Si yo Tuviera el Corazón
Una noche, en 1943, don Francisco Canaro después de una función en el teatro, me llevó al Marabú, un cabaret donde tocaba una famosa orquesta de aquella época. Allí conocí a Enrique Santos Discépolo, que estaba acompañado por Tania. En lugares como aquel siempre se producía cosas insospechadas. La gente empezó a pedir que Tania cantara y como no tenía quien la acompañara, me ofrecí para hacerlo. Desde entonces Discépolo y yo nos hicimos amigos.
Un día le comente a Enrique que me gustaría tener la suerte componer un tema juntos y le dejé la música. En ese momento ya habían prendido en la gente Cuartito Azul y empezaba a conocerse. En Esta Tarde Gris.
Al mes de dejársela, le pregunté qué le habías parecido, pero no me daba la letra y me decía “Anda muy bien ya te la voy a haber oír, ¡voy a hacer algo bárbaro…!” En realidad, pensé que la música no le había gustado y por delicadeza nunca más le pregunté nada.
Tres años después se apareció en la puerta del teatro Alvear, donde estábamos haciendo Buenos Aires de ayer y de hoy, con Francisco Canaro y me entregó una sábana interminable.
-¿Qué es esto?- le dije.
-Es el tango que me diste.
-¡No te puedo creer…! Pero es como la Biblia. ¿Por qué tan largo?
-¿Tendrá éxito?
Era un momento en que estaban de moda los boleros con letras muy cortas. De ahí mi duda.
A Uno lo estrenó Tania, que estaba trabajando con la compañía de León Alberti, en el teatro Astral, es decir al lado de nosotros, mientras que yo se lo hice estrenar a Canaro, con la voz de Carlitos Roldan. Fue un éxito.
Sin embargo, el tango no se podía pasar por radio porque la censura lo había prohibido y únicamente se podían vender los discos Así fue durante algunos meses.
Cuando la gente quería escucharlo en lugares como el Rendez vous, una de las boites de moda, lo pedían levantado el dedo índice.
-¿Viste que todo el mundo lo pide con el dedo?- me dijo un día Enrique-¿Qué te parece si le cambiamos el titulo? Él le había puesto Si yo tuviera el corazón.
-Es cierto- le digo. Pongámosle Uno. Le hicimos caso a la gente, lo bautizamos de nuevo y se convirtió en un gran éxito en todo el mundo.
Por Mariano Mores – Diario Sur – 1990
Uno
Uno, busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias…
Sabe que la lucha es cruel
y es mucha, pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina…
Uno va arrastrándose entre espinas
y en su afán de dar su amor,
sufre y se destroza hasta entender:
que uno se ha quedao sin corazón…
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
a un amor que lo engañó…
¡Vacío ya de amar y de llorar
tanta traición!
Si yo tuviera el corazón…
(¡El corazón que di!…)
Si yo pudiera como ayer
querer sin presentir…
Es posible que a tus ojos
que me gritan tu cariño
los cerrara con mis besos…
Sin pensar que eran como esos
otros ojos, los perversos,
los que hundieron mi vivir.
Si yo tuviera el corazón…
(¡El mismo que perdí!…)
Si olvidara a la que ayer
lo destrozó y… pudiera amarte…
me abrazaría a tu ilusión
para llorar tu amor…
Pero, Dios, te trajo a mi destino
sin pensar que ya es muy tarde
y no sabré cómo quererte…
Déjame que llore
como aquel que sufre en vida
la tortura de llorar su propia muerte…
Pura como sos, habrías salvado
mi esperanza con tu amor…
Uno está tan solo en su dolor…
Uno está tan ciego en su penar…
Pero un frío cruel
que es peor que el odio
-punto muerto de las almas-
tumba horrenda de mi amor,
¡maldijo para siempre y me robó…
toda ilusión!…
Tango 1943
Música: Mariano Mores
Letra: Enrique Santos Discépolo