Con el tema de las nostalgias y añoranzas que, con la pandemia afloraron por doquier, en redes y distintos espacios de internet, aparecen en mi mente objetos que formaron parte de mi niñez, entre ellos, la tabla de lavar. Fue inventada como herramienta doméstica para lavar ropa a mano.
Consiste en una tabla de madera en cuya superficie hay una serie de relieves ondulados para frotar la ropa enjabonada. Si de recuerdos se trata, el ruido provocado por la fricción de la ropa mojada contra la madera, en forma pareja y continua, me porta a la familia vecina de mi niñez. La medianera de mi casa familiar, daba al lavadero de la casa de al lado y cada vez que escuchaba ese ruido tan singular, que no era otra cosa que Elvira en su quehacer cotidiano, se despertaba en mí el deseo imperioso de ir a esa casa llena de magia y rosales, que con el tiempo fue mi casa y familia del corazón.
Reflexiono acerca de las distintas formas de lavar ropa, tal vez piensen que es un tema menor. Así sería, si yo no fuese mujer y en mi memoria inmediata no estuviesen las mujeres que gastaron sus nudillos en esa tarea. Entre ellas mi abuela española, que llegó a Buenos Aires desde la región de Lugo, de polizón en el vapor “Sierra Ventana” y que tuvo como actividad laboral la de ser lavandera tanto en Buenos Aires como en Tandil. Lavar ropa de otros (sean de la familia o no) parece haber sido el estigma de las mujeres de todos los tiempos hasta que nació el lavarropas, y si de remembranzas se trata aparece la imagen de mi padre (pionero en la prestación de servicios) que con sus ahorros compró tres lavarropas nuevos y se dedicó a alquilar los mismos durante unas horas, yendo de casa en casa, para dejar la “maravilla” que ayudaba a la pesada tarea del hogar e incluso tenía rodillos estrujadores por donde se escurría la ropa sin necesidad de retorcerla a mano para quitar el agua.
Los recuerdos nutren la existencia, pero el progreso nos habla de mejores condiciones de vida y es por eso que la tabla de lavar no me llena de nostalgia. Lavar la ropa a mano (aún se hace hoy, en lugares sin electricidad) es un trabajo que requiere esfuerzo físico y tiempo. En todo caso, es mejor lavar los pensamientos poniéndose por un instante en los zapatos o zapatillas del otro/otra u otre para liberarlos de yugos que encadenan el tiempo. Sí, el tiempo, ese espacio valioso que habla de libertad para hacer otras cosas (ociosas o no) que van más allá de las tareas hogareñas.