Soy el marido de la araña viuda negra… pero no por mucho, ya que dentro de poco deberé obedecer el famoso ritual de ser comido por mi amante. Sin duda que a ustedes les parece extraño, y no pueden entenderlo aunque en realidad es muy sencillo, todo lo que estaré haciendo es asegurarme de que la madre de mis arañitas tenga suficientes reservas nutricionales como para que mis genes tengan una alta posibilidad de perpetuarse en el mundo-. Al fin y al cabo, eso es lo que cualquier araña, gaviota, tortuga u ornitorrinco que se precie hace: asegurarse de dejar descendencia. Es cierto: algunos lo hacen (lo hacemos, como nosotros, o la mantis religiosa) en forma un tanto caníbal, al dejar que la hembra de nuestros sueños acabe con nosotros junto con el acto sexual (es más, nuestro cuerpo sigue dándole al asunto por un buen rato y, en el caso de las mantis, hasta dicen que sin cabeza se vuelven mucho mejores amantes…).
Claro, para ustedes, los humanos, todo esto es extraño, pintoresco, bizarro, digno de un buen tema de conversación a la hora de la cena. Pero… ¿y por casa cómo andamos? ¿Quiénes son los verdaderamente bizarros, los que se apartan de la norma del reino animal?
Veamos: en la mayoría de las especies, y sobre todo en los mamíferos (para no alejarnos demasiado de ustedes), el sexo tiene una serie de características comunes, cotidianas, casi aburridas. Examinemos, por ejemplo, esa institución casi sagrada a la que ustedes dignifican: la familia. En la naturaleza es muy pero muy extraño encontrar familias; la mayoría de los individuos andan por ahí yirando y se encuentran cada tanto, sólo «para eso». Ni hablar de la paternidad que a ustedes los enorgullece: en muchos bichos la única forma de saber quién es el padre de quién es realizando pruebas de ADN, no se crean que un padre va a andar por ahí llevando a su hijo a la escuela o a la cancha – ni siquiera sabe quién es su hijo-.
Tenemos una cierta ventaja: no nos escondemos para tener sexo, como suelen hacer ustedes.
Y, de paso, seguimos las enseñanzas de algunas de vuestras instituciones religiosas, ya que en la mayoría de los casos (con algunas excepciones, como esos promiscuos bonobos, de los que ya hablaremos otro día) tenemos sexo sólo para procrear. Para eso es muy útil que nuestras hembras nos indiquen muy claramente cuándo hay que acercárseles; basta ver a una mona con la cola roja, o que el aire se llene de señales químicas indicando que es el momento del amor.
Ustedes, en cambio, sí que son bichos raros. Inventaron eso de la familia para formar parejas más o menos duraderas; es más, le dan tanta responsabilidad al padre como a la madre para el cuidado de los hijos. Viven en sociedades estables, pero se esconden para procrear… ¿quién los entiende? Y, sobre todo, las hembras humanas se las arreglaron para esconder el momento en que son fértiles, para obligar a los machos a estarles siempre atrás. ¡Y son receptivas sexualmente todo a lo largo del ciclo menstrual! No es difícil concluir que la gran mayoría de las veces que ustedes tienen sexo no es para tener bebés, sino sólo para pasarla bien… Aún más: algo que definitivamente no entiendo es eso de que las hembras cesan en su capacidad reproductiva de pronto (¿cómo es que lo llaman? ¿melón pausa?); ¡nunca oí hablar de algo así!
Está bien, tienen un cerebro enorme con relación al tamaño del cuerpo, pero… ¿me pueden explicar por qué las mujeres tienen pechos tan enormes, tanto más que lo que requerirían para amamantar? ¿Y el tamaño del pene de los machos? ¿Para qué exageran tanto?
Así que ya saben: ustedes son los bichos raros de la naturaleza. Y la verdad es que nadie se explica demasiado cómo fue que evolucionaron así, tan chanchamente (con perdón) sexópatas. Al fin y al cabo, en lo único que pensamos el resto de los bichos que andamos sobre la Tierra (o por debajo, o por encima, o en el agua) es en reproducirnos, no en tener sexo.
Bueno, ya dije lo que quería decir. Que quede como mis últimas palabras. Ahora me tengo que perfumar, peinar y quedar bien atractivo para la cena de mi esposa. Mi última cena.
Debate – 25-05-06 – Por Diego Golombek – Doctor en Ciencias Biológicas
Homo Eroticus
Año: 1971
País: Italia
Dirección: Marco Vicario
Guion: Piero Chiara, Marco Vicario
Intérpretes: Rossana Podestà, Lando Buzzanca, Luciano Salce, Adriana Asti, Ira von Fürstenberg, Evi Marandi, Brigitte Skay , Angela Luce, Femi Benussi, Sandro Dori
Música: Armando Trovajoli
Sinopsis
Michele es un hombre sexualmente insaciable, que se ha acostado con todas las mujeres de su ciudad, sin importar edad ni apariencia; hasta que un día las cosas salen mal… (FILMAFFINITY)
Es una vieja película italiana de 1971 en la que Lando Buzzanca interpreta a un ingenuo joven siciliano que va a trabajar en Bérgamo como mensajero en casa de un hombre de negocios y su esposa, la deslumbrante Rossana Podesta. Luego de un examen médico se descubre que está inusualmente bien equipado en su área genital, lo cual hace que se transforme en figura famosa en el aristocrático círculo de sus empleadores. Es un hombre sexualmente insaciable, que se ha acostado con todas las mujeres de su ciudad, sin importar edad ni apariencia; hasta que un día las cosas salen mal.
www.eltelegrafo.com.ec – 13-06-13
Homo Eroticus
Auto: Firth-Godbehere, Richard
Editorial: Salamandra – Publicaciones y ediciones S.A.
Año de la Edición: 2022
Colección: Miradas
A los humanos nos gusta pensar en nosotros mismos como criaturas racionales. Sin embargo, algunos de los momentos más excepcionales de la historia no tratan de acontecimientos sino de sentimientos: los orígenes de la filosofía, el nacimiento del cristianismo, la caída de Roma, la Revolución científica o los grandes conflictos bélicos del siglo XX no pueden entenderse sin las emociones. Gracias a sus sólidos conocimientos en psicología, neurociencia, arte, filosofía y religión, Richard Firth-Godbehere hilvana un fascinante recorrido por la historia de la humanidad desde una perspectiva absolutamente original, un relato que explica cómo las emociones han modelado el mundo en el que vivimos con toda su complejidad, maravilla y diversidad.
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