Experimento en la Universidad Johns Hopkins
Según Lewis Carroll, Alicia se encontró con un gusano que fumaba vaya uno a saber que, quien le recomendó muy efusivamente que comiera un hongo que crecía por el bosque. Alicia le hizo caso y, de pronto comenzó a cambiar de tamaño, agrandándose y achicándose de a ratos. Qué país de maravillas. Seguramente el hongo que traficaba el gusano contenía psilocibina, una sustancia alucinógena que acaba de ser purificada en la conocida universidad Johns Hopkins, de Estados Unidos.
No conformes con aislar la sustancia en cuestión, los científicos recordaron los psicodélicos sesenta y se la dieron a probar a un grupo de 36 personas adultas para ver qué pasaba. No les cambió el tamaño, pero la mayoría afirmó haber experimentado experiencias místicas y espirituales muy agradables. Algunos llegaron a decir que era lo mejor que les había pasado en la vida y se anotaron para rodo el resto de los experimentos que quisieran realizar con ellos.
Esto no es tan nuevo. Todo empezó en 1914, cuando una persona (conocida para la historia como “el Sr. W”) recogió junto a su sobrina unos hongos silvestres que les dieron unas tremendas alucinaciones. Tan importante fue el descubrimiento que salió publicado en Science, una de las revistas científicas más prestigiosas. A las categorías de hongos venenosos o inocuos se agregaba la de unas 200 especies con propiedades alucinógenas, la mayoría de las cuales contienen psicolocibina. Hoy sabemos- como ya sospechaban los hippies desde hace años- que esta sustancia es convertida a psilocina, que tiene importantes efectos sobre el cerebro, la serotonina, que ejerce múltiples efectos sobre el estado de ánimo (es más: muchas drogas antidepresivas se basan en el aumento de la serotonina a nivel cerebral).
La psilocibina podrían tener efectos terapéuticos, y hay quienes las usan en trastornos psiquiátricos o como ansiolítico. También hay propuestas de aplicarla en pacientes depresivos, ya que da una sensación de bienestar bastante duradera.
Sin embargo, su uso es mayoritariamente creativo o, como afirman quienes las consumen, absolutamente espiritual: como ocurre con otras drogas alucinógenas (como la ayahuasca), sus efectos suelen ser descripto como un encuentro con Dios. Un poco más ateos, los forenses diseñaron diversas pruebas para determinar la presencia de rastros de psilocibina o psilocina en los usuarios, basadas en una reacción química que emite luz En otras palabras, la orina de quienes hayan consumido hongos alucinógenos va a brillar, como buena señal divina.
Pero no todo es tan divino: aun en las condiciones controladas del experimento de las Universidades Johns Hopkins, un tercio de los sujetos mostraron señales de pánico o paranoia. No prueben esto en su casa.
No solo de alucinaciones viven de hongos; como comprobará cualquiera que entre a una droguería tradicional china, hay para todos los gustos y males: desde el tratamiento para los cálculos hasta la artritis. Incluso hay sustancias que se extraen de los hongos y que se han utilizado como terapias de apoyo en diversas cirugías, incluyendo trasplantes en forma de inmunosupresores que disminuyen el rechazo del cuerpo por el órgano trasplantado, pero con menores efectos tóxicos que los fármacos comunes. Una de estas drogas se extrae de un hongo de la isla de Pascua, y se denomina Rapamune (por Rapa-Nui, en nombre original de la isla).
Aunque también podrían ser extraterrestres, como los de la vieja novela de ciencia ficción Viaje maravilloso al planeta de los hongos pero un poco más pedestres, porque provendrían de la roña originada en nuestro planeta. Efectivamente, dicen los astronautas que llegan a la estación espacial Mir que lo primero que sienten es un olor bastante desagradable. Hace poco se encontró que el olor provenía de unos hongos que estaban creciendo detrás de los equipos de aire acondicionado. Es más: después de tanto tiempo en el espacio se pueden haber desarrollado cepas mutantes con efectos desconocidos. Y curiosamente, cuando la Mir baje a la Tierra podrá comenzar una época para volar.
Consumo y Penalización
Sentarse en el parque a comer un honguito, como podría decir una canción de Calamaro, no deja de ser ilegal. O así era. En algunos países el consumo de hongos alucinógenos se ha despenalizado: Holanda, por supuesto, es uno de ellos, y hasta hace muy poco Inglaterra tenía una cierta ambigüedad al respecto. Pero, ay, los días de los vuelos por Londres llegaron a su fin, ya que acaba de promulgarse una ley que prohíbe el consumo y venta de hongos alucinógenos en el territorio de su Majestad. Claro, parece ser que el domingo anterior a la entrada en vigencia de la ley hubo un record de ventas de hongos, como para acumular en la alacena. La ley deroga una norma de los setenta que aceptaba el consumo de estos pequeños sombreros, y clasifica a los hongos como drogas tipo A, en compañía de, nada menos, que la heroína.
Debate – 27-07-06 – Por Diego Golombek – Doctor en Ciencias Biológicas