Ricardo Güiraldes tuvo el ubicuo don de ser admirado por simples y rudos hombres de campo y a su vez por los más conspicuos intelectuales de su época. El pertenecía al gran mundo, a la alta sociedad; hijo de estancieros, alterno con la crema de la sociedad porteña e integró el grupo Parera de artistas y escritores aristócratas y afrancesados que se reunían en el taller de Alejandro Bustillo, donde conoció a su esposa, Adelina del Carril.
Fue parte de aquellos argentinos que viajaron a Paris, en los tiempos dorados, en la época de las vacas gordas.
Aquel joven Güiraldes, ya insinuaba, en su conducta, lo que en años más tarde plasmaría en Don Segundo Sombra: un profundo amor por lo nuestro y un santo respeto por el sentimiento popular y sus tradiciones.
Él supo reunir a los grandes señores con el paisaje campesino, y con ese mismo estilo le demostró a la sociedad francesa como se bailaba el tango en Buenos Aires. Dijo en uno de sus Testimonios Victoria Ocampo, recordando a su amigo: “Su amor a la pampa, a su rudeza, sus trabajos, su inmensidad, a cuanto toma vida de ella, lo hacía intratable en este punto.- Yo me empeñaba en hacerle admirar la hermosura del Rio de la Plata, esta otra pampa, y en hacerle confesar que, en su género el rio es un tan único, un tan incomparable desierto.- Ricardo no quería saber nada. Cuando atravesaba aquel inconmensurable charco de agua morena para llegar al mar azul y, más allá de él, a Europa, se sentía feliz.-Pero con una felicidad que se llenaba de nostalgia.-” Esta nostalgia le hacía sentir sus recuerdos con ritmo de tango.
Murió en Paris en 1927, desde donde fue trasladado y enterrado en la estancia La Porteña, en San Antonio de Areco.-
Letras de Tangos- Tomo III- 1997
“¡Bailate un tango, Ricardo!”
Le saco orilla a mi vida, para arrimarla a tu muerte,
Total la vida es la suerte, que se da por el retardo,
Medio haragán de la muerte, y yo estoy ya que me ardo
Por gritarte fuerte, fuerte, ¡Bailate un tango, Ricardo!
Ricardo Güiraldes baila y el ángel del recuerdo lo acompaña,
Se manda una medialuna y un intenso puente macho
Rubricando Buenos Aires de arrabal con pampa y tango.
¡Bailate un tango, Ricardo! ¡Miralo a quien te lo grita!
Pues no es ninguna pavada… Ese muchacho es el bardo,
El de “La Crencha Engrasada”… De la Púa ahora te invita
¡Bailate un tango, Ricardo!
Ricardo Güiraldes baila saliéndose de la vida…
Al bailar lleva dormida, como antaño a las mujeres,
A la muerte que murmura perdida en el entresueño,
¡Bailate un tango, Ricardo!
Letra : Ulises Petit de Murat
Música : Juan D´Arienzo
Grabado por la orquesta de Juan D´Arienzo con la voz de Osvaldo Ramos. 10-11-66
Dedicado a Ricardo Güiraldes, autor de la novela “Don Segundo Sombra” y eximio bailarín de tangos.
De la Púa: se refiere a Carlos de la Púa (ó El Malevo Muñoz), Carlos Raúl Muñoz y Pérez, autor del poemario “La Crencha Engrasada” (1928)