“Quiero pensar su cristalino Olvido,
Ser para siempre; pero no haber sido”.
Dice Jorge Luis Borges en su poema Los Enigmas publicado por el diario La Nación de Buenos Aires en 1965. En esa pieza el poeta reflexiona nuevamente sobre el misterio de la muerte. Y una vez más, la paradoja: ser pero no haber sido. Y también fue paradojal su relación con Buenos Aires, la ciudad que lo vio nacer y a la que dedicó muchos de sus mejores versos y en la que están ambientados algunos de sus cuentos más memorables. No obstante, habría sido su voluntad que su cuerpo yaciera en la ciudad de Ginebra; y allí reposa. Es que la ciudad suiza también está imbricada en sus sentimientos y memoria.
Allí pasó años de su adolescencia. Y retornó cuantas veces pudo o quiso, hasta radicarse definitivamente a fines del año 1985; meses antes de morir. Descansa en una sepultura señalada por una lápida que pretende -deliberadamente- tosquedad en su diseño. Fue confeccionada por el escultor argentino Eduardo Longato sobre diseño de María Kodama, viuda del escritor.
Más allá de la fama del yacente, que atrae por ese sólo hecho la atención de muchos paseantes del antiguo cementerio de Plain Palais, llamado también “De los Reyes”; a orillas del río Ródano, la tumba tiene otras características curiosas. Como en cualquier cementerio, el sepulcro posee un número de registro: 735 – Posición: D-6. Pero la lápida cuenta con ciertas particularidades que han hecho correr ríos de tinta en notas periodísticas, conferencias y libros: las inscripciones y un dibujo en relieve que adornan la identificación de rigor.
Sobre la piedra gris, en el anverso está grabado precediendo las escrituras, el nombre completo del escritor. Debajo un círculo de radio amplio y dentro de él, la imagen de siete guerreros. Circunvalando a la imagen en su parte inferior, un fragmento de un verso escrito en anglosajón que pertenecería a un poema del siglo X, conocido como “La batalla de Maldón”, algunos investigadores lo traducen como “Y que no temieran”; otras fuentes sostienen que allí dice: “Las puertas del cielo se abrieron para él”. Literalmente está escrito: “…and ne forhtedon na”. Que cada uno saque sus conclusiones. Recordar que pertenece a una lengua antigua anterior al inglés moderno. Y cerrando el mensaje de la estela, al pie aparece una pequeña cruz celta acompañada por las fechas de nacimiento y muerte de Borges: “1899 – 1986”.
En el reverso, aparece una nave vikinga con otras inscripciones. En algún verso el poeta reclamó para su epitafio – y su descanso- sólo “Las dos abstractas fechas y el olvido”. El desfile de curiosos, lectores y periodistas frente a su última morada, desearían aquel reclamo.
A su vez, en 1999 legisladores de la Ciudad de Buenos Aires y de la Nación presentaron proyectos para repatriar a Don Jorge Luis; los intentos naufragaron ante la negativa de su viuda María Kodama, quien decidió respetar la decisión final del hombre de los laberintos y los tigres.
Por Redacción
Inscripción en Cualquier Sepulcro
No arriesgue el mármol temerario
gárrulas transgresiones al todopoder del olvido,
enumerando con prolijidad el nombre,
la opinión, los acontecimientos, la patria.Tanto abalorio bien adjudicado está a la tiniebla
y el mármol no hable lo que callan los hombres.
Lo esencial de la vida fenecidala trémula esperanza,
el milagro implacable del dolor
y el asombro del goce – siempre perdurará.Ciegamente reclama duración el alma arbitraria
cuando la tiene asegurada en vidas ajenas,
cuando tú mismo eres el espejo y la réplica
de quienes no alcanzaron tu tiempo
y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra.
Fervor de Buenos Aires- Jorge Luis Borges – 1923