Mientras transcurría la llamada “Década Infame” (1930 – 1943) tanto Jorge Luis Borges como Juan Domingo Perón se encontraban abocados a sus tareas específicas. A esa altura de la Historia, el primero ya era bastante reconocido en los círculos literarios; Perón en cambio, sólo sonaba su nombre en los ámbitos castrenses. Pero el futuro general mientras cumplía ascensos en la carrera, se formaba sólidamente, estudiando y cumpliendo misiones en el exterior; en particular en la Europa al borde de la Segunda Guerra Mundial.
Don Jorge Luis integraba una familia de orígenes patricios, pero sin fortuna económica. Su padre fue un docente librepensador y la madre (Leonor Acevedo), una mujer orgullosa de sus antepasados unitarios. Realizó estudios secundarios en Suiza y la familia retornó al país al finalizar la primera Gran Guerra.
En Buenos Aires se vincula a la gente de letras y cuenta entre sus relaciones a Macedonio Fernández, Nicolás Olivari, las hermanas Victoria y Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, entre otros. Simpatiza con el yrigoyenismo y crea en 1927 en su casa, el Comité de Intelectuales Yrigoyenistas. Ese compromiso político con el Movimiento Radical le genera roces con la revista Martín Fierro de la cual participaba.
El periódico fue el vocero del llamado Grupo Florida, expresión de la vanguardia literaria de su época, contrapuesto al Grupo Boedo, integrado por escritores que consideraban la literatura un vehículo más de la lucha política y el compromiso social.
En 1933 se había registrado el último alzamiento cívico – militar de los radicales demandando elecciones libres, que culminó con otro fracaso. El militante “boina blanca” Arturo Jauretche, plasmó en un largo poema titulado “El Paso de los Libres” la aventura revolucionaria fallida. Mediante la gestión de otro poeta radical, Homero Manzi, Borges escribió el prólogo de la primera edición de la obra y entre otras consideraciones elogiosas, afirma que en el poema “La tradición que para muchos es una traba, ha sido un instrumento venturoso para Jauretche. Le ha permitido realizar obra viva, obra que el tiempo cuidará de no preterir, obra que merecerá – yo lo creo – la amistad de las guitarras y de los hombres” (1).
Este prólogo junto a otras obras de esa primera época, fue negado por el mismo Borges. Sólo una vez fallecido, su viuda autorizó la publicación del material que no había sido vuelto a reeditar.
Es que Jorge Luis comienza un curioso tránsito ideológico que se expresa en sus escritos y con el alejamiento de algunas relaciones vinculadas al yrigoyenismo. La temática de su producción también cambia. Se distancia de algunos cuentos y poemas que – a su juicio – pecaban de “excesivo color local”. En su nueva etapa los argumentos se universalizan en el tiempo y la geografía, profundizan en un insondable universo fantástico, obteniendo obras de asombrosa precisión técnica pero que (le reprochan no pocos de sus críticos), paralelamente pierden emotividad, igual que la poesía que produce desde aquellos años en adelante. También tiene una excelente producción en la narrativa policial, en ensayos y notas periodísticas abordando distintos temas.
En su vida cotidiana, Borges sobrevive con ingresos obtenidos por conferencias, notas culturales en algunos diarios y revistas vinculados a capitales británicos (ya había cesado en el suplemento del diario Crítica) y un empleo en una biblioteca municipal porteña. Por otra parte, el país a comienzos de los años ‘40 comienza a superar la prolongada crisis de la década anterior. Con la Segunda Guerra Mundial aparece -otra vez- al desnudo, la precariedad de nuestra economía basada centralmente en la producción agro ganadera. Pero el cierre de las importaciones provenientes de los países desarrollados en conflicto, generan una nueva oportunidad a los fabricantes de manufacturas destinadas en primera instancia al mercado interno. Metalmecánica, textiles, calzado, máquinas – herramientas; hay una creciente demanda de mano de obra y en 1941 el gobierno de Roberto Ortiz crea (en la órbita del Ministerio de Guerra) la Dirección General de Fabricaciones Militares que abastece además de las Fuerzas Armadas, también a la sociedad civil, al transporte y la industria, como parte de un proceso de sustitución de importaciones que a partir del primer gobierno de Perón, se acelera y planifica en el marco del Primer Plan Quinquenal.
Paralelamente Juan D. Perón con el grado de coronel cumple funciones en el Ejército y escribe diversas obras, mientras dicta clases de Historia Militar para cuadros de la institución.
A Roberto Ortiz (enfermo) lo reemplaza el vice presidente Ramón Castillo, quien a diferencia de su antecesor que intentó tímidamente recuperar la democracia política, éste persistió en el fraude y en los primeros meses de 1943, fue vox populi la candidatura presidencial de Robustiano Patrón Costas, amparada en otro gigantesco fraude electoral en marcha. Político conservador, poderoso terrateniente, dueño de ingenios azucareros y reconocido aliadófilo. Salvo el riesgo de perder la neutralidad, nada cambiaría en la Argentina con ese candidato. El episodio habría precipitado la decisión de una logia militar secreta conocida como Grupo Oficiales Unidos o Grupo Obra de Unificación, según las fuentes (en ambos casos GOU), de entrar en acción.
Así se hizo el 4 de junio de ese año.
Las embajadas tanto aliadas como del Eje, se adjudicaron mutuamente la responsabilidad política del golpe y su futura orientación. Pero al margen de las simpatías individuales de algunos de sus miembros, el Grupo era simplemente nacionalista, prevalecía el anticomunismo y estaba interesado ante todo, en mantener la unidad del Ejército y a nuestro país al margen del conflicto mundial.
El coronel Perón integraba la agrupación y tuvo un papel protagónico en la orientación final del GOU, que encontró su rumbo prestando mucha atención al problema social y a la situación semicolonial que padecía nuestro país. Vale recordar que algunos militares del GOU recibían materiales e investigaciones proporcionados por el grupo FORJA, radicales que rompieron con su partido como Arturo Jauretche, Homero Manzi, Gabriel Del Mazo; luego se sumarían Raúl Scalabrini Ortiz y otros, denunciando las defraudaciones al Estado Nacional y abusos tarifarios por parte de ferrocarriles, frigoríficos y empresas de servicios extranjeras.
Son muy conocidos los pormenores del camino que condujeron al 17 de octubre de 1945, en que una poderosa movilización obrera invirtió la relación de fuerzas, liberando al coronel Perón de su cautiverio. Nacía el peronismo.
En esa Argentina novedosa con el protagonismo de los trabajadores organizados, la Reforma Constitucional de 1949, el voto femenino, las mujeres accediendo a cargos legislativos y ejecutivos y la Justicia Social entre otros postulados colectivos, es lógico el desconcierto de quienes descreen de la participación de las masas en política. “Borges pertenece a una Argentina que no existe más. Puede entender un mundo de caudillos y gauchos más que una Argentina de políticos y contradicciones sociales. Cuando se es individualista, cuando no hay otro patrón que la propia conducta, no hay lugar para la política. El político es el hombre que sabe que tiene que operar con fuerzas que no controla y admitir la existencia de matices” (2).
La frase citada sintetiza la contradicción fundamental de éstas personalidades que se ubican en veredas opuestas de una “grieta” histórica: en una acera quienes creen en la política como una herramienta histórica cuya utilidad dependerá de los resultados y la capacidad de quien la conduzca, pero siempre (para bien o para mal), interactuando con el cuerpo social y comprendiendo las relaciones internacionales; es decir, con el mundo real. La otra visión la aportan quienes descreen de las acciones colectivas. Escépticos en política como la Generación del Ochenta, lo confirma el mismo Borges cuando alguna vez afirmó haberse afiliado al Partido Conservador, porque “es una forma de escepticismo”.
“… las contrariedades entre Borges y Perón son tan evidentes que se han convertido en lugares comunes. Se trataría, por lo tanto, de consignar los parentescos: no sólo el obvio encuadre generacional que zigzaguea entre 1895 y los dos años previos al siglo, sino el ‘vacío’ abierto alrededor de los hijos, así como el ‘lleno’ en lo que a las series de discípulos se refiere” (3); reflexiona el ensayista David Viñas.
Lo cierto es que en 1946 fue trasladado de la Biblioteca Miguel Cané a otra área del Municipio que según una versión, era la Escuela de Apicultura; otra teoría sostiene que fue designado “Inspector de Gallináceas” en ferias francas. Pero algunas fuentes afirman que no existiría entonces, ninguna Dirección de control avícola en la Comuna porteña. De todos modos el escritor renunció. Así habría sucedido que su entorno lo “levantó” como símbolo de la cultura “antifascista”, ya que supuestamente era perseguido por el gobierno. Es muy probable que Perón ni siquiera estuviera al tanto del tema. Pero todo sumaba para desacreditar al flamante gobierno y su orientación, que desconcertaba a la oposición tradicional.
1) Norberto Galasso – “Jorge Luis Borges, Un Intelectual en el Laberinto Semicolonial” – Editorial Colihue – Bs. As. Abril de 2012.-
2) Any Ventura – “Un Acercamiento Insospechado” – Diario Clarín – Bs. As. 09-11-81.-
3) David Viña – Diario Sur – Bs. As. 23-05-90.-
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