Argot
El argot es, en Francia, lo que el lunfardo en nuestro país. En algunos diccionarios y en otras fuentes se anotan varios significados: “jerga, jeringonza, germanía”. También, como sinónimo de lunfardo y desde el ángulo de lo semántico, “léxico del bajo fondo”. “Argot” existe como tal en francés.
“Precisamente la palabra argot se empleó primeramente en relación con el lenguaje secreto de esa gente (delincuentes, podría referirme al procedimiento utilizado por los niños y los estudiantes, cuando tienen intenciones ocultas) y sería conveniente aplicarla solo a la lengua de ocupación de ladrones y mendigos. Una autoridad como L. Saínéan emplearía argot para lo que se llama en ingles slang y jargón (jerga) para la lengua de los ladrones…“.
Es necesario aclarar y reiterar que el argot es desarrollado dentro de la comunidad lingüística del francés y el lunfardo en el orbe idiomático argentino. En casos, la sinonimia de uno y de otro es muy rica. En el argot francés- asegura Tarde- hay 72 sinónimos para la embriaguez y beber, según la recuerda Enrique R. Del Valle. Este mismo autor nos menciona 64, en lunfardo.
En Francia, el hermano del argot es el patois “dialecto”. Patoiser “hablar en dialecto”.
Calambur
El Calambur es un mecanismo auxiliar del lunfardo, del argot, del francés y de otros idiomas. Nace de cierto juego y se trata de una broma o cachada, una “especie de ensalada lingüística”, con que se alimenta el lenguaje cotidiano.
El calambur, y el vesre, pueden calificarse como lenguas francas internacionales, de corte profesionales. Lengua franca es “la que tiene contenido bastardo de dos o más lenguas y con la cual se entienden los naturales de pueblos distintos”.
“Calambur” es palabra de origen francés: calembour o calenbourg significan “dar a ciertos vocablos un sentido diverso del que tienen usualmente”. Se lo denomina equívoco, o dialogía, o juego de palabras, aunque en estos casos hoy mecanismos distintos.
Esta travesura lingüística aparece en el siglo XVII, en la picaresca española, en el Libro de Entretenimiento de la Pícara Justina (1605), del médico Toledo Francisco López de Ubeda, según Foulché- Delbosc: “Yo confieso que es éste un tiempo en que el zapatero, porque tiene calidad, se llama Zapata, y el pastelero gordo, Godo; y el que enriqueció, Enríquez, y el que es más rico, Manrique…”
Escribió Cervantes, en “Don Quijote”: “… y así decimos que es de Durango, por decir que es duro, apretado y escaso, y que está en Peñaranda una cosa para decir que está empeñada, y que es ladrillo, para llamar a un ladrón…”. Ello es llamado paronomasia, por Cervantes, o semejanza de un nombre a otro, para dar gracia con ambigüedad.
Y Góndora: “El conventillo de la Paloma”, de Alberto Vacarezza:
CONEJO.- ¡Vení, pasá hombre! Adiós Tanolai, ¿Cómo Vázquez?
MIGUEL.- ¡Hola, mi simpático Conejo, por fin te veo lo diente! ¿Qué decíse de bueno?
CONEJO.- Aquí me tenés completamente a tus Ordóñez, un Amiguelli, che: don Miguel, el encargado, y el famoso Paseo de Julio, ¡punto muy Altamirano!
MIGUEL.- ¡Que amigo me trajiste! ¿Me da donde me lo hai sacado? ¿De la Penitenciaria?
CONEJO.- Despacelli, hombre, y no lo toriés. Esta así, medio Chivanosky, desde que se le fue la Mojica.
MIGUEL.- ¿Qué Mojica?
CONEJO.- La mujer, hombre.
MIGUEL.- Ah, descolpame. No me acordaba que Mojica era otro apellido.
Para terminar, otro ejemplo: Napoleón Ie dijo en un baile de corte: “Tutti gli italiano danzano si male!”. Y una dama italiana respondió: “Non tutti , ma buona parte!”.
Esto fue contado por Freud en El Chiste y su Relación con el Inconsciente.
Eduardo Giorlandini – Académico Correspondiente – Bahía Blanca – Diciembre de 1985