Dea Ram vislumbró el futuro con el tercero de sus ojos y supo que los planes de Tantra serían perjudiciales para los terráqueos.
La Posteridad no es un Juego
No me place la idea de terminar siendo un esqueleto vivo, desde que llegamos a Marte solo he comido pastillas de laboratorio para mantener mi cuerpo en pie, mejor dicho, desde que nos expulsaron de la Estación Espacial Calipso con el kit de supervivencia. Aparentemente hubo un motín o algo similar por el exceso de personas que habíamos viajado, yo no formé parte de la revuelta pero igualmente fuimos puestos a disposición del Jefe de la Estación Espacial, un tal Lemus al que nunca le vimos la cara.
Aquel día es mejor olvidarlo, aunque debo dejar constancia escrita de los atropellos recibidos. Nos asignaron un número y luego asistimos a un macabro sorteo, digo macabro porque sin miramiento alguno hicieron trampa y nos echaron. A Chaofair por su obsesiva idea de transformarnos a todos en Silvanus Rex, a Aristotelius por su esmerada forma de reflexionar, a Ansidorio por la mala reputación que había desarrollado su profunda ansiedad y a mí por ser memoriosa. Debo confesar que al abrirse la gran puerta me sentí libre, y me puse a pensar que la libertad está dentro de uno mismo, que no hay nadie quien la quite ni la otorgue, aún en las más deleznables circunstancias.
Solo me preocupa ser manipulada, y sé que Tantra es como un dios aquí en Marte, también supe que los Tantakron fueron en la antigüedad parte de su familia y que él los minimizó y esclavizó. Me espanta pensar que para ese ser caótico puedo ser fértil. Pero a su vez, tengo una corazonada, sé que el inmenso pez Koi que se alimenta de corales, amigo espectral de Bairoleidi,la sirena, va a ser un buen aliado. La cabeza de ese pez que vi a la ligera en el lago perfecto es como la de un koi terrestre, pero tiene cuernos. Los cuernos parecen de un antiguo dragón y lo que es mejor, intuyo que se comunica a través de ellos con los robots exploradores. Si logro descifrar su idioma, quizá sobrevivamos, pero primero debo estar segura de que algún día moriremos. O al menos yo. Me tienta la posibilidad de conocer a Gilgamesh, el inmortal, que calculo que a estas alturas es un gran dios. No quiero vivir escapándole a la muerte, prefiero vivir en consonancia con la vida. La posteridad no es un juego, aunque parezca que “la suerte está echada”, aquí en Marte la conciencia es otra. El futuro se asusta mientras el instante muere, así de simple. Razón por la cual nació mi tercer ojo, para ver lo invisible, para percibir el más allá e incluso para detectar a kilómetros a nuestro enemigo Tantra. ¿Libraremos batalla? ¿Alcanzará con el arma de la luz?
Texto: Ana Caliyuri
Ilustración: Tadeo Zavaleta de la Barra