El libro de Esliaschev hilvana con habilidad los enunciados judiciales, su vehemente análisis de los hechos narrados y el relato de cada uno de los jueces. Hay páginas de vigoroso aliento expresivo.
En ellas, lo trivial y lo trascendente se enhebran en forma conmovedora. Por ejemplo, en ese relato de Gil Lavedra: “No siempre los seis estábamos de acuerdo. En las sentencias y antes de ellas hubo discrepancias, Éramos todos muy individualistas. Nos peleábamos, a veces casi hasta los golpes. La sentencia la firmábamos el lunes (9 de diciembre) a la tarde. Hubo una discusión terrible el sábado por el asunto de la degradación (de los ex comandantes). El domingo, desde las 8, discutimos muchas horas sobre las penas, sin llegar a un acuerdo. Fue ahí cuando dijimos: “Bueno cortemos. Vayamos a comer una pizza”. Nos fuimos a Banchero a almorzar. Nos quedaban un montón de cosas por hacer; no podíamos seguir discutiendo estérilmente las penas. Cuando nos sentamos los seis en Corrientes y Talcahuano, Carlos (Arslanian) sacó una servilleta y se hizo la mediación. Ledesma y yo me parece que éramos los más recalcitrantes, pero aflojamos, transamos. Carlos decidió escribir (las conclusiones) en la servilleta. Cuando terminó, ordenó: “Muchachos, me lo firman”. Todo quedo acreditado en la servilleta de Banchero”
Hay en el libro una revelación que dice a las claras por qué Eliaschev llamó a su obra Los Hombres del Juicio. Una vez más es Gil Lavedra quien la brinda: “Juzgamos a los comandantes asegurándoles plenas garantías. La tarde de ese mismo lunes 9 de diciembre, tras la sentencia, propuse que nos juntáramos a la noche en mi casa. Vinieron todos los camaristas con sus mujeres y el fiscal Strassera también. Mi mujer se encargó de la comida y Carlos (Arslanian) y yo compramos la bebida, varias cajas de vino y champagne. Esa noche hicimos la catarsis. Nadie más que nosotros sabe cómo hemos vivido tan intensamente nuestra independencia como jueces. Nos emborrachamos. Terminamos a las seis de la mañana con todos los hombres desparramados en el suelo. Era natural. Era una catarsis. Tomamos la decisión de no dar una sola nota de prensa. Nadie nos llamó esa noche del festejo, ni Alfonsín ni el ministro Alconada Aramburú. Nadie. Los políticos tampoco fueron al juicio. Estaban todos cagados.”
Por Santiago Kovadloff – La Nación – 10-10-11
A Luis Brandoni se le Mezclaron los Papeles: Su Enojo con Ricardo Darín por Haber Producido «Argentina, 1985»
Todo comenzó días atrás, a raíz de las declaraciones de Brandoni sobre la película protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Santiago Mitre, en la que el actor tuvo un doble rol: personificó al fiscal Julio César Strassera y formó parte de la producción general.
En una nota con El Sol de Mendoza, el dirigente radical se había quejado porque la figura del expresidente Raúl Alfonsín no había sido destacada en la película. Contó que por esta razón no se había comunicado con los realizadores del fime y apuntó sus dardos contra Darín: “Si hablo me enojo, porque un día le voy a decir: ‘¿cómo carajo hiciste Ricardo (Darín) para hacer esa película que es una canallada?'».
La Respuesta de Darín
Las críticas de Brandoni a la película y a Ricardo Darín dieron mucha tela para cortar en los medios. Y la respuesta del protagonista —y productor— del filme no se hizo esperar.
Si bien buscó bajar la espuma y dijo que no iba a contestar, Darín se mostró dolido por las declaraciones de Brandoni. «No pienso contestarle a Luis (Brandoni), porque estoy anonadado todavía, con dolor en el alma. No pienso responder a esto, porque me parece que es contribuir a una cosa que no tiene ni pies ni cabeza», expresó a Clarín.
«No sé de dónde surge, no sé qué le pasa. La verdad, estoy… Como muchas otras personas, estamos estupefactos, esta es la realidad. No me voy a subir a esto, porque es un delirio», agregó.
Marcha Atrás y Pedido de Disculpas de Brandoni
Este jueves, y tras varios días de polémica, Brandoni volvió sobre el tema. Durante el pase de programas de Alfredo y Diego Leuco por Radio Mitre, el actor dijo que quería pedir disculpas por sus cuestionamientos a Darín por su participación en Argentina, 1985.
“Estoy tratando de comunicarme con él (Ricardo Darín) para pedirle disculpas», dijo. Buscando bajarle el tono a sus declaraciones y a las repercusiones que generaron, Brandoni agregó que «eso de ‘canallada’ no estoy seguro de haberlo dicho, pero si lo dije, no se refería a Ricardo Darín». En este sentido, remarcó que ese calificativo «se refería a la película, no a él”.
Página 12 – 23-09-23
«La Media Verdad que nos Falta»
Un libro rescata el juicio a las Juntas y devela un relato que se fue silenciando con los años.
Un día, no hace de esto aún dos años, Ricardo Gil Lavedra citó en su casa a Pepe Eliaschev. Lo hizo en nombre de los integrantes de la Cámara Federal y del fiscal que juzgaron y sentenciaron a prisión perpetua a los ex comandantes del Proceso. Gil Lavedra le manifestó al periodista que hacía mucho tiempo que él y sus compañeros aspiraban a contar «la verdadera historia del juicio». Esa historia, le aseguró, nunca hasta entonces había sido relatada: «Siempre pensamos que algún día la escribiríamos. Pero el tiempo ha pasado y ya es evidente que no es algo que haremos nosotros. Además, no la leería nadie. Somos administradores de justicia, juristas tal vez, pero no escritores. Pensamos por unanimidad que la única persona que puede hacerlo sos vos».
Eliaschev aceptó el desafío. Puso, para ello, una sola condición: compaginar a su modo todo lo oído, hilvanarlo con su propio relato, articular la palabra de los jueces con la suya. El libro, en suma, sería su libro; la historia, sin duda, sería de ellos. Por lo demás, y para justificar la tarea, Eliaschev sólo tenía fuertes convicciones. La primera de ellas, nacida de la indignación: «Desde 2004, cuando el presidente Néstor Kirchner enunció desde el predio de la Escuela de Mecánica de la Armada que durante veinte años la democracia argentina había hecho «silencio» en materia de derechos humanos y que él venía a pedir perdón por tal supuesta omisión, convivo con una insoportable sensación de injusticia y atropello».
Una segunda razón fue la esperanza de contrarrestar con Los Hombres del Juicio -así decidió titular su obra- el desconocimiento de lo sucedido entre quienes, por ser muy jóvenes en aquellos años o haber nacido después de lo ocurrido, nunca supieron bien qué fue lo que pasó.
A estos dos se sumó un tercer motivo, no menos esencial. Hace largo tiempo que Eliaschev está persuadido de que circula sólo una media verdad sobre los días en que el espanto ejerció su intendencia en la Argentina. Esa media verdad habla de las atrocidades consumadas desde el Estado, a partir del golpe del 24 de marzo de 1976. La otra media verdad, la que se enmascara y termina por distorsionar incluso el alcance de la primera, atañe a las acciones criminales de quienes, ya antes de ese golpe y en nombre de la «patria socialista», embistieron contra el orden constitucional. En la denuncia de este encubrimiento y de algunas de sus consecuencias dramáticas pone el autor de este libro un acento inconfundible por su claridad y coraje.
Más que en una versión aséptica de los contenidos del juicio, Eliaschev se interesó en las vivencias que su desarrollo despertó en los hombres que lo llevaron a cabo. Es así como lo testimonial gana el primer plano de una muy buena parte del libro. Le importó a Eliaschev quiénes fueron esos hombres hasta el momento en que se los convocó para cumplir con el papel histórico que les cupo. Qué sintieron y qué pensaron de esa convocatoria. Cómo emprendieron su tarea. Cómo convivieron cada uno de ellos con los demás en ese desempeño. «Este libro -aclara Eliaschev- detalla los entresijos de unas vidas comunes a las que una bisagra de la historia puso a decidir cuestiones vitales para este país. «Así, desfilan por estas páginas la infancia, la adolescencia, la juventud y la adultez de cada uno de los jueces, siempre narradas en una sencilla primera persona del singular. El país en que vivieron y se educaron, sus familias de origen, sus sensibilidades ante los hechos cotidianos y los de mayor relieve espiritual se van plasmando en el libro hasta el momento en que la historia grande golpea a las puertas de cada uno de ellos. Este cruce entre lo medianamente previsible y lo imprevisible y súbito desvela a Eliaschev. Allí hace pie una de sus perplejidades más insistentes. Y su intensidad puede advertirse cuando reconstruye el momento en que el presidente Raúl Alfonsín, en casa del filósofo Carlos Nino, propuso a esos siete hombres que integraran la Cámara Federal que tendría a su cargo el juicio de los ex comandantes. Fue de hecho en esa casa donde se reunieron, por primera vez, tanto entre ellos como con el recién electo presidente de la República, Julio Strassera, Jorge Torlasco, Jorge Valerga Aráoz, Andrés D’Alessio, León Carlos Arslanian, Ricardo Gil Lavedra y Guillermo Ledesma. «Los artesanos individuales de esa fantástica afirmación del principio de la justicia y la consecuente derrota de la noción de impunidad fueron magistrados de la carrera judicial, hombres comunes con vidas parecidas y diferentes, pero a los que el azar impulsó a tener que proyectarse como seres extraordinarios. Esta es la parte más estremecedora de esta historia, la de seis jueces que, con el aporte decisivo de un fiscal excepcional y de una pequeña patrulla de seres indispensables que buscaron y recogieron las pruebas, sistematizaron los datos y averiguaron en los pliegues más tenebrosos del horror para que se supiera la verdad, hicieron lo que tenían que hacer.»
Por Santiago Kovadloff – La Nación – 10-10-11 – Fragmento