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La Colimba
A la palabra “colimba” se le atribuyen dos orígenes posibles que como todos los vocablos surgidos anónimamente, son incomprobables
La Colimba

“Qué número te tocó?”. La pregunta para quienes no estaban interesados en el tema sonaba como un enigma, porque durante generaciones los argentinos al llegar a los 20 o 21 años y más adelante los que cumplían 18, padecían el interrogante más angustioso del año: el sorteo para la “colimba”. En buen castellano, hablamos del Servicio Militar Obligatorio (SMO).

En nuestro país como en muchos otros, a partir del primer sorteo cumplido en 1903 (Ley Ricchieri) y a lo largo del siglo XX, se estableció ́la obligatoriedad de los varones aptos nacidos entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de cada año, de estar bajo bandera durante ciertos períodos de tiempo que variaban según la fuerza y las necesidades de ésta.

El soldado conscripto podía servir desde unos pocos meses hasta un límite de dos años; siempre que no tuviera recargo por haber sido sancionado.

Al principio se servía en el Ejército Argentino o la Armada; cada fuerza con sus especialidades. A finales de los años ‘40 la Aviación Militar es convertida en la Fuerza Aérea Argentina que también demanda sus propios conscriptos.

Hasta comienzos de la década de 1970, se convocaba a quienes cumplían 20 o 21 años a lo largo del año, pero mediante la ley N° 24.428 del gobierno de facto del general Alejandro Lanusse, se redujo la edad de llamada de 20 a 18 años; para ello fue necesario exceptuar dos “clases”, las de 1956 y 1957. Puede interpretarse que dicha medida obedeció a la conveniencia del poder militar de contar con reclutas más inmaduros, en una época de fuerte politización juvenil. Pero también hay que relacionarlo a la presión social que exigía desde la histórica demanda de eliminar el Servicio, hasta el “mal menor” que para muchos representaba liberarse dos años antes de esa carga pública. La Armada también redujo el servicio de dos años a 14 meses. Lo concreto es que en 1977 se incorpora la clase 1958; la primera con 18 años, nuevamente bajo gobierno militar.

A la palabra “colimba” se le atribuyen dos orígenes posibles que como todos los vocablos surgidos anónimamente, son incomprobables. Uno lo relaciona con el “vesre” lunfardo de “colimi”, que sería voz deformada de “milico”; calificativo de uso masivo desde el siglo XIX hasta nuestros días para definir a un militar y por extensión, al policía de cualquier región rioplatense o del Interior. De “colimi” a “colimba” hay sólo dos letras de diferencia.

La otra teoría sostiene que es el acrónimo formado por las sílabas iniciales de las palabras corre – limpia – barre; ergo, el resultado es “co – lim – ba”. Pero como se ha dicho, el origen de ambas interpretaciones no está documentado.

Lo importante más allá de dónde surgió el término, es que la “colimba” se convirtió en una institución que por su masividad y prolongación en el tiempo, marcó a fuego la memoria y las emociones de muchas generaciones de argentinos. Recordemos que el SMO mientras duró, afectó sólo a los varones; las mujeres estaban exceptuadas. El personal femenino incorporado, en Sanidad por ejemplo, siempre lo hizo voluntariamente.

Otra variante para que los jóvenes cumplieran el SMO, consistía en incorporarse a las fuerzas policiales. El ciudadano que optaba por ésta variante, debía hacerlo antes del sorteo que realizaba la Lotería Nacional y quedaba comprometido con la fuerza durante un año completo. Recordemos que de acuerdo a las tres últimas cifras del número de documento de identidad y en línea con el número “cantado” por el bolillero, el muchacho sabía a qué fuerza lo destinaban. Pero el mágico bolillero que derramaba fortunas mediante los billetes de Lotería Nacional, en éstos casos arrancaba lágrimas de muchos de los que les “tocaba” servir. No obstante, existía el número “bajo”. Este consistía en que si la cifra que le tocaba al documento del joven era baja, el pibe era automáticamente exceptuado.

El número “bajo” variaba según la demanda militar o la cantidad de nacidos en ese año.

Coexistían al finalizar el sorteo, la alegría incontenible de los que se “salvaban” y la tristeza de muchos de aquellos que iban “adentro”.

Pero no siempre el número bajo representaba alegría, porque quienes habían elegido cumplir el SMO en la Policía, si el sorteo los exceptuaba debían servir igual un año en la fuerza de seguridad. Paradojas de la colimba. A los pibes – policías el humor popular los llamó “coreanos”; un apodo inexplicable. Pero quedaba otra posibilidad más o menos remota: la de ser considerado físicamente no apto para el Servicio (DAF). Entonces, el beneficiario recibía la “libreta” firmada con la excepción. Hubo sanos rechazados por dolencias menores y jóvenes con problemas serios que igual fueron incorporados.El rubro “Revisación” nutrió también generosamente el anecdotario del conscripto.

Después seguían los destinos. Podía tocar cerca del domicilio o a cientos de kilómetros; por ejemplo, de Tucumán o Santiago del Estero a La Patagonia.

La convivencia forzada creó amistades duraderas, experiencias, alegrías y sufrimientos compartidos.

Muchos aprendieron a leer y escribir en las escuelitas que por ley, funcionaban dentro de los cuarteles. También los rudimentos de algún oficio, de acuerdo a la tarea a cumplir.

Aunque al margen del tiempo y el destino militar, cualquier colimba tiene montañas de anécdotas con las que décadas más tarde, sigue acosando a su descendencia o a los conocidos. Los más afortunados continúan reuniéndose en grupos por clase o unidad.

Otros, no volvieron a encontrarse nunca.

Pero la colimba no es sólo recuerdos y nostalgia; porque quizás lo que realmente se añora es la juventud perdida. También en este inventario deben sumarse las tragedias vividas por pibes argentinos a lo largo de nuestra Historia militar y el corolario de todas ellas: la Guerra de Malvinas.

Soldados de 18 y 19 años, algunos recién incorporados y con escasa instrucción militar, que enfrentaron valientemente a un enemigo con clara superioridad técnica y llevados al conflicto por una dictadura que tocó la fibra patriótica más íntima de la Nación, en una imposible fuga hacia adelante. Nuestros colimbas fueron también protagonistas excluyentes.de ésta lucha.

Nuestro Servicio Militar Obligatorio concebido hace más de un siglo según las doctrinas de guerra más modernas de su época, se propuso también “nacionalizar” una cantidad de argentinos de primera generación y además, ejercer control social sobre esa masa inmigrante. Pero ya a finales del siglo XX desde el punto de vista profesional, el Servicio era un anacronismo.

Esa larga Historia plagada de luces y sombras, se cerró inesperadamente y de la manera más deshonrosa, cuando en 1994 en una unidad del Ejército en Zapala (Neuquén), fue asesinado el conscripto Omar Carrasco de 18 años, incorporado apenas tres días antes.

Los asesinos habrían sido un joven oficial y dos soldados y el motivo, un incidente menor que se pretendió resolver “escarmentando» con una paliza a la víctima. El final fue la muerte de Carrasco y el ocultamiento del cadáver.

El crimen conmovió a la sociedad y la utilidad del Servicio volvió a estar en el centro de la discusión. Poco después fue derogado el SMO y se sancionó la ley N° 24.429, estableciendo el Servicio Militar Voluntario. El mismo incorporó mujeres al Escalafón de Combate como sus pares masculinos, transformándose en fuerzas profesionales con capacitación permanente.

De acuerdo a la antigua Ley, los colimbas pasaban a integrar la Reserva Militar de la Nación, que podía ser convocada en caso de necesidad. El concepto SMO fue parte de la filosofía de Nación en Armas, teoría dominante a nivel mundial durante gran parte de los siglos XIX y XX.

En nuestros días, la colimba es sinónimo de encuentros entre viejos camaradas y de recuerdos amargos para muchos, o simples imágenes libres de emociones.

Sobre ese cúmulo de sentimientos encontrados, planeará siempre como un alma enorme y tutelar, el recuerdo de los colimbas caídos en Las Islas Malvinas y del conscripto Omar Carrasco, asesinado bajo bandera, por quienes debían ser sus camaradas.

La Colimba no es la Guerra
Año: 1972
País: Argentina
Dirección: Jorge Mobaied
Guión: Carlos Borcosque Jr., Salvador Valverde Calvo
Reparto: Elio Roca – Ricardo Bauleo – Soledad Silveyra – Nené Morales – Romualdo Quiroga – Ricardo Morán – Tito Mendoza – Ismael Echeverría – Emilio Vidal – Blanquita Silván
Alberto Mazzini – Esther Velázquez – Norma Sebré – Stella Maris Lanzani
Género; Comedia. Musical | Ejército

Sinopsis
Entre canciones y juegos de acrobacia militar, cuatro muchachos que hacen el servicio militar entablan relación con otras tantas jóvenes. (FILMAFFINITY)

Los Chicos de la Guerra
Año: 1984
País: Argentina
Dirección: Bebe Kamin
Guion: Bebe Kamin, Daniel Kon, María Teresa Ferrari
Reparto: Héctor Alterio, Carlos Carella, Ulises Dumont, Marta González, Tina Serrano, Miguel Ángel Solá, Alfonso De Grazia y Gustavo Belatti.
Música: Juan Carlos Baglietto, Luis María Serra
Fotografía: Yito Blanc
Compañías: K Films, Instituto Nacional de Cinematografía
Género:Bélico. Drama | Guerra de las Malvinas

Sinopsis
Narra las historias de tres jóvenes de distintas clases sociales enviados a la Guerra de las Malvinas, desde sus propias infancias hasta el traumático regreso del conflicto bélico que la Argentina mantuvo contra el Reino Unido de Margaret Thatcher en 1982 por las islas en el Atlántico Sur. (FILMAFFINITY)

El Conscripto

Le sucedió a fulanito,
el nombre no viene al caso,
de veinte años escasos,
de presumir el mocito,
 y a pesar de los escritos,
que presento un abogado,
por un año lo mandaron,
a vestirse de conscripto…

La madre se desmayó,
y las hermanas lloraron,
el día que comprobaron,
que el doctor no lo salvó,
y él que siempre se peinó,
con jopo y a dos cepillos,
le pasaron el rastrillo,
y sin melena quedó…

Empezó a comprobar,
de que el sol sale temprano,
y un matecito en la mano,
para poder despegar,
nadie lo viene a sebar,
porque allá no está la vieja,
que te acaricie la oreja,
para hacerte levantar…

Se le acabó la carne dura,
y que esto me hace mal,
y que tiene poca sal,
y a mí no me den verduras,
porque apretar la cintura,
un día se puede hacer,
pero al trote y sin comer,
se terminan las posturas…

Allí aprendió que el teniente,
no es uno de bigotitos,
que pasa con el autito,
para ver a la de enfrente,
porque ese de repente,
con el grito !cuerpo a tierra!,
hasta Colón te recuerda,
descubriendo el continente…

El no estaba acostumbrado,
a tener que obedecer,
y menos tener que ser,
el petizo de los mandados,
pero sargentos y cabos,
le sacaron en tres días,
la vagancia que tenía,
en el cuerpo acumulado…

El sol le tostó la cara,
y de tanto !sobre el hombro!,
fue notando con asombre,
que el fusil ya no pesaba,
las manitos delicadas,
se le tornaron callosas,
y hacía sonar las baldosas,
cada vez que se cuadraba…

Poco a poco entro a querer,
hasta el sargento primero,
y fue el teniente un compañero,
que lo hacía obedecer,
sin hacerle comprender,
de que era un superior,
y sin notarlo,
sintió cariño por el cuartel…

Y fue una tarde, cualquiera,
que volviendo del campito,
traspirado, tostadito,
y levantada la visera,
sintió nacer esa fiera,
que escondemos en el pecho,
cuando en el mástil derecho,
vio flamear nuestra bandera…

Es que a veces no podemos,
expresar nuestro sentir,
porque es difícil medir,
hasta donde la queremos,
pero por dentro sabemos,
que hasta el alma se agiganta,
cuando pasa azul y blanca,
con los colores del cielo…

Recitado
Letra de Héctor Gagliardi

Intérprete: Héctor Gagliardi
«El triste»

L.P. odeon-dmo 55465

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