Solía frecuentar Almafuerte una lechería que pertenecía a dos socios.- Uno de muy mala fama: borracho, jugador, embustero, capaz de cualquier bellaquería; y el otro, casi impecable: honrado, formal, sobrio y hasta devoto. Era tal la diferencia entre ambos y tan rudo el contraste que ofrecían, que un día díjole Almafuerte al lechero honrado:
– Me parece que ese socio no le conviene, amigo: ¡Es un sinvergüenza de lo último! ¿Por qué no lo echa?…
-Y…no…-respondía el hombre- ¿A dónde va ir el pobre?
-Entonces trate de reformarlo, amigo.- ¡Si hasta se descuida con las carteras que encuentra a tiro!… ¡Tiene usted que hacerlo corregir!
– ¡ Ah , no!- repuso el lechero honrado- Si mi socio se corrige, ¿Quién se va a encargar de “arreglar” la leche?
PBT – 11-09-52 – “Almafuerte y el Lechero”
Pedro Palacios fue autodidacta, y ejerció la docencia vocacionalmente. Fue docente en el barrio porteño de Balvanera y en las ciudades de Mercedes y Salto. También se desempeñó durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento como director de una escuela de Chacabuco. Pero como carecía de título habilitante, además de tener 16 años, perdió su trabajo.
Su vocación primera fue la pintura, campo en el que incursionó brevemente. Pero luego de que el gobierno del momento rechazara el pedido de una beca para viajar a perfeccionarse a Europa, decidió cambiar de rumbo. Es en ese momento en que comienza a dedicarse a la enseñanza y a descubrir su vocación por las letras.
En realidad se cree que esto ocurrió porque Palacios alcanzó gran notoriedad en el ejercicio del periodismo, el cual desempeñaba con gran pasión y vehemencia, generando polémica que no favorecía a los caudillos locales.
Sus poemas eran altamente críticos hacia el gobierno, y al darse a conocer sus escritos de tinte político contrarios al sistema imperante fue retirado de su función docente a principios de la década de 1880.