Fry es un joven adulto que se gana el pan de cada día repartiendo pizzas en una Nueva York superpoblada, allá por 1999. El nuevo milenio está a unos minutos de distancia. Las Torres Gemelas se erigen en el paisaje citadino, sin tener la menor idea que dos años más tarde se convertirían en el símbolo moderno del horror terrorista. El crisol de etnias urbanas transita como un borrón, apenas perceptible con el rabillo del ojo del trabajador (hoy se le llamaría un “Rapi”), que sufre un principio de abulia notable.
Su última entrega del milenio resulta ser una broma telefónica. Llega a un lugar en donde nadie espera comida, en la víspera de año nuevo. En vez de estar festejando, está realizando su labor, pero una vez más es víctima de una sociedad que suele invisibilizar a los trabajadores precarizados.
Resignado, se sienta en una silla, delante de una peculiar cámara criogénica que está sospechosamente abierta. Cuando la cuenta regresiva para el año 2000 termina, Fry inclina de más la silla y cae dentro de la cámara, que se cierra y activa, congelando al muchacho durante mil años.
El repartidor despierta en el futuro, en donde toda la gente que lo trató mal se convirtió en polvo. El paisaje de Nueva York cambió radicalmente. Hay naves voladoras saturando el tráfico aéreo. Extraños tubos transparentes en donde la gente se transporta a toda velocidad. Los extraterrestres llevan siglos viviendo entre los humanos, que también consiguieron colonizar las estrellas.
El muchacho no sabe que hacer más que ir a buscar a algún pariente lejano, y para su suerte, lo encuentra. El profesor Hubert Farnsworth es un tatara tatara tatara tartara…. Sobrino, pese a que es un octogenario inventor medio loco, dueño de “Planet Express”, un servicio de delivery interplanetario. Fry se despierta en el futuro, si, pero pronto volverá a trabajar de repartidor, porque hay cosas que nunca cambian.
Lo que si cambia es su estado de ánimo. El año 3000 no sólo lo obligó a dejar atrás la depresión de una vida gris y sin, irónicamente, futuro, sino que le dio un grupo de amigos inimaginables y hasta un amor. Fry traba una sincera y bizarra amistad con el robot alcohólico Bender, cuya finalidad original era doblar vigas de acero, pero que encontró un segundo propósito en la empresa de repartos. Fabricado en México, adicto al alcohol y aspirante a chef (pese a no tener papilas gustativas) no duda en ofrecer su amistad al viajero temporal.
Allí conoce también a Leela, una mujer de pelo morado y un solo ojo en su rostro, la capitana de la nave espacial de la empresa. Dueña de una personalidad fuerte, su origen es un misterio las primeras temporadas. Se especula que es de origen extraterrestre, aunque más tarde se sabrá que en realidad es hija de unos mutantes que viven en las alcantarillas de la ciudad. El “flechazo” con Fry es instantáneo, pero tardarán varios años en consumar su relación, como suele suceder en las mejores sitcoms.
El doctor Zoidberg es un extraterrestre del planeta Decapod 10, y oficia de médico oficial de la tripulación, pese a que entiende poco y nada de la anatomía humana y no posee dedos, sino tenazas, como cualquier crustáceo. Luce como una langosta antropomórfica con tentáculos que cubre su boca, y cuando llega la época de apareamiento de su especie debe trabarse en combate mortal con otro.
Amy Wong es estudiante de ingeniería, parte de la tripulación en la parte técnica de la nave. No necesita el empleo porque es heredera de una enorme fortuna, pero disfruta de las aventuras espaciales y de la compañía del sexo opuesto.
El último integrante del grupo principal es Hermes Conrad, un amante de la burocracia jamaiquino que, por supuesto, se encarga de las cuentas y los archivos de la empresa. Siempre parece estar de buen humor y, en el pasado, fue campeón de limbo, habilidad peculiar que lo sacará de más de un apuro.
La serie creada por Matt Groening, tras el éxito inoxidable de Los Simpson, fue un proyecto de pasión en donde volcaría su obsesión por la ciencia ficción y la comedia, con una libertad creativa que se ganó gracias a sus criaturas originales. Estrenada en 1999, se emitió en Fox hasta el 2003, cuando fue cancelada por primera vez. Comedy Central, canal dedicado a producciones humorísticas, tomó la posta y generó la continuidad otros cuatro años, hasta que la quitaron del aire definitivamente tras 140 brillantes episodios.
La novedad es que, cual ave Fénix, Futurama se niega a morir. Este año la plataforma Star+ estrenará veinte nuevos episodios, que se suman a los ya existentes, más cuatro largometrajes hechos exclusivamente para el mercado hogareño.
Desde el comienzo se notó la pasión de los guionistas por la ciencia ficción —y la ciencia en general—, elementos en los cuales se concentraron en partes iguales junto a los segmentos humorísticos. En los primeros episodios se puede observar un lenguaje alienígena inventado que los fans no tardaron en descifrar. ¿Cuál fue la solución que encontraron los guionistas? Hicieron uno nuevo, más complejo, para que los espectadores más curiosos pudieran desentrañar.
Las referencias a la cultura popular se mantuvieron al igual que en “Los Simpson”, y pese a la disparidad temporal (mil años de diferencia) las celebridades siguieron apareciendo, pero esta vez como cabezas metidas en frascos que los mantienen con vida. Puede sonar un poco tenebroso por escrito, pero como gag funcionó a la perfección.
“Futurama”, quien le debe su nombre a una famosa feria estadounidense de principios del siglo XX que mostraba como sería la ciudad del mañana, despertó los elogios de la comunidad matemática al crear lo que hoy se conoce como el “teorema Futurama”. El guionista Ken Keeler se pasó horas creando una compleja ecuación para justificar un improbable aparato que permitía a los protagonistas intercambiar cuerpos. Este chiste numérico complejo generó hasta ensayos reales para estudiar la matemática real detrás del elemento de ciencia ficción.
Curiosidades como estas abundan. Tal vez una de la más interesante no tiene que ver tanto con alguna cuestión científica, sino con el poderío económico de Groening. La apertura de la serie mostraba el logo de la extinta 20 Century Fox. Al situarse en el futuro, el creador quería poner “30 Century Fox”, aludiendo al milenio en el cual transcurrían los episodios. Fox, por alguna razón, se negó. Matt encontró una solución simple para llevar adelante su chiste: compró los derechos del logo e hizo lo que quiso.
La complejidad en la escritura de los guiones, en la infinidad de detalles que componen a un universo aparentemente caótico, pero completamente coherente dentro de las reglas internas que fueron elaborando los artistas, llevaron a que cada episodio llevara un año entero de trabajo, segmentado en las distintas fases de producción. La animación sola lleva seis meses de labor. El producto final muestra los resultados de semejante esfuerzo. Pocos episodios son olvidables, y en una serie que supera los cien capítulos, es un logro destacable.
El mejor ingrediente de la serie es, por lejos, la simpleza oculta detrás de las aventuras coloridas e imaginativas que tiene Fry y sus compañeros. Al final del día, el hombre que se durmió en el siglo XX para despertarse en el siglo XXX continúa teniendo el mismo empleo que antes, sólo que a escala interplanetaria. Pero la depresión por un empleo sin futuro se va con el cambio de escenario. Fry va al banco, ni bien despierta, para ver si los pocos centavos que tenía depositado en su cuenta seguían allí, y descubre que es multimillonario debido a los intereses acumulados durante mil años. Sin embargo, no opta por llevar una vida de lujos y excesos, sino que se vuelca a explorar el cosmos mientras sigue entregando pedidos.
Las relaciones interpersonales siguen siendo el corazón de “Futurama”. Los personajes son queribles, los secundarios brillan no sólo por sus apariciones sino porque están bien pensados y cuidados. Todos cumplen un rol, sea más o menos pequeño, y contribuyen a crear una atmósfera amable para el espectador.
Los nuevos episodios son la excusa perfecta para revisitar una serie emblemática, que no tuvo la continuidad de “Los Simpson” —aunque si tuvieron un cruce en ambas series— pero si generó una legión de admiradore fieles que continúan alzando la voz para que “Futurama” siga produciendo más magia animada.