Dea Ram busca comunicarse con el pez Koi , y también con Bairoleidi y Gilgamesh. Necesita saber los planes de un tal Tantra que pretende esclavizar a los terráqueos y supone que tanto el pez, como la sirena y el inmortal podrán ayudarlos. Una nube cósmica deja en penumbras el lugar.
Intuición Pura
No tengo vergüenza de aceptar que mis arrebatos intuitivos no siempre dan buenos resultados. Pero, debía hallar una forma de salir de esa nube de polvo que nos asfixiaba y que nos obligó a reprogramar el oxígeno que traía nuestros trajes. Pequeños botones, cientos de miles, que se conectaban unos con otros en forma rápida hasta conformar una guía que iba directo a la boca.
Obvio que también contaba con lo fortuito que podría suceder, esos hechos que doblegan el instante. Un batir de alas barrió la tormenta cósmica, un regalo de vida o algo así que nos ofrendó Bairoleidi, la sirena, que a estas alturas percibí que era un androide por su inmensa capacidad de transformación; del velo universal que envolvía su cabeza nacieron grandes alas que escondió con agilidad luego de deshacerse de la nube. Me quedé perpleja al notar la transparencia de su cabeza, quise retener en mi cerebro las distintas partes para establecer las diferencias con nosotros los terráqueos, pero me fue imposible. La sirena se acercó para hablarme:
—Dea Ram, tu memoria es prodigiosa, pero la mía es aún superior—me dijo con lentitud, y agregó— mi Koi puede leer tus pensamientos.
—Mejor—dije con fuerza y poca veracidad—de ese modo estaremos todos tranquilos, mi única capacidad es ver el futuro—agregué.
Bairoleidi se incomodó, lo percibí.
—Entonces sabrás que peligros llegan—me respondió muy ufana.
—Sí, lo sé, por eso vinimos, necesitamos tu ayuda para volver a nuestro origen.
La sirena me miró con cierto aire de pena. El planeta Tierra había colapsado y ya no teníamos hogar dónde volver. Sin embargo, entornó los ojos y proyectó en el aire imágenes nuestras cuando vivíamos en Tierra. Un golpe bajo, si los hay, extrañaba nuestro mundo y aunque Tricornio Saturnal (mi gato) me había acompañado, ya nada era como entonces.
—Hay portales, Dea Ram, se puede retroceder en el tiempo, en otra galaxia con otro Planeta idéntico al planeta Tierra, y podrás vivir tranquilla allí. No necesitarás alimentos, ni nada para conservar tu vida. Es la inmortalidad misma la que está en juego, tampoco habrá sentimientos ni nada que te ate.
—¿Para qué vivir eterna? No me interesa, me importa crear un mundo terrícola aquí en el planeta Marte—dije con respeto.
—Para eso deberás pedirle `permiso a Tantra, él es quien maneja los hilos de las libertades—me respondió con tono híbrido.
—Necesito una entrevista con ese engendro—repliqué sin pensar demasiado.
—Trataré de conseguirte una, pero será en vano. No tendrás permiso para modificar nada. Lo que ves, es, lo que está, está y el devenir no es algo que lo desvele.
—A mí, sí, me desvela, puedo ver los jirones humanos de mis amigos, rebotando de cráter en cráter, en poco tiempo.
—¿Te preocupa la muerte? —me preguntó Bairoleidi.
—No, me preocupa la no vida, es difícil de que entiendas la diferencia, aunque yo tampoco te comprendo, lo poco que sé es que sos un holograma, por momentos, y un androide en otras circunstancias.
—De acuerdo, te voy a contar algo. Mi vida en el lago perfecto está llena de monotonía. Y ser o no ser, es parte de una ulterior conversación. Por ahora, nos moveremos con Koi hasta conseguir que hables con Tantra, no tengas demasiadas expectativas, los días de los terráqueos serán como los míos: la nada misma.
Miré de soslayo a Bairileidi, no me resignaría a una mera supervivencia infeliz.
Texto: Ana Caliyuri
Ilustración. Tadeo Zavaleta de la Barra