno, José Sebastián Tallón, Horacio Rega Molina, Cesar Tiempo y muchos otros escritores que no comulgaban con las propuestas estéticas de los anfitriones.
Entre los visitantes extranjeros que pasaron por la Revista, se destacó la figura de Alfonso Reyes. El poeta y narrador mexicano había sido designado embajador de un país en Buenos Aires en 1927. Un a de las primeras cosas que hizo Reyes, en cuanto pudo librarse de las obligaciones del protocolo, fue reunirse en bodegones infames con sus colegas y amigos argentinos. La recepción incluyó innumerables banquetes y se le brindó un ejemplar auditivo en su honor.
Otra visita esperada fue la de Felipe Tomás Marinetti. A tal punto que Macedonio sugirió, en uno de sus discursos previos a la llegada del poeta italiano, la existencia de una lista – ordenada por la Municipalidad- de “esperadores oficiales de Marinetti”. Cuando por fin arribó, en 1927, el creador del futurismo leyó en el Royal su famoso poema El bombardeo de Andrinópolis, en el que destacaba el valor de las modernas maquinas industriales y la “glorificación de la guerra, única higiene de la humanidad”. La proclama generó discrepancias entre los miembros de la redacción oral y el futuro admirador de Mussolini, aunque la cosa no pasó a mayores y todo terminó con un puchero de reconciliación en un boliche de la calle 25 de Mayo.
La experiencia de la Revista se repitió en La Plata y Córdoba hasta que, a fines de 1927, el cierre del periódico Martin Fierro y la dispersión de sus integrantes trajo como consecuencia natural la desaparición de la “sinigualable” Revista Oral, tal como la definía Macedonio.
El Royal Keller tampoco existe más. Fue demolido junto al Teatro Odeón y la Esquina del Tango. Un terreno baldío cercado por tablones de madera es todo lo que queda hoy en ese lugar.
Sergio Ranieri – La Maga – 27-05-92