En la prolífica galería de personajes porteños, el chanta es una figura señera. Se mueve en la delgada frontera entre la picardía y el delito y su palabra, totalmente devaluada, sólo es creíble para quienes son decepcionados por primera vez. Suele embaucar con la presencia, el lenguaje y los modales y la seguridad en el trato con el otro; ya que en su afán de “venderse”, puede mimetizarse con personalidades, oficios, experiencias ajenas.
El vocablo chanta es apócope de chantapufi, que a su vez, es voz distorsionada del genovés “ciantapuffi” que significa: el que no paga sus deudas. En su tránsito al habla porteño, el término perdió algo de su significado e incorporó otras acepciones, como las ya señaladas. El chanta suele depredar su entorno, por ejemplo no pagando deudas, engañando al sexo opuesto acerca de sus verdaderas intenciones en una relación amorosa, o postulándose y muchas veces ejerciendo tareas, para las que no está preparado; el muestrario de chantadas es muy extenso.
Aunque el chanta puede desarrollar esas características por intereses determinados, también suele hacerlo por su condición intrínseca: la tentación de sorprender al otro, de no hacerse cargo de nada que le desagrade o lo perjudique, de no responsabilizarse por las propias acciones, mentir compulsivamente…todas esas actitudes constituyen la esencia de la “chantada”. Es que la chantada, acción y efecto generados por el chanta, abarcan tantas situaciones como personas existen en el mundo. Por eso es que a quienes militan en las categorías más altas de los chantas, Buenos Aires los ha bautizado “chantunes” y hasta “chantunazos”.
La picaresca ciudadana aún conserva en su anecdotario, las correrías de los más célebres chantas que han incursionado en la política, el periodismo, la ciencia, el espectáculo, sumados a una extensa gama de chantas menores y anónimos que a diario recorren la piel de la ciudad cumpliendo su destino.
Como otros arquetipos urbanos, el chanta provoca simpatía y rechazo, ya que quien padece una chantada puede sufrir desde una decepción hasta un dolo efectivo; no obstante es objeto de admiración en ciertas franjas de actividades económicas que pueden rayar en el engaño. “Chantas y en el fondo solidarios”, describe la poeta Eladia Blázquez a los porteños; sin generalizar tanto, se puede inferir que la fama de “farolero” adjudicada al porteño en el resto de la Argentina y también en el mundo, pueden facilitar ese estigma.
Como en toda palabra que ha hecho historia en nuestro vocabulario, en torno a ella se formaron frases como “tirarse a chanta”, equivalente a no hacerse cargo, o a la antigua “tirarse a muerto”, usada en general cuando no se paga una deuda. El sentido es el mismo en todos los casos.
Chantapufi. Lunf. Fanfarrón, que se jacta de lo que no es…como hubiese dicho un funcionario chantapufi encierre de ser intervenido su delictuoso conchabo, constituía una decisión irrevocable.” ¡Despertá, Jeringa! – Jorge Montes – Atlántida – 1985).
Del gen. ciantapuffi: el que no paga sus deudas. Es habitualísima la regresión chanta, con igual significado, “Los chantas siempre van a buscar algo para decir. Entonces yo dejo que la gente diga lo que quiera” Clarín -23-08-91. Y corre el aumentativo chantún sobre el que se ha creado asimismo chantunazo: “Lo primero que hicieron los flamantes escritores, si así se los puede llamar, fue practicar el autobombo. Algo frecuente entre los “chantunes”. Alejandra Herren – La Prensa – Espectáculos – 26-12-94
Somos como Somos
Miremos este espejo bruñido y reluciente
sin el engrupe falso de una mentira más…
Y vamos a encontrarnos con toda nuestra gente
mirándonos de frente sin ropa y sin disfraz…
Con toda nuestra carga pesada de problemas
hagamos un teorema de nuestra realidad…
¡Perdamos todo el vento, la torre y el «alfil»!
¡En este «escrachamiento», de frente y de perfil!
¡Como somos!…
sensibleros, bonachones
compradores de buzones por creer en el amor.
¡Como somos!…
con tendencia al melodrama
y a enredarnos en la trama por vivir en la ficción.
¡Tal como somos!…
como un niño acobardado con el andador gastado
por temor a echarse a andar…
Chantas.. y en el fondo solidarios,
más al fondo muy otarios y muy piolas más acá…
¡Vamos…! aprendamos pronto el tomo
de asumirnos como somos o no somos nunca más.
¡Nos gusta hacer las leyes, después crear la trampa
tirando por la «rampa» las tangas a rendir,
cargar a voz en cuello, y protestar bajito
prefabricando mitos para poder vivir!
Nos gusta sobre todo comer a dos carrillos
rociando con tintillo la gris preocupación,
y así mancomunados hacemos con unción
el culto más sagrado… a la manducación.
Tango – Letra y Música: Eladia Blázquez
Del Libro Personajes en el Tango – Roberto Bongiorno