Historias de un Tango
Hace años, en el fenecido cabaret de la calle Corrientes, Tibidabo, Aníbal Troilo, tenía la más aplaudida de las orquestas típicas, de la que en la actualidad quedan todavía algunos de aquellos valiosos elementos actuando junto a él. Aníbal Troilo- único caso que en vida entró milagrosamente en la categoría del mito (a pesar de que, según la aceptación del diccionario, milo es fábula, ficción, cosa inverosímil) y Aníbal Troilo no es nada de eso, porque ni es fábula, no ficción, ni cosa inverosímil. Es carne y hueso del tango, y sin embargo en un mito. Con este hombre del bandoneón compusimos puede decirse esa misma noche un gran tango…Mesa trasnochadora integrada constantemente por don José Razzano, José María Contursi- hijo del gran poeta del tango. Pascual Contursi, y como éste, poeta y autor de muchos éxitos-, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, César Vedani, Ángel D’Agostino y el siempre recordado vate, Carlos de la Púa. La masa estaba permanentemente reservada para nosotros. En un momento dado, Aníbal me saca de la mesa y vamos a una especie de buardilla de la trastienda. Ahí solos, me hace escuchar un tango. La hora, la noche, los cigarrillos fumados, los tragos espirituosos, todo, puede decirse, hicieron la letra… Llevé el borrador de lo que había tomado sobre el tema musical y, esa noche, de regreso a mi departamento, terminó en las primeras horas de la madrugada, el tango. Se titularía: “Garúa”…
Enrique Cadícamo – Panorama – Octubre 1967
Garúa
¡Qué noche llena de hastío y de frío!
El viento trae un extraño lamento.
¡Parece un pozo de sombras la noche
y yo en la sombra camino muy lento!
Mientras tanto la garúa
se acentúa
con sus púas
en mi corazón…
En esta noche tan fría y tan mía
pensando siempre en lo mismo me abismo
y aunque quiera arrancarla,
desecharla
y olvidarla
la recuerdo más.
¡Garúa!
Solo y triste por la acera
va este corazón transido
con tristeza de tapera.
Sintiendo tu hielo,
porque aquella, con su olvido,
hoy le ha abierto una gotera.
¡Perdido!
Como un duende que en la sombra
más la busca y más la nombra…
Garúa… tristeza…
¡Hasta el cielo se ha puesto a llorar!
¡Qué noche llena de hastío y de frío!
No se ve a nadie cruzar por la esquina.
Sobre la calle, la hilera de focos
lustra el asfalto con luz mortecina.
Y yo voy, como un descarte,
siempre solo,
siempre aparte,
recordándote.
Las gotas caen en el charco de mi alma
hasta los huesos calados y helados
y humillando este tormento
todavía pasa el viento
empujándome.
Tango – 1943
Música: Aníbal Troilo
Letra: Enrique Cadícamo