Siempre hay un “antes”… Un “antes” que justifica todo lo que puede venir después. Somos jóvenes antes de ser viejos, para justificar el reuma. Nos enamoramos antes de casarnos, cuando lo lógico sería que nos enamorásemos después… Hay, entre el antes y el después una relación de fuego y ceniza, de tajo y sangre, de grito y llanto. No se conciben separados. Para hablar de Uno -que llegó después- tengo que hablar de antes, de mí, de mi especial estado de ánimo en ese tiempo que precedió al nacimiento de Uno. Estaba raro. No sé, no sé en realidad qué diablos me pasaba. Me entró de pronto una melancolía inexplicable. Melancolía de canario. Yo, que generalmente tengo buen humor, estaba insoportable. Quería pelearme con todo el mundo. Con los guardas, con los colectiveros. Se da cuenta? … Con este cuerpo, quería pelear… Fue una temporada terrible. En casa, un poco alarmados, llamaron al médico. No tenía nada, estaba sano. El médico, pobrecito, me aconsejó lo de siempre: que dejara de fumar, que dejara de beber, que dejara de acostarme tarde. Puesto que se trataba de dejar de hacer algo, yo dejé de tomar tranvía. Seguí fumando, bebiendo, acostándome tarde. Porque lo que yo te tenía era vejez, cansancio, cansancio de vivir. En ese momento me hubiera gustado hablar de otra manera, respirar de otra manera, caminar al revés… qué se yo! … Me molestaban el tráfico, las bocinas, los gritos le los vendedores. Aquí, entre nosotros, nada justificaba ese estado mío. Lo tenía todo, estaba sano, era feliz… Un hombre en esas condiciones, debería cantar, saltar de alegría, sonreír como un fabricante de dentífrico. . Yo escupía pólvora, estaba áspero como un limón, intratable… Me acuerdo de aquellos días y… y … Hice lo único lógico en ese clima de ilógica: me encerré. No en un baúl, ni en el ropero. Me encerré en mi casa. Se desconectó el teléfono. La puerta de entrada no se abría para nadie. En esos diez días pensé en mi vida, en las cosas de mi vida. Pero no pensé en los momentos buenos; pensé en los malos momentos. Eso fue la autovacuna que me curó. Me curé con mi propia rabia, con mi propia amargura. Aquello pasó y seguramente no volverá a repetirse. Cité aquel estado especial de mi espíritu para justificar esa amargura de Uno, que muchos amigos dijeron que resultaba tremenda y desoladora. Tal vez tengan razón. En otras circunstancias, acaso no hubiera escrito lo que escribí. Aquellos diez días de locura absurda me ayudaron a preparar el tema. La desilusión amarga del que no puede amar, aún queriendo amar, no había sido tratada todavía. Yo aprendí, en aquellos días de “reviro” que la gente sería inmensamente feliz si pudiera no presentir…
Enrique Santos Discépolo
De su Ciclo Cómo Nacieron mis Canciones – Radio Belgrano -1947
Mariano: (obediente) Le dije a Discépolo, con quien éramos muy amigos, que si le gustaba la música y quería ponerle letra, yo consideraba que sería un éxito. Y así fue. Me acuerdo que cuando fui a su casa a mostrárselo, él estaba argumentando un episodio de televisión con un gran actor, Arturo de Córdoba. Se lo mostré y en ocho días me hizo la letra. En vez, para el tango Uno demoró tres años. Se lo di en abril del 40 y recién nació en el 43. Mores recuerda que a los 15 días le preguntó por primera vez que le parecía la melodía. “Me gusta mucho, vas a ver qué lindo va a ser esto”, le respondió tranquilo Discépolo. Al mes Mores insistió: “¿Y qué te parece la música?, ¿no querés que cambie algo?”. “No, no”. Mariano: Pasaron tres meses y ya me obligaba a no preguntarle nada. Podía perfectamente ocurrir que no le gustara la música ¿por qué no?
Cumplido un año Mores sigue componiendo con José María Contursi. Y a pesar de que uno de los frutos de esa unión (En esta tarde gris) ya se había puesto de moda, Mores seguía preguntándose qué ocurriría con Discépolo y ese tango al que él le había puesto un nombre provisorio: Tango argentino. Claro que la demora no impedía que siguieran siendo muy amigos. Mariano: En 1943 me dio el premio de la letra consumada. Me acuerdo que era muy larga y yo digo ¿pero esto quién lo va a cantar? Porque en ese momento se usaban las letras cortas, los refranes casi en los tangos. Yo creía que Uno no lo iba a cantar nadie. Se lo di a Canaro a ver qué le parecía y me dijo “ah, esto es muy bueno, va a ser un gran éxito”. Y fue un éxito consagrado en todas partes. Primero en Argentina, después en México… Silvia: Discépolo lo terminó para su mujer Tania. ¿Y nunca le dijo por qué tardó tanto? Mariano: No, ni le pregunté tampoco.
Entrevista de Laura Gentile a Mariano Mores
Espectáculos – Clarín – 08-11-08
Sobre Uno de Discépolo
No, si uno la sabe, vaya si lo sabe porque, ¿quién quiere emigrar, abandonar la tierra en la que nació, desarraigarse de tantas cosas que guardan tanta relación con la vida de uno, con hábitos, costumbres, esquinas, barrios, amigos? Nadie, sólo alguna especie de aventureros, tal vez. Pero, ¿sabe qué pasa? Es el país, es la situación económica, el valor de la plata, la inseguridad… En este país el fútbol se ha empobrecido y está en vías de extinguirse como gran mercado y si uno tiene la posibilidad de ir a jugar a Europa, a Italia, a Francia, a España o, en una de éstas, a Colombia, no puede decir que no porque es la gran oportunidad, ¿se da cuenta? Nadie puede darse el lujo de desestimar una tentación de esa magnitud porque la vigencia del jugador es efímera, apenas si dispone de unos pocos años, no es lo mismo que en otras profesiones – en la mayoría de ellas- en las que el trabajador dispone de toda una existencia por delante para ganar dinero… A uno le duele el país, le duelen muchas cosas, pero el sacrificio vale porque lo justifica la cantidad de dinero que uno se gana, que es como asegurarse para todo el resto de la vida, no sólo para uno sino para toda la familia…
Y yo me digo que está bien, que quién es uno para exigirle gestos de romántica a los demás, qué quién es uno para pedirle renunciamientos de ese tipo, en homenaje al fútbol, por amor a su tierra. Que cada cual elija el camino que los sueños prometieron a sus ansias, como en los versos del Flaco Enrique Santos. Además, y principalmente, el país decidió una economía de guerra que no permite ni gastos ni inversiones superfluas… ¿O el fútbol no es una actividad superflua? Sí.
Osvaldo Ardizzone – Tiempo Argentino – 1985
Uno
Uno, busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias…
Sabe que la lucha es cruel
y es mucha, pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina…
Uno va arrastrándose entre espinas
y en su afán de dar su amor,
sufre y se destroza hasta entender:
que uno se ha quedao sin corazón…
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
a un amor que lo engañó…
¡Vacío ya de amar y de llorar
tanta traición!
Si yo tuviera el corazón…
(¡El corazón que di!…)
Si yo pudiera como ayer
querer sin presentir…
Es posible que a tus ojos
que me gritan tu cariño
los cerrara con mis besos…
Sin pensar que eran como esos
otros ojos, los perversos,
los que hundieron mi vivir.
Si yo tuviera el corazón…
(¡El mismo que perdí!…)
Si olvidara a la que ayer
lo destrozó y… pudiera amarte…
me abrazaría a tu ilusión
para llorar tu amor…
Pero, Dios, te trajo a mi destino
sin pensar que ya es muy tarde
y no sabré cómo quererte…
Déjame que llore
como aquel que sufre en vida
la tortura de llorar su propia muerte…
Pura como sos, habrías salvado
mi esperanza con tu amor…
Uno está tan solo en su dolor…
Uno está tan ciego en su penar…
Pero un frío cruel
que es peor que el odio
-punto muerto de las almas-
tumba horrenda de mi amor,
¡maldijo para siempre y me robó…
toda ilusión!…
Tango 1943
Música: Mariano Mores
Letra: Enrique Santos Discépolo