Dea Ram corre hacia el lago perfecto para huir de los androides Clark y Serafina. La dueña del lago tenía la costumbre de petrificar todo aquello que no le sirviese para sus fines.
Fragmentos de Seres
Dea Ram tenía solo sensaciones. Sensaciones de desamparo, de desarraigo, de absoluta incertidumbre, de finales de vida. Sin embargo, Bairoleidi al verla sumergirse en el lago azul, a merced de los peces koi, pergeñó un plan. Sería la primera de la especie terráquea en cruzarse con el gran Koi , procurar una nueva especie y dotarla de eternidad. No era una mala idea compartir la eternidad con alguien.
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Intuí que esa sirena tendría derechos sobre mi persona. Intuí que sería objeto de manipulación al ver al gran pez Koi nadar hacia mí. la piel fosforescente del pez se contraponía con mi piel, a estas alturas plagada de tatuajes. En verdad eran heridas que me había provocado yo misma al zambullirme en esa especie de lago que no era otra cosa que un gran espejismo. La mente suele engañarnos con facilidad. Necesité tantear las paredes de mi consciencia para no desvanecerme, es más necesitaba saber qué objetivo tenía ese ser de manchas rojizas y ojos desorbitados que escupía agua en chorros y que venía a gran velocidad. Pero, no todo pertenecía al mundo de Bairoleidi. Quizá esa diosa era una eterna frustrada, lo digo porque Clark se aproximó a Bairoleidi y ella desapareció de repente. ¿Quién mandaba en tierras marcianas?
Herida, sin percibir cuán humana soy, me vi arrastrada por ese robot, ese androide que ante la mirada perpleja de mis coterráqueos, me llevó ante un nuevo ser que trataré de describir. Primero me pareció que estaba ante una versión enorme de los Baktron, una especie de Tantakron gigante, luego supe que era el mismísimo Tantra, una especie que habitaba Marte desde tiempos inmemoriales y que se caracterizaba por poseer el nudo de todo lo colérico. Lo afirmo porque fue el mismísimo Clark quien ante mi sorpresa habló mi idioma y me puso al tanto de que esa raza estaba hecha de la escoria que pululó por centurias en Marte. Fue Clark quien me informó que el Tantra lo había diseñado con rostro de bebé, metales desconocidos amalgamados con un baño de indiferencia. Y pregunté, con un hilo de voz:
—¿Qué significa un baño de indiferencia?
Clark abrió su boca y su risa hizo eco en lo profundo de mi interior.
—Dea, no tenemos sentimientos acá, aunque últimamente hemos tratado de desarrollarlos con nuestro líder.
En mi estupidez, creí que hablábamos de las mismas virtudes, sin embargo el androide, prosiguió diciendo:
—Estamos desarrollando los ojos tiránicos capaces de odiar a lo inimaginado, Por supuesto, ustedes, viles visitantes marcianos, serán nuestros esclavos hasta sus muertes.
Yo respiré aliviada, no duraría mucho en esas tierras.
—Eso sí, tendrás que adaptarte a ser eterna. Nunca serás libre, pero conocerás las distintas máscaras de Tantra, eso te hará poderosa—dijo Clark.
Entonces, supe que buscaría la manera de salvarme de la eternidad, así tuviera que pactar con la mismísima Bairoleidi y dejar que mi cuerpo fuera piedra y solo piedra.
Texto: Ana Caliyuri
Ilustraciones: Tadeo Zavaleta dela Barra